La Iglesia, nuestra iglesia, establece una serie
de diferencias entre los diferentes grupos que la
componen, a grandes rasgos está la Jerarquía
(Cardenales, Arzobispos, Obispos, etc…), los
sacerdotes, la ordenes religiosas… y al final,
digamos en el último escalón se encuentran los
seglares, para entendernos, los católicos de
"a pie".
El seglar tiene poco que decir en cuanto a las
decisiones que se toman en la Iglesia, y aunque en
el último Concilio se le reconoció una mayor
relevancia ésta no ha sido todo lo real ó efectiva
que debiera. El control de la Iglesia tanto a nivel
de Roma como en las diferentes Diócesis sigue
estando de forma absoluta en manos de la alta
jerarquía eclesiástica. El control de las
Parroquias se encuentra en manos del Párroco, que
tiene el poder absoluto en la organización y
control de la misma. Todo ello nos lleva a confirmar
que el papel real de un seglar en la Iglesia, hoy en
día, es mínimo y sólo será tenido en cuenta si
el párroco ó el jerarca eclesial tiene a bien
darle una responsabilidad dentro de su organización
pero el sometimiento a dichas decisiones sigue
siendo total.
El problema de todo se encuentra en la cada vez
menos cantidad de sacerdotes, párrocos, etc…
disponibles dada la escasa cantidad de vocaciones
que hay en los seminarios. La edad media de los
mismos es elevada y llegará un momento en el que
tendrán verdaderos problemas de personal
exclusivamente eclesial para la llevanza de los
diferentes temas. Mas tarde ó mas temprano no tendrán
mas remedio que recurrir a los seglares para que les
ayuden, al menos, en los múltiples programas que se
llevan a cabo.
La figura del seglar será fundamental en los próximos
años y ha sido una auténtica pérdida de tiempo no
haber recurrido antes a éste tradicional último
escalón, porque sin embargo, son ellos, los fieles,
los seglares, los que más contribuyen de manera
económica tanto directa como indirectamente a las
arcas de la Iglesia. En un buen artículo realizado
este verano pasado por el periodista de ABC Jesús
Bastante, quedó claro que la mayor aportación a la
Iglesia provino de los donativos de los fieles con
un total del 63,3%, mientras que las subvenciones de
las distintas administraciones no llegaron al 30%.
Pero mientras estas cantidades son formas directas
de contribución, existen maneras indirectas también
muy lucrativas e importantes que no se observan en
muchas ocasiones. Un ejemplo claro lo tenemos con
las Hermandades, son ellas las que en la mayoría de
los casos llenan templos, que están vacíos casi
todo el tiempo a excepción cuando una hermandad
celebra sus cultos siendo entonces cuando los bancos
y las arcas de dichos templos se llenan. Las
Hermandades de una manera indirecta mantienen
templos, puestos de trabajos en muchos talleres y
por ende muchas familias, trabajos artesanos que
posiblemente se habrían perdido, fundaciones y
organizaciones de ayuda, contribuciones directas a
templos y ordenes religiosas, etc… y todas esas
personas que se dejan su tiempo, su dinero y su
trabajo absolutamente gratis en las hermandades son
seglares, fieles que en muchas ocasiones son
obviados, menospreciados y dejados de lado por las
autoridades y jerarquía eclesiástica sin darse
cuenta que ahí está el futuro de nuestra Iglesia.
Por tanto, sumen el 63,3% directo más el tanto por
ciento indirecto, es decir, que si no fuera por los
seglares la Iglesia iba a tener un grave problema de
sostenimiento económico, de ahí su importancia y
que algún derecho a opinar y decidir tengamos todos
los seglares en el futuro de nuestra Iglesia.
El seglar es como el contribuyente de hacienda,
Hacienda somos todos pero sólo pagan los
contribuyentes con nómina que además ni pinchan ni
cortan en las decisiones de nuestra sociedad, en el
caso del seglar es similar, Iglesia somos todos pero
los fieles, los seglares, son los que más
contribuyen sin que tengan posibilidad alguna de
ofrecer la más mínima opinión sobre los grandes
temas, y a veces ni siquiera sobre los pequeños
siendo encima denostados y despreciados… y si eres
cofrade ya es el acabose porque es como si el
cofrade fuera un seglar con una especie de tara que
cuanto más lejos esté mejor, sin darse cuenta que
el cofrade de verdad, el cofrade comprometido (y hay
muchos), es el que más alegrías económicas
consigue para la Iglesia, el que más la defiende,
de los que más trabajan y el que más ayuda e ideas
ofrece.
A diferencia de antaño el seglar católico de hoy
en día es una persona con ganas de participar y
comprometerse, y con la suficientemente preparación
cultural e intelectual para servir de colaboración
hombro con hombro en la recuperación de los valores
cristianos de nuestra sociedad y en el buen
funcionamiento de nuestra Iglesia.
Como último ejemplo, tenemos el discurso que Monseñor
Sebastián ha realizado ante la Conferencia
Episcopal en donde nos advierte de la falta de unión
entre todos los que componemos la Iglesia y de
confianza en nosotros mismos destacando la
encrucijada que vivimos ante la clara influencia que
el absurdo laicismo nos intenta imponer. Creo que es
un discurso muy valiente pero que no tendrá efecto
si toda la jerarquía eclesiástica no lo asume en
serio y al completo para comenzar la búsqueda de
esa unión que debe comenzar precisamente entre
ellos y los seglares comprometidos que son los únicos
que de verdad les pueden ayudar en ese necesario
acercamiento hacia los creyentes que así se
consideran pero que actualmente están alejados de
la iglesia por esa fractura existente entre Jerarquía
y la Iglesia de a pie.
Quizá sea necesaria la celebración de un nuevo
Concilio cuanto antes con la plena participación de
los seglares como grupo importante de la Iglesia, es
fundamental adecuarse a las actuales circunstancias
sociales y a las futuras que se encuentran a la
vuelta de la esquina. Temas de vital importancia que
están pendientes y en la mente de todos hay que
afrontarlos con absoluta naturalidad, tenemos que
acercar la Iglesia a la sociedad porque formamos
parte de ella y el actual bajo nivel de implicación
de las personas en la iglesia y el empobrecimiento
de valores en nuestra juventud no se puede revertir
sin ese acercamiento, conectando con el sentir y con
las necesidades de la gente, de nuestra sociedad.
Francisco
Javier Parrado Lira
Noviembre
de 2004