Formación Cofrade

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Las Cofradías ante el Siglo XXI


 

        Desde hace unos años no paramos de escuchar en diversos foros de opinión comentarios sobre la situación actual de las cofradías y de una supuesta etapa de crisis en las mismas. Hay opiniones para todos los gustos, pero casi siempre convergemos en una serie de puntos de acuerdo. Y es entonces cuando se empieza a hablar del fenómeno de las crisis en las cofradías. Pero, ¿es realmente así? ¿hay crisis en las cofradías?

         Puede parecer extraño que cuando estamos viviendo una etapa de creación de nuevas hermandades sin precedentes en la historia, de cuadrillas de hermanos costaleros, bandas de música, páginas web cofrades, libros, CDs, etc. hablemos de crisis. Algunos se preguntarán: ¿Cómo puede haber crisis ante este florecimiento del movimiento cofrade?. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que los factores en los cuales se está viviendo un cierto auge no dejan de ser factores externos mientras que en la vida interna de la hermandad se puede ver fácilmente la cruda realidad.

        Muchas cofradías “mueren” durante el año para resucitar en cuaresma, la asistencia de hermanos a los cultos es mínima, en algunos casos se entiende la cofradía como paso intermedio para conseguir cargos de poder social y político como si esto fuera una “feria de las vanidades” cofrade, y un largo etcétera. Ante la ausencia de valores internos, las cofradías van perdiendo cada vez más sus raíces y se van convirtiendo en lo que desean buena parte de los políticos que nos rodean: convertirnos en una manifestación folclórica más pero perdiendo su raíz religiosa, hacernos perder nuestra espiritualidad para convertirnos en muestra de arte, convertirnos en fin en un atractivo turístico más.

        Así las cofradías se llenan por fuera y se vacían por dentro. Y ante ello somos nosotros los que tenemos que ponerle remedio a la situación. No vendrá nadie a ayudarnos, ni siquiera la Iglesia, la cual está inmersa asimismo en una crisis mucho más profunda que nosotros, ella tampoco está sabiendo abrir los ojos. Evidentemente, no en todos los sitios la crisis se muestra igual ni en la misma proporción.

            En unos lugares hay falta de costaleros, en otros lugares nos las vemos y nos las deseamos para rellenar las filas de nazarenos, en otros sitios no hay forma de rellenar las listas para las elecciones de la hermandad, incluso en algunos sitios faltan bandas, etc. Pero hay algunos rasgos que creo que a todos son comunes: la falta de asistencia de hermanos a los actos que organiza la hermandad a lo largo del año (y no me refiero sólo a la salida procesional), la falta de vida interna de las cofradías, la escasez de compromiso de unos y de otros, ...

        También hay que tener otro factor en cuenta. Alguno de los factores apuntados sea quizás producto de las modas imperantes. Así hoy en día, vestirse con la túnica de la hermandad no está bien visto, parece que es una cosa de niños y mujeres. Cuando ya se tiene algo más de edad, se abandona la túnica y se pasa a engrosar bandas de música o a formar en la cuadrilla de la hermandad o incluso se entra a formar en los cuerpos de acólitos, la penitencia ahora parece que se quiere llevar por fuera. Pero luego, cuando se deja de cargar o de tocar en la banda, ya no se vuelve a vestir la túnica nazarena. Se prefiere de ver a la hermandad por ese o aquel rincón, todos los que seguimos saliendo con la túnica seguro que vemos casi más hermanos con la medalla de la hermandad fuera de la procesión que dentro de la misma.

        Y no es que se deje de querer a los Titulares, no se está juzgando eso, simplemente que la túnica hoy no se lleva. Ser adulto y vestirse de nazareno no está bien visto en la sociedad actual, “es cosa de niños”. A tanto lleva esto que parece que es preferible ir detrás de los pasos formando largas colas de penitencia con la cara descubierta que vestir la túnica. Y no creo que sea cuestión de dinero, simplemente hoy en día vestir la túnica es una lata...

        Pero, ¿cuál es la solución?. Las cofradías han de volver a sus raíces. No se crearon para sacar grandes y bellos pasos dentro de un cortejo barroco, esto debería ser la culminación pero no nuestro fin principal. Las cofradías eran (y deberían ser) lugares donde personas de toda clase y posición se unían en lazos de fraternidad y mutua ayuda, para apoyarnos los unos a los otros.

        No en vano, cofradía y confraternidad tienen orígenes etimológicos similares. Las cofradías se crearon para asistir al hermano enfermo y necesitado, y no solo me refiero a una necesidad económica como por desgracia ha derivado hoy en día, con ingresar un porcentaje anualmente no solucionamos el problema; tenemos que estar en el barrio y conocer sus necesidades, saber quien lo está pasando mal, ser un instrumento social a pequeña escala, a la escala de nuestro barrio. Luego, la salida procesional será la culminación de esta labor. ¿Y cómo podemos llegar a conseguir estos fines?

        Una cosa hemos de tener bien clara. Hemos de ser conscientes de por donde nos movemos. Estamos en una sociedad en la que la religión ya no se impone, se propone. La enseñanza religiosa ya no es obligatoria. Nos encontramos con niños que desconocen lo más básico de nuestra fe. Se hace por tanto necesaria una formación, pero una formación cristiana y cofrade. Incido en lo de cofrade ya que somos nosotros los que debemos liberar esa opción y no a través de temarios impuestos desde fuera y que, aunque válidos en el fondo catequético, no dejan espacio para el fomento de nuestros valores propios: la fraternidad, la caridad, nuestra historia y costumbres, etc. La formación debe ser una opción que tomemos libremente y no una imposición. En caso de ser impuesta nos encontraremos con un fenómeno similar al que sufre nuestra iglesia con los jóvenes que se apuntan a confirmación: se les hace pasar por unos itinerarios poco flexibles a su realidad, alejados de su entorno, sin propuestas que de verdad les lleguen. ¿Y qué pasa al final? Que tal y como se confirman huyen de las parroquias para en la mayoría de los casos no volver.

         Pues lo mismo puede pasar si se piensa en cursos obligatorios de formación. Estoy totalmente de acuerdo en que la formación es necesaria y aun más en cargos de responsabilidad ya que estos deben ser modelo de fe cristiana en medio de la sociedad, pero insisto, a través de unos planes adaptados a nuestra realidad y por supuesto entendiendo la formación como una opción, nunca como una obligación. Una vez comprendidos estos fines principales y con una formación adecuada, la salida procesional será el culmen de todo un año de vida en comunidad de amor y fraternidad. Y será en ese ambiente en el que se entenderá nuestra forma de vivir la pasión de Nuestro Señor, ya que los andaluces hemos sabido como nadie comprender que ese Dios que carga con nuestra culpas es el mismo que resucita todos los Domingos en nuestro corazón para traernos esperanza de vida eterna. Y nadie como nosotros ha sabido ver mejor a María como nuestra Madre, por eso la rodeamos de todos los lujos y la llamamos Reina, nada es suficiente para Ella y, sin embargo, nada puede eclipsar su celestial belleza.

 

Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez

 

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