Artículos: la opinión de los cofrades

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La Función del Acolitado en las Cofradías

 

INTRODUCCIÓN:

              Desde hace unos años podemos observar con satisfacción la proliferación de cuerpos de acólitos delante de nuestros pasos, los cuales les dan sobriedad y si cabe mayor solemnidad a nuestras estaciones penitenciales. La figura del acolitado además se abre como un nuevo cauce para que las hermandades puedan iniciar a los jóvenes dentro del mundo cofrade y cristiano, dándoles un papel importante dentro de los cultos de la misma y ofreciéndoles una vía alternativa para que puedan formar un grupo más dinámico que los consabidos grupos jóvenes que en la mayor parte de los casos no hacen sino aparcar a los jóvenes en un espacio controlado hasta que no tienen la edad suficiente. Es, por tanto, una faceta relativamente novedosa que debe ser cultivada con esmero en las cofradías y que, con el debido acompañamiento, puede dar resultados muy apetecibles no sólo a nivel cofrade sino de integración en la vida de la comunidad parroquial.

         Sin embargo, se observa con frecuencia la ausencia de materiales formativos sobre la función del acolitado, particularmente relativos a su papel en los cultos internos de las hermandades. En este artículo me voy a referir a la figura del acólito, intentando explicar la historia del mismo, su composición y las funciones que pueden desempeñar en los cultos internos y externos, dando además un breve vocabulario de términos relativos al servicio al altar.

 

HISTORIA DEL ACOLITADO: 

Etimológicamente, la palabra acólito procede del griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en referencia al camino que se recorre en compañía. La figura del acólito está recogida desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la iglesia, no en vano hay documentos del siglo XVII en los cuales se hace ya referencia a su figura, funciones y atuendo. En cuanto a nuestras procesiones, hay referencias también de similares fechas con funciones similares a las de hoy. Es, por tanto, una función que estaba en desuso y que desde hace unas décadas está volviendo a tomar la importancia que tuvo en tiempos anteriores.

  Hasta hace poco tiempo el acólito representaba la mayor de las cuatro órdenes menores de la jerarquía eclesiástica, siendo su función el servicio al altar y los sacramentos. Esto fue así hasta que fueron suprimidas por el Motu Propio de Pablo VI “Ministeria Quaedam” en el año 1972. A partir de este momento se crean los ministerios laicos de Lector al servicio de la Palabra y de Acólito al servicio del altar y los sacramentos, esta última figura es la que nos interesa y es, por tanto, a la que nos vamos a referir a partir de este momento. Tenemos por tanto al Acólito como un laico que ha recibido el ministerio por parte del Ordinario del Lugar, otro nombre equivalente sería el de subdiácono. Hay que hacer patente aquí que en el código de derecho canónico actual (más concretamente en el canon 230) se hace referencia a que las funciones de Lector y Acólito deben ser desempeñadas por hombres, siempre teniendo en cuenta que se entiende esta función como un paso previo para la ordenación sacerdotal. Es más, el borrador de un documento sobre abusos litúrgicos que van a sacar conjuntamente las Congregaciones para la doctrina de la Fe y la del Culto y que se llamará "Pignus redemptionis ac futurae gloriae", prescribe en uno de sus apartados la prohibición, salvo permiso extraordinario del Obispo, de que las mujeres puedan ejercer en estas funciones.

En el mundo cofrade esta definición rigurosa se ha tornado por extensión a todo este grupo de servidores que colaboran en la asistencia de nuestros pasos ya sea como portadores de ciriales, incienso, cruz parroquial, monaguillos, etc. Se habla de su presencia antaño para alumbrar las esquinas de los pasos o imágenes portadas a hombros, derivando en la presencia delante de los mismos en la actualidad. Sin embargo, si analizamos la presencia de los acólitos en los cultos internos, poco se ha hecho hasta el momento, los intentos han sido escasos a pesar del gran campo que se abre en esta materia.

 

MIEMBROS DEL CUERPO DE ACÓLITOS: 

            En este punto vamos a pasar a hablar de los distintos miembros del cuerpo de acólitos y de sus funciones básicas, para definiciones más amplias, al final se incluye un breve vocabulario de términos relativos al acolitado. 

            En primer lugar está el Pertiguero, este sería el acólito con mayor responsabilidad ya que es el que comanda al resto de miembros del cuerpo de acólitos tanto en los cultos internos, en los cuales actuaría como maestro de ceremonias, como en los externos. Por otro lado está el acólito Ceroferario (que no Ceriferario, palabra que no existe) que es el encargado de llevar los ciriales. La Cruz Parroquial es portada por el acólito Cruciferario (o Crucífero). Asimismo, los acólitos Turiferarios son los encargados de portar los incensarios, por extensión este término se aplica también a los acólitos que llevan la naveta. Existe también el término de acólito Auxiliar que se aplica al acólito que lleva el canasto con las pastillas de carbón, pabilos y cerillas. Por último, se utiliza el término de acólito Acompañante a los que ejercen labores de acompañamiento del Preste en las salidas procesionales. 

            En cuanto a la vestidura, los acólitos deben vestir con sobrepelliz, o sea, de blanco, sobre fondo negro, aunque en las cofradías se les da un colorido y se les atribuyen dalmáticas y otros elementos que van en la línea de barroquización de las mismas. Si los acólitos son hermanos de una cofradía es bastante lógico que luzcan la medalla de la misma. El pertiguero suele llevar una vestimenta especial llamada Ropón similar a la Dalmática, aunque suele llevar colgando en el pecho el escudo de la Hermandad en plata. En cuanto a los colores de las Dalmáticas y el Ropón del Pertiguero, suelen ser el negro (preferentemente), morado, burdeos y rojo en el caso de ser hermandad sacramental, aunque se usan otros colores en función de la túnica de la hermandad o de su vinculación a determinadas órdenes religiosas a pesar de que, como ya hemos dicho, se pierde el significado litúrgico. El origen de vestir a los acólitos con tanta riqueza estriba en la antigua tradición de que la riqueza del señor se advierte en la riqueza con la que viste a sus servidores.

 

FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS EN LOS CULTOS INTERNOS DE LAS HERMANDADES: 

         Los acólitos pueden y deben formar parte integrante de los cultos de las cofradías ya que con su actuación los revierten de gran solemnidad y les dan algo más de dinamismo, además ofrecen un cauce de acercamiento de los jóvenes a la vida de la comunidad parroquial en la que anda inmersa la cofradía. En los siguientes párrafos vamos a intentar explicar resumidamente como puede ser su función dentro de cualquier acto de culto interno, esto será también válido para otros actos extraordinarios que organice la cofradía como bendiciones de imágenes, Via-Crucis dentro de los templos, etc. Sobre este tema podríamos ahondar mucho más pero no es el propósito de este artículo. 

        Lo primero que vamos a ver es la formación de la comitiva que va a desfilar desde la sacristía al altar mayor. Esta estará formada por dos acólitos turiferarios, les sigue el crucífero escoltado por dos ceriferarios, luego va el portador del Evangelio (con el evangelio en alto) seguido de los concelebrantes y el presidente. Tras ellos irá el pertiguero (que actúa como maestro de ceremonias) y luego otros dos o cuatro ceriferarios. En caso de presidir la celebración el Obispo, este iría al final con el portador del báculo. En resumen (en mayúsculas van los acólitos necesarios), la comitiva sería la siguiente:

 

            TURIFERARIO                                                         TURIFERARIO

 

            CERIFERARIO                     CRUCÍFERO              CERIFERARIO

 

                                                            portador evangelio

 

                                                            concelebrantes

 

                                                            presidente

 

            CERIFERARIO                                                         CERIFERARIO

 

                                                            PERTIGUERO

                       

            CERIFERARIO                                                         CERIFERARIO

 

       En esta disposición harían falta 10 acólitos (u 8 eliminando dos ceriferarios antes del pertiguero, los otros dos irían a la misma altura del pertiguero), el portador del evangelio puede ser un diácono o un lector instituido e incluso podría ser también un acólito, con lo que el número de acólitos podría ascender a 11 (ó 9), aunque esto no es deseable.

         Antes de ponerse la comitiva en marcha, un turiferario ofrece la naveta abierta a un diácono (o al portador del evangelio) que se la ofrece asimismo al presidente para que imponga el incienso. Tras esto puede empezar la procesión de entrada. Cuando se llega al altar, un turiferario entrega el incensario al diácono o al presidente para incensar el altar y a los concelebrantes (si los hay). Durante todas las incensaciones el acólito debe permanecer a la derecha del celebrante. El resto de acólitos puede estar de pie o sentado pero siempre detrás del celebrante (presidente) ya que este siempre ha de tener la máxima importancia en la celebración. Los ceriferarios se podrían poner alrededor del altar pero siempre por detrás del celebrante, y nunca por delante del altar. Así, para asistir al celebrante quedan el crucífero y los turiferarios, siempre por detrás. El único que tiene el privilegio opcional de situarse al pie del presbiterio es el pertiguero, así se agiliza el acompañamiento de lectores, ofertores, etc como se verá más adelante.

        Cuando se hagan las lecturas los acólitos se girarán hacia el ambón. El pertiguero va a recoger y acompaña a los que van a hacer las lecturas, cuando llega el momento de leer el evangelio, el pertiguero ordena levantar los ciriales, al celebrante lo acompañan (por delante) dos ceriferarios que se sitúan a ambos lados del ambón, un turiferario (para incensar el evangelio) y el pertiguero, estos dos se colocan detrás del celebrante. Terminado de leer el evangelio todos vuelven a su lugar dejando al sacerdote solo para la homilía (otra opción es volver a la sacristía en procesión hasta que termine la homilía, aunque esta es quizás más engorrosa).

        Una vez terminada la homilía, el pertiguero ordena levantar los ciriales antes del Sanctus, los cuales permanecerán alzados hasta el Padrenuestro. Si hay ofertorio, el pertiguero conduce a los ofertores. En la preparación del altar, un acólito lleva el cáliz, la patena con las formas y el corporal (paño que se pone sobre el altar) extendiéndolo sobre el altar, mientras el otro lleva las vinajeras. Lo de las vinajeras también tiene su historia, así una vez dejadas en el altar, el acólito ofrece con la derecha la del vino procurando ofrecer el asa al celebrante, luego la retira con la izquierda para hacer lo mismo con el agua. Es muy importante que en el servicio del altar, tanto ahora como tras la comunión, los acólitos sirvan al celebrante de frente al altar, evitando darle la espalda. Luego se procede a incensar del mismo modo que al principio, con la diferencia de que el turiferario incensa antes al celebrante o diácono (con dos golpes dobles), luego el celebrante incensa a los concelebrantes, las ofrendas y el altar e incluso a la asamblea. Terminado el ofertorio y la incensación, dos acólitos se dirigen al celebrante, uno con el aguamanil (jarra con agua) y el manutergio (paño o jofaina) y otro con el lavabo (palangana), para que este se limpie las manos.

        Durante la comunión (el acolitado la toma antes que la asamblea) los acólitos ayudan al celebrante o celebrantes a repartirla portando la patena (nunca el cáliz). Una vez terminada la comunión, dos acólitos asisten al celebrante sirviendo al agua para lavar el cáliz y retirando cáliz, patena y corporal.

        Por último y antes de la bendición, el pertiguero ordena levantar los ciriales, los cuales permanecerán ya levantados, una vez terminada la misa se inicia la procesión de regreso con el mismo orden que la de entrada.

        Una anotación en cuanto al uso del incienso. El uso del incienso radica en que este nos indica una actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios, según se puede derivar del Salmo 141. Es, por tanto, un signo de solemnidad y como tal debe ser usado. Según el Misal Romano, el incienso puede utilizarse:

a) Durante la Procesión de entrada.

b) Al comienzo de la misa (para incensar el altar).

c) En la procesión y proclamación del Evangelio.

d) Durante el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, al sacerdote y a la asamblea.

e) Tras la consagración, al mostrar el cáliz y la sagrada forma.

 

FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS EN LOS CULTOS EXTERNOS DE LAS HERMANDADES: 

            En el caso de los cultos externos, la función de los acólitos está mucho más clara al menos en lo que se refiere a los servidores de pasos ya que desde hace años los podemos ver delante de los mismos, dándoles seriedad y mayor solemnidad si cabe. De todos modos, hay otra figura como es la del Preste que prácticamente ha desaparecido de las procesiones y que conviene detallar.

 

            La configuración de los acólitos delante de los pasos suele responder al siguiente esquema:

 

            CERIFERARIO              CRUCIFERO                          CERIFERARIO

 

                                                     PERTIGUERO

 

            CERIFERARIO                                                                     CERIFERARIO

 

            TURIFERARIO            NAVETA            AUXILIAR                 TURIFERARIO

 

            De todos modos, aquí sí que la configuración se da a más variaciones, en especial en el número de acólitos ceriferarios, aunque si observamos esta es la disposición que más se asemeja a lo prescrito para las celebraciones litúrgicas. El uso en algunos lugares de mayor número de acólitos no tiene por tanto ningún sentido litúrgico y lo único que hace es dificultar la visión del paso. De todos modos y, a pesar de que no tiene ningún fundamento litúrgico, es usual colocar en los pasos de Misterio de algunas hermandades sacramentales seis acólitos ceriferarios en señal de mayor respeto. Esta costumbre no tiene ningún sentido en pasos de Palio u otros pasos (San Juan, Verónica, etc.) en los que siempre deben ser cuatro los ciriales ya que se pierde el sentido eucarístico. Además, en los pasos que no porten imágenes de Cristo y de María, como ya se ha comentado anteriormente, no tiene sentido litúrgico el uso de acólitos turiferarios ya que el uso del incienso está reservado para la Eucaristía y las imágenes de Cristo y de María.  

            Hay que anotar además que litúrgicamente hablando, lo lógico sería que los dos acólitos ceriferarios traseros escoltaran al pertiguero en vez de ir detrás del mismo. Con respecto a la cruz parroquial, sólo debería haber una cruz parroquial en la procesión y esta debe ir empezando el cortejo de la Virgen. En caso de no colocarse en ese lugar, el lugar más adecuado es en el cuerpo de acólitos de la Virgen, señalando el final de la procesión, debido a su gran importancia litúrgica. Por tanto, no tiene mucho sentido sacar la cruz parroquial en el paso de Misterio. 

            Entendiendo el paso como altar en la calle, la función de los acólitos queda encajada perfectamente, siendo el pertiguero el responsable de que los ciriales estén siempre alzados mientras el paso esté levantado y dando las órdenes pertinentes para que el cuerpo de servidores quede siempre lo más cercano al paso. El color de las velas de los ciriales siempre debe ser el mismo que porte el paso que lleva detrás (y no el color de los cirios de las secciones que van delante), otra cosa es la proliferación de colores que se está dando en nuestros cortejos, la cual no siempre responde a los cánones litúrgicos. Digamos finalmente a modo de alegoría que si el Paso es el Altar, los acólitos son el Presbiterio. 

            Vamos ahora a describir la figura del Preste y su acompañamiento por ser la más desconocida en la actualidad. Pero para ello analizaremos antes la figura del sacerdote en relación con la salida procesional. Todos sabemos que con el nuevo reglamento base diocesano las cofradías son asociaciones públicas de la iglesia. Esas asociaciones realizan (entre otras cosas) cultos, los cuales pueden ser internos y externos. Por tanto, si la presidencia de los cultos internos corresponde a un sacerdote, lo mismo podremos decir de la de los cultos externos. La presencia del sacerdote en la estación penitencial es por tanto necesaria y diríamos aun más obligatoria a tenor de lo redactado en el artículo 19 del reglamento base y aun más lo prescrito en el artículo 530&6 del actual código de derecho canónico, mostrando al pueblo el carácter eclesial de nuestras hermandades. El sacerdote, normalmente el director espiritual (aunque también puede ser el sacerdote que predicó en los cultos anuales), puede y debe por tanto presidir la estación penitencial de la hermandad en su totalidad. 

            Una vez aclarado este punto, diremos que el sacerdote puede ir situado en el cortejo en dos lugares: en la presidencia junto al Hermano Mayor (que es donde habitualmente estamos acostumbrados a verlos) o al final del cortejo como Preste, palabra que etimológicamente tiene significado similar a la voz presbítero, mucho más común en nuestros días. Si lo hace en la presidencia de la cofradía, deberá ir vestido con sotana y manteo o con el hábito de la orden religiosa a la que pertenezca. En caso de ir como Preste, su vestimenta deberá ser la capa pluvial normalmente en color morado para las procesiones penitenciales y blanco para las de gloria aunque se admiten excepciones. El Preste suele ir acompañado de uno ó dos acólitos denominados acompañantes y que, en caso de portar un cirio encendido se denomina Carráncano o Sochantre, en este caso el acólito llevará sotana y roquete.

 

CONCLUSIONES:

            El papel de los acólitos como hemos podido ver a lo largo de este artículo es muy importante e implica un compromiso que no debe de durar solo unas semanas sino que debemos impulsar como una forma de vivir la fe dentro de la cofradía que al final culmina con esa ofrenda amorosa a Cristo y María en la salida procesional. Desde las cofradías debemos impulsar la formación de estos grupos, ofreciéndoles nuestro apoyo y brindándoles oportunidades para que puedan aprender los distintos aspectos formativos y litúrgicos necesarios para desempeñar su labor con brillantez. Aquí habría que desarrollar un trabajo formativo con los acólitos para que comprendieran su función dentro de las celebraciones de la cofradía, desgraciadamente no hay muchos materiales al respecto.

        Esperemos que desde nuestras hermandades se empiece a cuidar más esta faceta de servicio a la comunidad, así conseguiremos ensalzar nuestros actos de culto (y no solo los de culto externo) y ofreceremos un cauce para que nuestros jóvenes puedan aportar a la cofradía algo más que su presencia para labores de limpieza y montaje.

   

APÉNDICE. VOCABULARIO DE TÉRMINOS RELATIVOS AL ACOLITADO:

 

· ACÓLITO: 1.- Monaguillo que sirve con sobrepelliz en la iglesia, aunque no tenga orden alguna ni esté tonsurado. 2.- Ministro de la iglesia, que ha recibido la superior de las cuatro ordenes menores, y cuyo oficio es servir inmediato al altar. 3.- Monaguillo que presta servicio en el altar o culto de las Cofradías o Hermandades y que va delante de las andas procesionales portando ciriales o incensarios.

· ACOMPAÑANTE: Acólito que acompaña al Preste.

· ALBA: Vestidura o túnica de lienzo blanco que los sacerdotes diáconos o subdiáconos se ponen sobre el hábito y el ámito para celebrar los oficios divinos.

· ÁMITO: Lienzo que cubre la espalda del sacerdote, bajo el alba.  

· APAGAVELAS: Caña al alta que al final de la misma lleva una caperuza de metal que sirve para apagar la mecha encendida de la vela.

· AUXILIAR: Acólito que lleva la bolsa con el carbón ó el incienso.

· CAMPANILLA: Campana pequeña de metal o plata que lleva el nazareno campanillero en la mano para hacer andar o detenerse la procesión, según los toques que ejecute con ella.

· CAPA PLUVIAL: Capa que se ponen los ministros ordenados de la Iglesia, es decir, obispos, presbíteros y diáconos, en algunos actos litúrgicos. Es una capa larga que llega casi hasta el suelo, con o sin capucha y que se cierra con un broche delante de ella, siendo de gran vistosidad.

· CAPUZ: (Del fr. capuce, y este del it. cappuccio). 1.- capucha (pieza de una prenda de vestir para cubrir la cabeza). 2.- Vestidura larga y holgada, con capucha y una cola que arrastraba, que se ponía encima de la ropa, y servía en los lutos.

· CERIFERARIO: Acólito encargado de llevar los ciriales.

· CHÍA: De origen incierto, probablemente del árabe granadino siya, (saya). Manto negro y corto regularmente de bayeta que se ponía el capuz y cubría hasta la mano usados en los lutos antiguos. Parte de una vestidura llamada beca hecha de paño fino con una rosca que se ponía en la cabeza de la cual bajaban dos faldones, que caían uno hasta el pescuezo y el otro, que propiamente era la Chía hasta la mitad de las espaldas. Era este adorno insignia de nobleza y autoridad.

· CÍNGULO: Cordón o cinta de seda o lino, con una borla a cada extremo que sirve para ceñirse el penitente, el hábito.

 · CIRIAL: 1.- Candelero alto que porta un acólito. Está confeccionado en metal, madera o plata cincelada. Va delante de cada paso. 2.- Es una pieza de iluminación que en un primer momento acompañaba no sólo a la imagen sino a ciertas insignias. Se trata de un modelo de pértiga de canon más elevado, en cuyo extremo presenta un ensanchamiento donde se aloja una vela.

 · CIRIO: 1.- Vela de cera de un pabilo, larga y gruesa. 2.- Cirio Pascual: El muy grueso, al cual se le clavan cinco piñas de incienso en forma de cruz. Se bendice el sábado santo y arde en la iglesia la misa y vísperas en ciertas solemnidades hasta el día de la Ascensión, que se apaga, acabado el evangelio.

 · CRUCIFERARIO (Ó CRUCÍFERO): Acólito encargado de llevar la Cruz Parroquial.

 · CRUZ PARROQUIAL: Insignia representativa de la Iglesia Parroquial en la que radica la Hermandad.

 · DALMÁTICA: 1.- Vestidura sagrada que se pone encima del alba, cubre el cuerpo por delante y detrás y lleva para tapar los brazos una especie de mangas anchas y abiertas. 2.- Túnica blanca con mangas anchas y cortas y adornada de púrpura, que tomaron de los dálmatas los antiguos romanos. 3.- Túnica abierta por los lados, usada en la antigüedad por la gente de guerra y en la actualidad por los reyes de armas y maceros. 4.- Prenda que se coloca el acólito encima del alba. Suele ser de terciopelo, bordada en oro, y del mismo color que los trajes de los nazarenos. 5.- Pieza de terciopelo, que visten exclusivamente el tercio de la Virgen de la Esperanza, y que son propias de altos cargos de la aristocracia de la región de Dálmata (Italia).

        Según la Iglesia Católica: la dalmática es la vestidura litúrgica exterior del diácono. Se utiliza en las misas solemnes, en las procesiones y bendiciones, excepto cuando estas procesiones y bendiciones tienen carácter del penitencial, como en Adviento, desde el periodo del domingo de Septuagésima a Pascua de Resurrección, en la bendición de las velas y en la procesión del día de la Candelaria, etc.; es así porque desde los primeros tiempos la dalmática se ha considerado una vestimenta festiva.

        Más aún, en la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la “Colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes” de 1997; el artículo 6.2 dice: “Para que también en este campo, sea salvaguardada la identidad eclesial de cada uno, se deben abandonar los abusos de distinto tipo que son contrarios a cuanto prevea el canon 907,según el cual en la celebración eucarística, a los diáconos y a los fieles no ordenados, no les es consentido pronunciar las oraciones y cualquier parte reservada al sacerdote celebrante -sobre todo la oración eucarística con la doxología conclusiva- o asumir acciones o gestos que son propios del mismo celebrante. Es también grave abuso el que un fiel no ordenado ejercite, de hecho, una casi presidencia de la Eucaristía dejando al sacerdote solo el mínimo para garantizar la validez. En la misma línea resulta evidente la ilicitud de usar, en las ceremonias litúrgicas, de parte de quien no ha sido ordenado, ornamentos reservados a los sacerdotes o a los diáconos (estola, planeta o casulla, dalmática).”

 · DIÁCONO: (Del lat. diacŏnus, y este del gr. διάκoνoς, servidor, ministro). Ministro eclesiástico y de grado segundo en dignidad, inmediato al sacerdocio.

 · ENCENDEDOR: Persona encargada de encender y apagar los altares, velas y andas procesionales.

 · ESTOLA: (Del lat. stola, y este del gr. στoλή, vestido). 1.- Ornamento sagrado que consiste en una banda de tela de dos metros aproximadamente de largo y unos siete centímetros de ancho, con tres cruces, una en el medio y otra en cada extremo, los cuales se ensanchan gradualmente hasta medir en los bordes doce centímetros.

 · HÁBITO: Vestido usado para mortificación del cuerpo, o como señal de humildad o devoción.

· INCENSARIO: 1.- Elemento artístico que sirve para incensar. Esta realizado en metal o plata repujada y es portado por acólitos delante de cada paso. 2.- Desde la Edad Media aparece recogido en fuentes documentales. Se trata de un recipiente dividido en dos partes: la inferior, sin calar, para quemar el incienso y la superior, horadada, por donde sale el humo. Ambas suelen ir decoradas con motivos geométricos y vegetales divididos en franjas horizontales. Las cadenas se unen en un pequeño disco que termina en anilla para sujetarlo.

· LEGOS: 1.- Que no tiene ordenes clericales. 2.- No perteneciente al gobierno de la hermandad.

· MANÍPULO: Ornamento sagrado de la misma hechura de la estola, pero más corto, que por medio de un fiador se sujeta al antebrazo izquierdo sobre la manga del alba.

 · MANTEO: Capa larga con cuello, que llevan los eclesiásticos sobre la sotana.

· MUÑIDOR: Criado de cofradía, que sirve para avisar a los hermanos las fiestas, entierros y otros ejercicios a que deben concurrir.

 · NAVETA: 1.- Esta obra está relacionada con las ofrendas de la Epifanía. Su función es la de llevar o guardar el incienso que se ha de quemar en la procesión o en los cultos. La naveta cofradiera, trabajada en orfebrería, suele ser de metal dorado o plateado y en forma de galeón. 2.- Acólito encargado de llevar el mencionado elemento.

 · PABILO: Cordón de hilo, algodón etc. que está en el centro de la vela o antorcha, para que encendida y alumbre.

· PÉRTIGA: Insignia muy antigua (siglo XVI-XVII) en las ceremonias civiles. Su incorporación al cuerpo de nazarenos se registra desde finales de la centuria pasada. Es el pertiguero o maestro de ceremonias quien la lleva, no sólo en las procesiones, sino también en las grandes funciones religiosas. Presenta una morfología semejante al bastón, diferenciándose en el extremo superior al adoptar la forma de templete o nudo resaltado.

· PERTIGUERO: (Del lat. perticarĭus). 1.- Ministro secular en las iglesias catedrales, que asistía acompañando a los que ofician en el altar, coro, púlpito y otros ministerios, llevando en la mano una pértiga o vara larga guarnecida de plata. 2.- Acólito que lleva la pértiga.

· PRESTE: (Del fr. ant. prestre, y este del lat. presby̆ter). 1.- Sacerdote que preside la celebración de la misa o de otros actos litúrgicos. 2.- Presbítero, sacerdote.

· ROQUETE: Especie de sobrepelliz cerrada y con mangas.

· SOBREPELLIZ: Vestidura blanca de lienzo fino, con mangas perdidas o muy anchas, que llevan sobre la sotana los eclesiásticos, y aun los legos que sirven en las funciones de iglesia, y que llega desde el hombro hasta la cintura poco más o menos.

· SOTANA: Vestidura talar (que llega hasta los talones), abrochada a veces de arriba abajo, que usan los eclesiásticos y los legos que sirven en las funciones de iglesia, normalmente de color negro.

· TONSURA: (Del lat. tonsūra, de tonsum, supino de tondēre, trasquilar, cortar el pelo). Rito preparatorio que precedía a la recepción de las antiguas órdenes menores.

· TURIFERARIO: (Del lat. turiferarĭus). Acólito encargado de llevar el incensario.

 

Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez

Secretario de la Hermandad de la Vera-Cruz y
miembro del Consejo de Hermandades de Puerto Real (Cádiz)

fcoespinosa@terra.es

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