El
Cristo del Amor, de El Puerto de Santa María
La leyenda cuenta que la imagen fue debida a una
visión del primer capellán de las capuchinas
portuenses, Ambrosio Álvarez de Villaruello. En sueños,
el presbítero vio un desgarrado Cristo y quiso que
un misterioso artista que se hospedaba en un
convento tallara algo similar. El resultado fue
sobrecogedor, pero el capellán aseguró que su sueño
era aún más terrible.
Pisando la realidad, la obra es culminación
barroca, del Siglo XVIII, sin parangón de estilo.
La imagen gozó siempre de gran devoción en el
Puerto. La primera vez que procesionó fue en 1.943.
Acción Católica promovió un Vía-Crucis, el
Viernes Santo al mediodía. El Cristo era trasladado
por la mañana al templo de San Joaquín y desde allí
salía en torno a la una de la tarde, para recorrer
diversas calles del Barrio Alto.
Un grupo de devotos, con el impulso del capellán
del Convento de las Capuchinas, Francisco Duque, creó
a principios de 1.959 la Asociación Piadosa Cristo
del Amor -al residir en un Convento de monjas no podía
constituirse como Hermandad-. La misión cofrade era
llevar al venerado Crucificado al cercano Penal de
la Victoria en la noche del Jueves. La Asociación
Piadosa tenía entre sus compromisos visitar a los
presos el resto del año, como así hicieron sus
miembros hasta incluso después de la disolución de
la entidad. El primer desfile y Estación en el
penal fue en el año de la fundación. Los hermanos
llevaban un hábito de estameña marrón, a
inspiración de las ropas capuchinas, con una amplia
capucha blanca. Al igual que su titular, era
estremecedor contemplar la estela penitencial de
cruces. En cada parada se postraban de rodillas. El
Cristo, portado en parihuela, sobre un reducido
calvario de flores moradas, sólo estaba iluminado
por cuatro hachones, en unos cubillos sobrios.
Funcionarios de prisiones custodiaban el pequeño
paso.
La ascética procesión salía del Convento para
dirigirse por calle Larga hasta la Carrera Oficial,
para acudir al penal por Ganado, Cielo y el Paseo de
la Victoria. EL Cristo era izado en la puerta
principal, en una ceremonia intensa. Un grupo de
hermanos portaba a hombros la imagen por el patio,
mientras los presos oraban o lanzaban saetas. Nunca
se llegó a cumplir el deseo de poder amnistiar a
algún recluso, como se solicitó reiteradamente al
ministerio del Interior. La Asociación se disolvía
en 1.976. Las Capuchinas se trasladaban entonces a
las afueras de la ciudad y se anunciaba el también
traslado de la prisión. La entidad perdía así
sentido. En la última ocasión la Asociación
Piadosa procesionó con el Crucificado del Perdón
de la Iglesia Conventual del Espíritu Santo.
Francisco
Andrés Gallardo
Redactor
de 'Diario de Cádiz'