En el mes de Junio y en una fecha muy significativa
para la ciudad de Cádiz, la prepotencia desaforada
de un clérigo conventual, nos privó a todos de la
contemplación de la imagen de la Patrona en la
procesión del Corpus Christi.
Ser respetuoso con las tradiciones locales es algo
primordial para que los demás respetemos las cosas
que esos señores dicen por boca del Ser Supremo al
que dicen representar.
Las neuras hay que dejarlas en casa, en este caso en
el Convento. La dictadura, también. Los jueguecitos,
igualmente. Hay que ser hombres desde la cabeza a
los pies y hacer las cosas tal y como las hacen las
personas maduras. Todo lo ocurrido fue fruto de la
soberbia, de la inmadurez, de los caprichos, del
aquí hago yo lo que me da la gana, contestación
casualmente dada a una persona que en la Catedral se
interesaba por la salida de la Virgen y el
conventual de marras así le contestaba.
No conviene abusar del hábito talar porque el
hábito no hace al monje; eso está más que visto
en esa mañana. No conviene olvidar trágicos
tiempos vividos en los que ese convento padeció
iras iconoclastas porque con el público, con el
pueblo, se juega a mas y mejor y no hay más que
mover unos sutiles hilos para que, desgraciadamente,
todo pueda volver a ser de nuevo como fue por dos
veces.
No es bueno agitar los malos humores y menos una
persona que está aquí destinada y no es de aquí y
secuestra una cosa que es nuestra. No, señor, usted
mandará en su convento, pero nada en la ciudad en
la que hoy está usted, muy a nuestro pesar, y
mañana, ojalá, en las quimbambas. Para que sepa
que es usted una ave de paso nada más y que no
tenemos, ni queremos, ni nos da la gana -igual que
usted contestó- de aguantar sus neuras e
impertinencias.
Como dicen los viejos creyentes "Dios no se
queda con nada de nadie", el domingo que llegó
la Galeona, nada más salir la imagen del barco,
Dios hizo que lloviera. Tal vez quisiera recordarle
que esa era su voluntad por encima de todo y que se
aguantara.
Por cierto: para otro año, evite usted, o quien
sea, los horrorosos floripondios que le puso alguien
en las esquinas del paso. Eran feos de maldición y
evite usted, igualmente, esa peluca de nueva
generación que le puso a la Virgen porque la
nuestra no es la de los Desamparados de Valencia.
Iba ordinaria de verdad y eso no nos gustó nada a
los gaditanos.
Si el año que viene seguimos con la desgracia de
tener que aguantarlo de nuevo aquí y sus superiores
no lo han destinado a Chiapas, por ejemplo, sea más
humilde, por favor. No es por usted, es por el
hábito que viste y representa. Ya sabe que todo se
habla y no conviene la murmuración.
Ángel Mozo
Polo
Cádiz,
octubre de 2003