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El alma se nos queda vacía
Algo de espiritual tendrá esto de la semana Santa,
cuando el domingo de resurrección se nos queda el
alma vacía. Angustiada, vacía de sentimientos con
los que hemos alimentado cada uno de los anteriores
días de esa semana. Toda la ilusión, nerviosismo,
ganas, expectativas y deseos que se han ido
acumulando durante el resto del año, acentuándose
durante los últimos cuarenta días, se descarga en el
primer día de la semana; convirtiendo el Domingo de
Ramos en el día mas esperado por los Cofrades.
Comienza así, el final de la cuenta atrás de nuestra
Semana Mayor, que al vivir intensamente las horas,
minutos y segundos cada momento cofrade, se nos
pasan los días como estrellas fugaces sin dar tiempo
a poder mirarlos con detenimiento.
Ya
el domingo de Ramos ha saciado en gran parte la
necesidad de poder ver un capirote en la calle; de
poder embriagarnos del aroma único de incienso, o de
escuchar una marcha interpretada por una cuadrilla.
Por ello los cofrades exclamamos:"...es que el
Domingo de Ramos es el Domingo de Ramos...". Aunque
también, hace tres primaveras ese primer día se
retraso en demasía, convirtiendo el Martes Santo en
un Domingo de Ramos diferente, celebrando con mayor
alegría la aparición de esa Cruz de guía y los
primeros capirotes acabando con la dolorosa espera,
provocada por la "lluvia". Pero ya no era lo mismo;
en nuestro interior los cofrades sabíamos que
habíamos dejado muchos vivencias para recordar, por
la falta de, no solo uno, sino de dos días seguidos
sin hermandades en la calle. El resto de los días
Santos el cuerpo y la mente van agotando sus
reservas, acumulando momentos cofrades en nuestra
memoria, que luego aprovecharemos para vivir otra
Semana Santa.
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Mientras contemplamos la última estampa de la
semana, Cristo Resucitado, base de nuestra Fe, en el
día mas importante del cristianismo, y siguiendo con
la inercia de cada día, nos planteamos lo que viene
a continuación, y es cuando nos damos cuenta que
hemos llegado al final del camino... después no
queda nada más. Las iglesias se quedan huérfanas de
juventud, los viejos muros de nuestra ciudad dejan
de vibrar con los sones y tambores de las bandas,
las calles se quedan desiertas, y al cofrade el
invade un sentimiento de vacío, quedándose solo,
mudo, pensativo y sobretodo... triste. El alma se
nos queda vacía. Parece como si nuestro espíritu nos
abandonara para alimentar nuestra Fe en Cristo
resucitado, y es ahí donde comienza el letargo del
cofrade, lleno de sueños vividos intensamente
durante esta semana tan especial. Es a partir de ahí
cuando comienza de nuevo el ciclo de vida del
cofrade, llenando esa alma vacía de los momentos y
vivencias acumuladas, desgranándolos con todo
detalle en coloquios, tertulias o cenas privadas con
los amigos durante días, semanas y meses para
comenzar de nuevo la cuenta atrás. Vivid y disfrutad
de esa otra semana santa que nos ofrece esta forma
de vivir. Recordad, reproducid y soñad despiertos
hasta el despertar del nuevo Domingo de Ramos.
Felices sueños cofrades.
Francisco Javier Salido Santos-Meni (Marzo 2006)
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