Se cuida con el mayor detalle la puesta en escena:
los exornos florales se eligen y se exponen con
gran gusto, se traen bandas de primer nivel, se
cambian -ya lo han hecho varias y la próxima será
Oración en el Huerto- el hábito penitencial, más
acordes a localidades con poco arraigo, o con
colores poco propicios para la categoría de una
corporación penitencial de Capital de provincia. Y
con todas esas premisas, falta lo más importante:
la participación del hermano en el culto externo.
El mismo que tiene el orgullo de pertenecer a una
determinada Hermandad, colabora, asiste a los
cultos internos, luego, incomprensiblemente, no se
viste de nazareno para acompañar a sus titulares.
Las razones creemos tenerlas. Cierto es
que ni Cádiz, ya lo decíamos antes, es cofradiera
-solo hay que mirar a San Fernando, y darse cuenta
de los hermanos que salen en cada una de las
cofradías, con varias que están en torno y superan
los mil nazarenos- ni hay arraigo familiar o
tradicional, quedando el hábito en su mayoría para
niños que se 'apuntan' a una cofradía porque su
amigo o su prima sale en esa. Y, por otro lado, la
marcha de las procesiones en la calle, en las que
algunas avanzan con gran lentitud, limitan a
los cofrades más adultos, y desisten salir porque
no pueden soportar las paradas interminables.
Expuestos los condicionantes, y dentro de unos
márgenes habituales en la ciudad, las cofradías
han mantenido a lo largo de las últimas décadas un
número similar de cofrades que salen revestidos de
la túnica, pero preocupa que, desde que se
incorporó con total normalidad la participación de
la mujer en las filas nazarenas, el número no
creciera en relación a su incorporación masiva en
la calle. Hemos querido estudiar, por tanto, el
periodo comprendido entre 1988 -en ese momento
todavía había cofradías en las que la mujer no
podía salir como Piedad o Buena Muerte- y el 2018
para observar cúales se han visto más mermadas y
qué motivos la han conducido a esta situación.
Por muchos que digan y no lo reconozcan, de
Puertas de Tierra para fuera está el futuro y la
cantera de cofrades que regirán nuestras
hermandades dentro de unos años. Sólo hay que
observar y admitir lo evidente. La Paz llegó a
sacar cuatrocientos capirotes en 1988, ciento
veinte más que en el año en curso, pero con
intervalos en estas tres décadas que tienen la
siguiente lectura: abandonan San José para ir al
Carmen, y sus números empiezan a bajar hasta
quedar en torno a los doscientos. Regresan a San
José y en los dos años incrementan la
participación. Seguramente, en los venideros,
seguirán subiendo. Un barrio en los extramuros
tiene más alcance que un centro en el que ya poco
se puede 'rascar'. Y si de barrio de extramuros
hablamos, y encima tiene un colegio detrás, y a
eso se le suma su forma de andar, más dinámica, ya
que tienen ante sí un largo recorrido, ese es el
Señor del Amor Despojado. Un sólo dato: ya es la
cuarta en número de hermanos que procesionan. Y en
diez añitos. Saquen sus propias conclusiones.
Curiosamente hay tres corporaciones que mantienen
exactamente el mismo número treinta años después:
Piedad (180), Humildad Y Paciencia (220) y
Angutias (240). Y tienen su mérito, porque las
tres tienen menos hermanos de número, y por lo
tanto el porcentaje de participación sube. Aunque
en Piedad la incorporacion de la mujer ayudó a
subir la nómina de nazarenos, es verdad que en los
últimos años llevan un pequeño retroceso que,
esperemos, se paralice y de nuevo, muy pronto,
recuperen los números que tuvieron en la primera
década del siglo vigente.
Luego están, y esto es buena noticia, las que han
crecido desde entonces, nada menos que catorce, si
incluimos las Congregaciones de Ecce Mater Tua.
Lás más llamativas, las de Sentencia, Nazareno del
Amor y Afligidos, cofradías que precisamente más y
mejor han trabajado este aspecto en los últimos
tiempos.
Y entre las que han perdido, sólo hay una que
llama la atención, y que habría que estudiar más
detalladamente los motivos de la debacle:
Medinaceli. A los trescientos cincuenta hermanos
que vestían túnica, se sumaron en la década de los
ochenta las hermanas que se ponían el hábito
penitencial con gato, nada menos que
doscientos cincuenta, con lo que llegaron a
componer el cortejo procesional nada menos que
seiscientos hermanos con cirio, más las tres mil
personas que conformaban la penitencia. Los
más jóvenes quizás no entiendan entonces qué ha
ocurrido, y cómo es posible que en el 2018 se haya
llegado a ciento cincuenta hermanos. Quizás la
sociedad cambiante, que ya no quiere la noche más
que para descansar, la pérdida de fe de ésta y
que, por ello, no genere nuevos hermanos, y/o
motivos internos que desconocemos, o un poco de
todo...no sabemos las razones, y todo ello son
meras conjeturas. Lo que si está claro es que la
Hermandad debe dar un golpe de timón para cortar
la sangría, para que Medinaceli vuelva a ser el
referente devocional de la ciudad. Ya desde Cádiz
Cofrade hemos propuesto, para el culto externo,
que se incorpore una Banda de Música con marchas
sobrias al pasopalio de la Virgen de la Trinidad,
y adelantar el horario para, al menos, estudiar el
impacto y ver si cambia el rumbo de la
corporación, que obviamente no es bueno.
Para llevar un decrecimiento de la población en
esas tres décadas, entre otros factores que han
incidido negativamente, que se hayan perdido
doscientos cincuenta y cinco penitentes en el
cómputo general nos lleva a la conclusión que la
crisis de la que se lleva hablando tanto tiempo en
Cádiz en realidad es imperceptible, no se puede
considerar. Hay ciclos en los que unas y otras
oscilan hacia arriba o hacia abajo, y sólo el caso
de Medinaceli nos preocupa ciertamente, pues su
decaimiento se ha venido observando año tras año
sin visos de solución.
Finalmente os dejamos la tabla comparativa a
continuación:
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