Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez
13 de Julio de 2007
CÁDIZ EN EL SIGLO XVII
Cádiz vivía a finales del XVI el comienzo de un
gran apogeo económico y social que se prolongará
hasta comienzos del siglo XIX. Esta ciudad ha
destacado a lo largo de su prolongada historia como
núcleo mercantil de primer orden debido a su
situación privilegiada en las comunicaciones
atlánticas y como puerta al mediterráneo. Tras la
reconquista, Alfonso X el Sabio establece la sede
del obispado en esta ciudad, hecho que, unido a las
circunstancias favorables en el comercio
trasatlántico derivadas del descubrimiento de
América, hace que Cádiz vaya creciendo
paulatinamente y asentándose como núcleo mercantil
de primer orden para la corona española. Y así
llegamos a una fecha clave para la historia del
Cádiz moderno. En 1596 y tras varios intentos
fallidos, una armada anglo-holandesa saquea Cádiz
arrasando prácticamente con la ciudad y dejándola
completamente desolada. En ese momento el grado de
devastación fue tan grande que se llega a plantear
incluso el abandono del asentamiento para llevarlo
hacia otro lugar más seguro en la bahía. Sin
embargo, se apuesta de nuevo por Cádiz debido a su
importante carácter estratégico y se comienza a
protegerlo por medio de grandes murallas y los
castillos de Puntales y Matagorda, proyectados por
Juan de Oviedo. Todo este nuevo apogeo atrae a gran
cantidad de operarios, ingenieros militares,
comerciantes, etc. que ven en Cádiz un sitio donde
hacer fortuna o establecer negocios. Así, el proceso
de asentamiento de foráneos que ya se había
vislumbrado años antes se catapulta con la llegada
sobre todo de comerciantes genoveses, quienes desde
los siglos anteriores habían escogido a esta ciudad
como centro de sus actividades trasatlánticas y a
los que durante los siglos XVII y XVIII se unirán
ingleses, franceses, holandeses, alemanes, etc.
También se experimenta la llegada de pobladores
procedentes de los reinos peninsulares de los cuales
las colonias vasca y cántabra fueron las más
destacadas, creándose así una ciudad con unos
caracteres muy especiales y singulares, integrada
dentro de la corona española pero dotada de una gran
riqueza a todos los niveles que fue lo que la
catapultó en el siglo XVIII a conseguir ser el
centro del rico comercio con Indias.
En lo que a religiosidad se refiere estamos
también ante un período de evolución. Superada la
Edad Media en la que se entendía la religión como un
medio de represión por el miedo, a través del
concilio de Trento se intenta un acercamiento de la
fe hacia el pueblo, haciendo las imágenes más
cercanas al espectador y viviéndose en el barroco un
cierto sentimiento de júbilo. Esto hace que se pase
de las oscuras celebraciones medievales a la
conmemoración de la fe como algo festivo, algo de lo
que se está orgulloso de mostrar. Esto no solo vale
para las procesiones de las hermandades sino para
todas las celebraciones religiosas. En los
documentos que hemos podido localizar no solo se
habla de las procesiones de las cofradías de
penitencia sino de festejos en los que había
corridas de toros, fuegos artificiales, grandes
agasajos a los pobres. Valga por ejemplo este texto
sacado de las fiestas con motivo del voto
inmaculista de 1615: “… y con haber durado la
fiesta hasta mas de las dos de la tarde, a esa ora
volvió la procesión a la Iglesia mayor, con el mismo
orden, numero de personas, festividad de danzas, y
gentío por los calles por donde había venido,
quedando otros muchos Caballeros en el convento
dando una abundante comida a todos los pobres que
allí acudieron, que fueron muchísimos, … enviaron
luego su comida a los que por estar encarcelados no
habían participado de ella, … y en la plaza se
corrieron algunos Toros con cinteros, y grande
numero de Caballeros, que con buenos lances, y
concertadas escaramuzas regocijaron la ciudad.
Continuase la claridad del día, que se iba acabando,
con la claridad de las luces, luminarias, y fuegos,
que en todas partes ardían, y la alegría del pueblo,
con la salva que hizo la casa de armas con su
artillería, con los cohetes, que de varias partes
salían, y fueron despidiendo un árbol muy ingenioso,
y costoso, y otras muchas ruedas que había en la
plaza. Y después de esto, que duró por muchas oras,
salió del compás de S. Francisco una muy alegre, y
vistosa máscara de trece cuadrillas, con invenciones
diferentes, y muy ingeniosa; repartiendo letras muy
agudas”.
A todo ello hemos de unir el celo de las
distintas órdenes religiosas por establecer una
importante base para el paso a Indias en Cádiz y sus
alrededores para que dichos conventos les sirvieran
de centro de operaciones o de lugar de espera para
el embarque a ultramar, incluso en algunos casos
como hospicio. Y esta es la situación que vive Cádiz
en el momento de fundación del convento. Por tanto,
nos situamos justo antes del saqueo, momento en que
se produce el primer intento de fundación del
convento agustino de Cádiz.
FUNDACIÓN DEL CONVENTO Y DE LA COFRADÍA
La cofradía de Humildad y Paciencia se encuentra
establecida desde su fundación en el convento de San
Agustín, ligada a las gentes procedentes de las
provincias vascongadas. Dicho convento fue fundado
el 23 de Noviembre de 1617 según escritura ante el
notario Martín de Robles, siendo nombrado como prior
fray Jerónimo de Cabañas. Sin embargo y con
anterioridad a esta fundación consta un intento
anterior que no llegó a cuajar. En efecto, Felipe
Boquin de Bocanegra hace donación en 1593 de unos
terrenos para la fundación de dicho convento en la
plaza de Candelaria, llegándose incluso a nombrar
como prior a fray Antonio Enríquez. Al nuevo
convento le bautizaron como de Nuestra Señora de las
Nieves por ser una de las devociones de este noble.
Sin embargo esta fundación fue efímera, habiendo
incluso un relato de las circunstancias de la salida
de los frailes los cuales fueron inmediatamente
expulsados por los cabildos civil y eclesiástico de
la ciudad. Efectivamente, tan solo unas horas
después de la llegada de los frailes el 2 de Abril
de 1593 se les notificó la expulsión de la ciudad.
Se intentó apelar a la justicia pero nadie quiso oír
a los dos frailes. Incluso cuando se fue a la puerta
del convento de San Francisco a apelar les
recibieron tirándole una vasija llena de
desperdicios e inmundicias y se les amenazó con
tirarles piedras y ladrillos si no se iban de la
ciudad. Al final los frailes franciscanos fueron a
la casa donde estaban los dos frailes agustinos y “con
grande escándalo e indecencia los sacaron de las
casas y los llevaron a la playa donde tenían
preparado un barco y los embarcaron e hicieron que
los dejaran en El Puerto de Santa María y dijeron
que no se les ocurriese volver por la ciudad”.
En el fondo de todo este asunto tan macabro lo que
flotaba era el deseo de los franciscanos de tener la
exclusividad sobre las limosnas y donativos de los
feligreses, la cual veían en peligro con la llegada
de una nueva orden a Cádiz, algo que tampoco hacía
excesiva gracia al cabildo catedralicio.
Esta iniciativa como vemos no cuajó hasta más de
dos décadas después. La razón principal de este
retraso y es la que aducen los frailes en su
protocolo, es que las circunstancias económicas tras
el saqueo no fueron favorables hasta unos años
después del mismo que la ciudad empieza a
recuperarse. La fundación definitiva no llegó hasta
finales de 1617. Ese año los frailes agustinos se
intentaron volver a establecer en la casa cedida por
Felipe Voquin en la plazuela de Candelaria pero,
ante la negativa del obispo, consiguieron que el
capitán Lorenzo de Herrera Betancourt les vendiera
tres casas que este tenía en la plazuela de Pedro
Vidal (que luego pasó a llamarse de San Nicolás) por
6200 ducados, con la obligación de que una vez
labrada la iglesia los frailes le deberían ceder una
capilla en el sitio que ocupasen dos capillas todo
ello a costa del convento (estas capillas fueron con
el tiempo las de san Lorenzo y la de san Juan
Bautista). El día 8 de Diciembre de 1617 tomaron
pacífica posesión del convento los frailes Jerónimo
de Cabañas como prior, Diego de Torres como
superior, Nicolás de Santa María como sacristán,
Luis de Aguilar, Juan Enríquez y Agustín Guerrero,
instalándose ese mismo día el Santísimo Sacramento
esta vez con el beneplácito del obispo y el cabildo
civil de la ciudad.
Una vez establecidos definitivamente
en Cádiz en 1617, los inicios de los agustinos no
fueron fáciles, muestra de ello es que sólo ocho
meses después de su llegada, entran en un pleito de
nuevo con el convento de San Francisco que dura casi
dos años, pleito debido básicamente a que los
franciscanos denunciaban la cercanía entre ambos
conventos, hecho que les impedía conseguir las
limosnas necesarias para su sustento. Al final de un
largo proceso la justicia dio la razón a los
agustinos. A pesar de esto comienzan las obras de lo
que será el futuro convento y su iglesia primitiva,
que no es la actual, sí por situación pero no por
conformación. Para dicha iglesia se compran en 1619
otras cuatro casas en la plazuela de Pedro Vidal a
don Luis de la Puente. Y así, en 1621 y siendo prior
fray Juan Bautista de Aguilar “se aumentó el
convento en una capilla grande (que sería el germen
de la primitiva iglesia), una celda, un tabernáculo
dorado para el Altar Mayor, otro tabernáculo dorado
para el Santo Cristo de la Paciencia, una imagen de
Nuestra Señora con un niño Jesús en los brazos de
talla estofado (se debe referir a Nuestra Señora de
Gracia ya que luego menciona más adelante una corona
grande de plata para la misma y otra pequeña para el
niño Jesús), un santo Tomás de Villanueva de talla
estofado, un cuadro grande del Santo Cristo de la
Columna, otros dos medianos de santos de la orden y
un aguamanil grande de mármol”. Vemos como ya en
1621 encontramos una referencia a la existencia de
la imagen de Humildad y Paciencia que es hasta el
momento el documento directo más antiguo sobre esta
cofradía. Todo esto se corrobora porque mientras
para el resto de las imágenes del templo se habla
siempre de la compra de la imagen y fábrica de su
capilla, en el caso del Cristo de la Humildad sólo
se habla de la realización del tabernáculo para el
Cristo. Todo esto concuerda además con el documento
de 1622 que concierta el policromado del primitivo
Cristo, obra de Francisco de Villegas, con el pintor
Juan Rodríguez, imagen que como veremos más adelante
tuvo una existencia corta en la cofradía.
Referente a la antigüedad de la cofradía hemos
localizado una carta datada en 1836 y enviada por el
prioste de la cofradía, José San Román, al
Gobernador Civil de Cádiz. Este relata que la
hermandad de la Humildad “consta existía ya en el
año 1617” ¿Se
equivocó el prioste al poner la fecha y copió por
error la de fundación del convento o se trata
realmente de la fecha de fundación de la cofradía?
Porque no creemos que este prioste actuara de mala
fe ya que nada ganaba añadiendo 3-4 años a un
documento que iba destinado a una autoridad civil a
la que poco o nada le importaban estos datos. Este
es uno de los interrogantes que nos queda por
resolver. Eso sí, podemos acotar definitivamente la
fecha de fundación de la cofradía entre 1617, fecha
declarada por el prioste en 1836, y 1621, año en que
se realizan el primitivo cristo y su altar en la
iglesia primitiva.
LOS PRIMEROS BENEFACTORES
La construcción del convento y la reforma de su
iglesia se prolonga durante más de dos décadas hasta
que siendo prior fray Miguel de León Garabito se
celebró la dedicación de la nueva iglesia, más
concretamente el 22 de Agosto de 1648. Y en este
momento debemos hablar de la figura del vasco Manuel
de Iriberri, personaje fundamental para la historia
de la cofradía y del convento, el cual costea toda
la sillería del coro, los balcones de las tribunas,
el facistol, las puertas y ventanas, la torre
rematada con 3 campanas las cuales costaron 1000
ducados de vellón y las dos portadas de jaspe de
Génova salvo 1000 ducados que da Sancho de Urdanibia.
Paga también Iriberri el solado de toda la capilla
mayor de piedra de jaspe, la barandilla, el púlpito,
etc. Incluso dona unas casas con las que se completó
el claustro y la portería en 1648. Viendo la
magnitud de estas donaciones se entiende fácilmente
que los frailes le entreguen a Manuel de Iriberri,
persona también vinculada a la hermandad de Humildad
y gran impulsor de esta cofradía, el patronato de la
Capilla Mayor y colateral del evangelio. Este
patronato pasa en 1650 con la muerte de Manuel a su
hermano Miguel de Iriberri quien muere en 1659 sin
herederos por lo que el patronato vuelve al
convento.
El siguiente personaje en aparecer es Diego
Centeno, caballero del hábito de Santiago, quien
toma el patronato de la capilla mayor hasta su
fallecimiento. Luego como ya es conocido el
patronato pasa en 1694 a la cofradía de Humildad por
9000 pesos, cantidad que es satisfecha al año
siguiente por la hermandad. Ese año se hace además
el reparto de las tres bóvedas de la capilla mayor
quedando las del presbiterio y colateral del
evangelio para los hermanos de Humildad y la que
caía debajo de la media naranja y que tenía la misma
entrada que la del presbiterio para el enterramiento
de los frailes.
Antes hicimos mención a la existencia de una
torre con tres campanas, hecho del que se dudaba
modernamente pensándose que esta pudiera ser de
moderna hechura. Más aún esta torre sufre una
ampliación a finales del XVII. El hecho debió tener
cierta trascendencia ya que en los documentos se
relata la “Bendición y consagración que se hizo
de las 4 campanas que están en los 4 arcos
principales de la torre de este convento por el
Ilustrísimo y Reverendísimo señor fray Juan
Biettores de Velasco religioso del orden de San
Benito y obispo de Santa Marta en el reino del Perú…
y les puso por nombre a la mayor de ellas que cae
hacia la plazuela haciendo frente a la de San
Francisco “La Santísima Trinidad”, y a la que sigue
y mira a la puerta de Sevilla “Nuestro Padre San
Agustín”, a la que mira hacia el cuerpo de la
iglesia “Santa María” y a la última que mira hacia
la calle de los Guanteros “Santa Mónica”. Esta
bendición se celebró con gran fiesta el 16 de junio
de 1695.
Otra persona muy importante para conocer los
primeros años de la cofradía es el mercader Juan
García Julián el cual era mayordomo de la cofradía
en los tiempos en que se encarga el actual Cristo a
Pimentel y que fallece en enero de 1638 dejando en
su testamento toda una serie de datos referentes a
la hermandad. A través del mismo sabemos que la
cofradía debió sufrir unos años de decadencia y que
toma nuevo impulso a mediados de los 30 del siglo
XVII donde empieza a renovar todo su ajuar
procesional incluyendo imágenes, pasos de plata,
túnicas, escapularios y toda una serie de elementos
para las salidas procesionales de la cofradía. Es
este Juan García quien en 1634 dona los pasos de
plata de la cofradía que debieron ser realizados por
el prestigioso platero portugués Antonio Suárez el
cual realiza durante esos años varios trabajos para
la cofradía (este platero, famoso por ser el autor
del paso de la custodia del Corpus de Cádiz también
hemos encontrado que realiza en 1680 las andas de
plata de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios
por encargo del corrector del convento de San
Francisco). Juan García aparece también en 1635
citado como mayordomo en el contrato de la imagen de
la dolorosa de la cofradía con Francisco de
Villegas. A este respecto conviene anotar que
personalmente no tengo nada claro que esta imagen
llegara a ejecutarse o fuera aceptada por la
cofradía porque no se entiende como encargan a este
escultor el Cristo primitivo en 1621, la dolorosa en
1635 y en 1637 cambian el Cristo por el de Pimentel.
Algo debió suceder, un incumplimiento por parte de
Villegas o el desagrado de los cofrades con la nueva
dolorosa, que hiciera que se cambiara de escultor.
LA IMAGEN DEL CRISTO DE LA HUMILDAD
Hablemos en este punto de la actual imagen
titular de la cofradía. Como sabemos, antes de la
dedicación de la nueva iglesia la cofradía de
Humildad había ya encargado en 1637 a Jacinto
Pimentel la soberbia imagen de su titular.
Este dato se conoce desde la
restauración que le hizo el profesor Francisco
Arquillo en 1983 en la cual apareció el nombre del
autor (Jacinto Pimentel) y la fecha de terminación
(1638). No hace mucho José Luis Romero Torres
encontró en los protocolos notariales sevillanos el
contrato de la imagen, fechado en 8 de marzo de
1637, entre el escultor Jacinto Pimentel y como
fiador el pintor Francisco de Zurbarán, y Salvador
Trigo, vecino de Cádiz, por 3300 reales. Aunque no
aparece mencionada la cofradía parece evidente que
se trata de la misma imagen, siendo este Salvador de
Trigo el pintor activo en Cádiz en esta época.
Afortunadamente en el
testamento del mayordomo Juan García encontramos una
nota que nos aporta nuevos datos en cuanto a la
autoría del cristo ya que este dice que: “por
cuenta de la dicha cofradía de la humildad y
paciencia de que soy tal mayordomo e con acuerdo de
los germanos mayores de ella y demás bienhechores e
mandado se haga una hechura del santo cristo de la
humildad y para que salga en las procesiones que en
todos los años y tenerlo en el dicho convento de san
agustin donde esta fundada y a cuenta de la hechura
e dado a Jacinto Pimentel escultor que lo esta
haciendo mil y ciento y cincuenta y siete reales y
de los mil y ciento tengo carta de pago y del resto
que son cincuenta y siete en cuenta del valor de
unas medias que le di, advirtiendo que el concierto
de esta sancta hechura fue en tres mil reales
dejándola acabada en toda perfección y porque deseo
infinito el aumento y lucimiento de esta sancta
cofradía pido y encargo a el dicho manuel de
yriberri se ajuste con el dicho maestro jacinto
pimentel y que se vea primero si esta en toda
perfección y estándolo se mande se pague de los
vienes de la dicha cofradía”. Más adelante dice
“y la escritura del concierto del santo Cristo
esta en poder de salvador de trigo”. Por medio
de estas dos confesiones queda perfectamente
conformada la autoría de la imagen del Santísimo
Cristo de la Humildad y Paciencia de la mano de
Jacinto Pimentel, demostrándose además que la imagen
se hizo con toda seguridad en Cádiz, ciudad en la
que Pimentel residía desde Julio o Agosto de 1637 y
descartándose por tanto la posibilidad de que la
policromía de la imagen fuera de Zurbarán. A este
respecto nos parece que el pintor de la imagen pudo
ser el mismo Salvador de Trigo como persona allegada
a la cofradía o quizás uno de los dos pintores,
Sebastián de Arteaga o Leonardo de Acebedo, que
aparecen mencionados en el expediente matrimonial de
Jacinto Pimentel con Ana Núñez Sidrón datado en
marzo de 1638. Esta Ana Núñez era natural de Jerez y
viuda de Juan García Julián, la cual casa tres meses
después de enviudar con Pimentel, viudo asimismo
desde el verano del año anterior. Esto que hoy día
nos puede parecer extraño era ciertamente común en
aquella época debido a la situación de desamparo
social en que se quedaban las mujeres viudas y sus
hijos. Como dato curioso decir que Damasia Pimentel,
una de las hijas de Jacinto, casa con otro Juan
García, hijo del mayordomo antes mencionado y por
tanto hermanastro suyo.
En cuanto al escultor
Jacinto Pimentel ya adelantamos en el artículo del
boletín que este era de origen portugués, nacido el
año 1600 en Vila Real, una ciudad del norte de
Portugal cercana a la frontera con Galicia, aunque
debió pasar muy joven a Sevilla donde aparece a
principios de la década de los 20 como oficial de
Francisco de Ocampo, y casándose en 1624 con Andrea
de Morales la cual le da sus únicas tres hijas,
María (nacida en 1630), Damasia (nacida en 1631) y
Teresa (nacida en 1634), las tres se trasladan a
Cádiz con su padre donde viven y casan, falleciendo
antes de que lo hiciese su padre. Volviendo a la
vida de Pimentel, tras varios años en Sevilla donde
trabaja ya de modo independiente, en 1637 fallece su
primera esposa. No sabemos si debido a la necesidad
de cambio de aires o por el número de encargos
recibidos desde Cádiz, pero lo cierto es que en el
verano de 1637 Pimentel se traslada definitivamente
a Cádiz donde permanece hasta su muerte en 1676,
siendo enterrado en la bóveda de la capilla mayor de
la iglesia de San Antonio como hermano fundador de
la cofradía de este santo. Ya hemos comentado que
Pimentel casa al año siguiente de llegar a Cádiz con
Ana Núñez de la cual enviuda en 1654 sin darle más
descendencia. Casa Pimentel por tercera y última vez
en 1656 con María Guerrero, acaudalada viuda de un
mercader genovés, quien tampoco le da hijos. Los
últimos años del escultor no debieron ser fáciles ya
que, aparte de su avanzada edad, Jacinto Pimentel
tiene que sufrir la muerte de sus tres hijas y de
alguno de sus nietos.
Artísticamente hablando
Jacinto Pimentel es uno de los artistas más
destacados del panorama gaditano, ciudad a la cual
lega su obra maestra, el Santísimo Cristo de la
Humildad, aparte de los destacables Cristos de
Columna y Expiración y la muy retocada virgen del
Carmen como imágenes más notables. Fuera de Cádiz
sus trabajos más destacados son la Inmaculada de la
iglesia sevillana de San Lorenzo, las distintas
imágenes que realiza para el convento de Madre de
Dios de Carmona y el Nazareno de La Campana que le
atribuimos hace unos años. Bueno, y la imagen de San
Juan Bautista que actualmente está en Granada y que
perteneció al convento gaditano, más concretamente
estaba situada en la capilla homónima que era la
segunda por el lado del evangelio y era propiedad de
los Herrera Betancourt, personajes curiosamente de
origen portugués, siendo Juan Castellanos de Herrera
quien costea la imagen.
Volviendo a la imagen del Cristo de la Humildad,
hemos comentado antes que en 1621 se encarga la
primitiva efigie a Francisco de Villegas ¿qué fue de
esta imagen? Afortunadamente el testamento de Juan
García nos aclara con exactitud su paradero. Esta
imagen fue donada en 1635-36 por la cofradía a
través del capitán Miguel de Arostegui al convento
de la Santísima Trinidad de Jerez, afortunadamente
se conserva en la actualidad y pertenece a la
cofradía de la Humildad y Paciencia jerezana, datos
todos que ya son conocidos y que publicamos el año
pasado.
LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA AMARGURA
Una vez hemos hablado del Cristo de
Humildad hablaremos brevemente de la Virgen de la
Amargura. Aunque hay constancia de que desde el
siglo XVII la cofradía procesiona una imagen
dolorosa advocada como Soledad esta nunca estuvo
alojada dentro del templo y así lo prueban los
distintos inventarios y noticias que hay al respecto
de la iglesia. Ya a principios del siglo XIX parece
que la cofradía no tenía más imagen que la del
Cristo, llegando en esta situación hasta que en 1941
toma la imagen de la virgen de los Dolores que
estaba primitivamente en el 2º altar del lado de la
Epístola de la iglesia, aunque en el siglo XX pasó
al antecoro de la misma. A esta imagen se le pone la
advocación de Amargura que es la que tiene en la
actualidad. La dolorosa procesionó durante unas
décadas, hasta que se sustituyó por la actual obra
de Sebastián Santos Rojas que procesiona por primera
vez en 1968. El motivo de la sustitución fue al
parecer que la imagen primitiva presentaba un ataque
de insectos xilófagos que hacía imposible que
continuara procesionando.
Tras estar la primitiva imagen unos años guardada
dentro de una caja en un almacén de la hermandad de
Humildad y Paciencia, la imagen fue cedida en
propiedad a la reorganizada cofradía de la Vera-Cruz
de Puerto Real, volviendo a procesionar, ya en
Puerto Real y manteniendo la advocación de Nuestra
Señora de la Amargura –ya que esta fue una exigencia
de la hermandad gaditana- en la Semana Santa de
1.972. Desde entonces no ha dejado de hacerlo,
procesionando en su paso de palio la noche del
Miércoles Santo tras el Cristo de la Vera-Cruz.
En cuanto a la autoría de la antigua dolorosa de
la Amargura recientemente Lorenzo Alonso de la
Sierra y el que suscribe hemos podido demostrar que
sería obra del escultor dieciochesco Luis Salvador
Carmona quien la realizó en 1761 junto al San
Antonio de Padua que todavía se conserva en la
iglesia y una santa Elena en paradero desconocido.
Es por tanto una obra de primera fila y de uno de
los mejores escultores españoles de todos los
tiempos. Como nota curiosa relacionada con la
cofradía decir que la imagen hace su entrada en el
templo de san Agustín portada en las andas de plata
de la imagen de la Soledad de la cofradía de
Humildad la cual las cedió para tan importante
evento.
SOBRE LA IMAGEN DEL CRISTO CRUCIFICADO
Siguiendo el relato de la fundación del convento,
en 1649 este se aumentó con la “hechura de un
Santo Cristo Crucificado que costó 300 ducados y que
se puso en la colateral que costeó su gasto el padre
fray Alonso Suárez y le hizo su sitial de brocado
carmesí con flecos en que gastó otros 1073 reales de
vellón”. Se trata por supuesto de la actual
imagen del Cristo de la Buena Muerte, el cual pasa
por ser una de las mejores creaciones de la
escultura española de todos los tiempos. Es una
imagen de autoría incierta y que ha sido relacionada
con los mejores escultores del momento, desde
Montañés hasta Cano pasando por Arce o Alonso
Martínez. En nuestra opinión, en su concepción se
observan dos factores de singular importancia, de
una parte una concepción a la romana que dota a la
imagen de gran belleza y agitación derivada de las
producciones de Bernini y de la otra una enorme
fuerza que evoca los modelos procedentes de Flandes
y más concretamente del taller de Rubens, por lo que
no nos decantamos por ninguno de los escultores
mencionados puesto que aunque José de Arce sí que
bebió de ambas fuentes adolece de la calidad
necesaria para ejecutar una obra de esta
envergadura.
En cuanto a la advocación del Cristo este aparece
siempre nombrado en todos los documentos agustinos
como Santo Cristo Crucificado y esto es así hasta
principios del XIX. La primera mención como Cristo
de la Buena Muerte no la vemos hasta 1850 en que se
editan unos “Piadosos y devotos ejercicios de la
buena muerte: dedicados al Santísimo Cristo que bajo
la misma advocación se venera en su admirable efigie
en la Iglesia de San Agustin de Cádiz”. Por
tanto, el Cristo toma su actual advocación en algún
instante de la primera mitad del siglo XIX.
LOS RETABLOS DE LA COFRADÍA DE HUMILDAD
Hablemos en este momento de los distintos
retablos que ha poseído la hermandad de Humildad. La
primera capilla que se tiene constancia que ocupen
es la última del lado del evangelio testera a la
puerta de la calle. Dicha capilla es donada en 1643
por los frailes a la hermandad en remuneración de
los beneficios que había recibido el convento de los
dichos hermanos como ya se comenta en el libro de
Hermano. A partir de ahí la cofradía la perfecciona
a su costa haciéndole bóveda para el entierro,
retablo de madera dorado, la enlosaron, pusieron
lámpara y le hicieron otros aumentos. La escritura
de cesión de la capilla se hizo ante Lucas de Molina
en 20 de noviembre de 1677. Pero poco tiempo pasaron
los cofrades en esta capilla ya que en 1694, como
hemos relatado, el convento les dio el patronato de
la capilla mayor y colateral del evangelio a donde
se traslada la imagen del Cristo y cediendo la
cofradía la primitiva capilla para que en ella se
pusiera la imagen del Santo Cristo Crucificado que
estaba allí en dicho colateral.
La actividad en el convento en las décadas de los
60 y 70 fue frenética ya que se terminan
prácticamente todos los retablos y capillas de la
misma. Ya hemos hablado del retablo mayor y del
colateral del evangelio, hablemos ahora del
colateral de la epístola, actualmente ocupado por la
Virgen del Mayor Dolor de la cofradía de Buena
Muerte pero que también perteneció su patronato en
la antigüedad a la cofradía de Humildad. Esta
capilla era propiedad del portugués José Pinto quien
la dedica a la Asunción y Tránsito de nuestra
señora. En la fábrica de este retablo actúan
Alejandro de Saavedra como retablista y José de Arce
y Jacinto Pimentel como escultores siendo el dorado
realizado por Jerónimo de la Fuente en 1650. De
Pimentel se desconoce la imagen que realizó, pero de
Arce sabemos que al menos hace la Asunción y los dos
pequeños ángeles que lo flanqueaban que bien se
pueden corresponder con los que, ahora desprovistos
de alas, flanquean el sagrario en el altar mayor. En
el lateral de esta capilla se construye en 1700 un
retablo de Nuestra Señora de Consolación y Correa
cuya imagen junto a las de San Agustín y Santa
Mónica son traídas de Nápoles en 1697. Tras varios
avatares largos de contar esta capilla al completo
pasa a propiedad de la cofradía de Humildad en 1804
siendo prioste Bartolomé Lopetedi aunque antes las
imágenes del lateral habían pasado al colateral del
Santo Cristo Crucificado. Esto nos da una idea del
enorme poder económico de que gozó la cofradía en la
antigüedad, teniendo el patronato de la Capilla
Mayor y las dos Colaterales.
CAPILLAS, RETABLOS E IMÁGENES DE LA IGLESIA
Una vez hemos hablado de los retablos de la cofradía
de Humildad haremos ahora una breve pasada por el
resto de retablos de la iglesia. El retablo mayor se
empieza en 1655 y se prolonga hasta 1666. En dicho
retablo la imaginería, que parcialmente se conserva
aunque dorada, corrió a cargo de Alonso Martínez,
mientras las labores de dorado fueron de Juan Gómez
Couto, siendo la estructura del retablo obra
probable de Damián Machado quien realiza diversos
trabajos en esta época para el templo y que debió
ser el autor de la mayoría de los retablos del
mismo.
A partir de aquí se hacen el resto de capillas:
san Juan Bautista y san Lorenzo, santo Tomás de
Villanueba, san Nicolás de Tolentino, santa Rita,
Concepción, Calafates (Nuestra Señora de los
Ángeles), Congregación del Santísimo Sacramento y
Nuestra Señora de Regla, todas salvo la última
propiedad de particulares o hermandades y con cuya
venta se sufragaron las obras de la iglesia y en
especial el altar mayor. Como dato curioso decir que
el retablista Damián Machado perteneció a la Junta
de Gobierno de la hermandad de san Nicolás mientras
que el pintor Juan Gómez pertenecía a la esclavitud
del Santísimo Sacramento. Todos estos retablos han
desaparecido o han sido sustituidos en reformas
posteriores menos el de Nuestra Señora de Regla el
cual ocupa la última nave de la epístola debajo de
la torre y tenía su retablo con una pintura de la
Virgen de Regla. Pertenecía este altar al convento
(quizás esto es lo que ha hecho que sea el único que
se conserve) y fue presumiblemente realizado por
Damián Machado ya que constan pagos del convento a
este retablista en 1669, corriendo el estofado y
dorado de nuevo a cargo de Juan Gómez Couto al costo
de 100 pesos. Nada se sabe del autor del cuadro de
la virgen de Regla aunque por aquella época
realizaban cuadros para el convento el mismo Juan
Gómez (que realiza uno de san Agustín), Diego
Trujillo (que hizo unos cuadros de santo Tomás y san
Guillermo) y Juan Fernández de Sosa (que hace varios
cuadros de santo Tomás, uno de ellos desnudándose).
Como vemos algunos de los retablos mencionados ya
no existen y no solo por su destrucción sino por
cambios generados por las modas del momento. Así
podemos ver por ejemplo un inventario de 1900,
realizado por el capellán Cándido María de Picamil y
que nos muestra al detalle la configuración de la
iglesia en ese momento, como vamos a ver algunos de
los elementos están desaparecidos o en otra
localización dentro de la iglesia. Así, al respecto
del altar del Cristo de la Humildad dice lo
siguiente:
“Colateral del Evangelio
En este colateral esta el retablo de mármol en
cuya hornacina principal se da culto al Santísimo
Cristo de la Humildad y Paciencia, Titular de la
Hermandad de su nombre, escultura de talla. En la
parte alta de este retablo hay un lienzo (de tres
metros cuadrados) al óleo representando la Purísima
Concepción, más una ráfaga de madera con rayos
dorados. Entre las columnas del nicho principal hay
dos cuadros pequeños dorados y ovalados, el uno
representa la Santa Cena y el otro la Magdalena
arrepentida. En la parte baja de este retablo existe
un cuadrito con marco dorado y en estampa la imagen
del Niño Rey de los Corazones. Frontal de mármol,
altar y un ángel lamparero de talla. Al lado
izquierdo y fuera del retablo está colocada una
repisa de madera que sustenta un cuadro con marco
dorado y cristal con una imagen en litografía (de
medio metro cuadrado) de San Agustín y delante una
pequeña escultura de San Francisco de Paula. En el
testero principal de este colateral y hacia el
ángulo derecho sobre repisa de madera dorada se
custodia un lienzo de 3,5 metros cuadrados con marco
dorado que representa la Asunción de Nuestra Señora
y a ambos lados dos cromos con marcos pintados y
cuyos asuntos son la Coronación de la Virgen y Santa
Ana. En el ángulo izquierdo del colateral hay un
retablo con un solo nicho, el de Nuestra Señora del
Mayor Dolor perteneciente todo el retablo a la
Hermandad de la Buena Muerte, la escultura citada
anteriormente es de cartón piedra, y sirve de remate
al nicho una ráfaga de madera dorada que pertenece a
la iglesia: altar de madera”.
Referente a al Virgen de la Amargura (todavía
advocada como virgen de los Dolores) en 1900 dice lo
siguiente:
“2º Retablo del lado de la epístola (de
madera) con un solo nicho con cristal que encierra a
la Santísima Virgen de los Dolores, efigie de media
talla. Termina el retablo con un lienzo de medio
metro cuadrado representando a San Agustín al óleo y
marco embutido en el retablo. Frontal de madera y
altar”.
Este retablo era el primitivamente advocado como
de la Concepción y era propiedad de Manuel de
Barrios y sus descendientes los marqueses de Tabares.
Respecto al Cristo de la Buena Muerte este se
hallaba en la capilla cerrada de la nave de la
Epístola, diciendo lo siguiente:
“En la única hornacina se da culto al
Santísimo Cristo de la Buena Muerte, titular de la
Hermandad del mismo nombre (esta escultura de
Montañés es propiedad de la iglesia) y una virgen de
los dolores pequeña de media talla. Frontal de
madera y altar. En el otro testero de la capilla y
sobre un armazón de madera forrado de terciopelo hay
un Nuestro Padre Jesús de las Caídas escultura
pequeña de talla”.
La reja de hierro para la capilla del Santo
Cristo Crucificado costó más de trescientos pesos y
la dio de limosna Juan de Gastia en 1721.
RELIQUIAS PERTENECIENTES A LA HERMANDAD
Era una costumbre habitual en toda
iglesia que se preciara el obtener reliquias
valiosas de santos o relativas a Cristo.
Evidentemente la iglesia de san Agustín gaditana no
iba a ser menos y constan varias de ellas algunas de
gran valor. Quizás la más valiosa sería “la
reliquia del Lignum Crucis colocada en un relicario
de plata sobre dorada con vidrios cristalinos que
hizo don Juan Francisco Eminente del Consejo de su
Majestad… y que se la dio el serenísimo señor don
Juan de Austria al tiempo de su fin y muerte la cual
la envió el pontífice Clemente octavo al señor rey
don Felipe III… como más largamente consta de la
declaración que se hizo ante Juan Muñoz de Cobos
escribano del rey en Madrid en 6 de noviembre de
1699”. También
constan por supuesto reliquias de san Agustín o
santo Tomás de Villanueva e incluso una firma de
Santa Teresa de Jesús.
Pero como curiosidad hemos encontrado
una reliquia que perteneció a la cofradía de
Humildad o que al menos estaba en su altar.
Efectivamente la hermandad poseía “la reliquia y
cuerpo de un San Martín que dio don Enrique Escón y
Enríquez a fray Baltasar Manrique… como consta por
la cesión hecha en Salamanca en 20 de Mayo de 1687 y
el cuerpo de dicho santo está en el altar del Santo
Cristo de la Humildad”.
DONACIONES A COFRADÍA Y CONVENTO
Una vez configurada la iglesia y sus capillas,
empiezan a aparecer innumerables donaciones de ajuar
para la misma, sus imágenes y cofradías. Así ya en
1655 se estaba acabando el Monumento que había
costado 2000 ducados. O en 1666 el platero Lope Díaz
de Guzmán dona una custodia de plata dorada al
convento valorada en 700 pesos y compuesta de dos
cuerpos con 10 figuritas de plata escorzada. Y así
muchas más donaciones y adquisiciones que debieron
convertir el convento gaditano en un grandioso
edificio. Para no extendernos demasiado hablaremos a
partir de ahora de aquellas donaciones y trabajos
relacionados con la hermandad de Humildad y
Paciencia.
Así, en 1673 el capitán César de Rioseco dona a
la cofradía una “lámpara de Plata hechura de
Méjico de seiscientos pesos que puso en la Capilla
del Santo Cristo de la humildad” y el general
José Centeno dona “una soga de Plata que a dicha
imagen de la humildad dio de hechura curiosa que
tuvo de costa más de quinientos pesos”. Ese
mismo año el albañil Juan García cubre con losas de
Génova blancas y negras las capillas de la Humildad
y San Nicolás. Este mismo oficial se encargó además
de alicatar de azulejos de Sevilla toda la iglesia.
Ya en 1685 fray Baltasar Manrique, además de una
reliquia de santo Tomás de Villanueva, dona al
convento un reloj de Inglaterra con caja de madera
que le costó 100 pesos y una imagen pequeña del
Cristo de la Humildad que muy probablemente se debe
corresponder con la que se conserva en la
actualidad. En 1697 se reciben dos cenefas de plata,
una para Nuestra Señora de Gracia y otra para el
Santo Cristo de la Humildad.
En 1721 se dona para el altar del Cristo una
capa, paño de púlpito, frontal y velos de terciopelo
color morado que costó cerca de 500 pesos a expensas
de don Juan de Berroa y don Bernardo de Leyza. Ese
mismo año se compran 9 láminas de cobre con efigies
abiertas a buril del Santo Cristo Crucificado, Santo
Cristo de la Humildad, Nuestra Señora de las
Virtudes, Nuestra Señora de Europa y Santo Tomás de
Villanueva y las cuatro restantes de santos de la
orden, que tuvieron de coste más de 80 pesos. Esta
lámina del Cristo de la Humildad es la que creemos
aparece inventariada en los bienes de la cofradía el
año 1836 y pudiera ser la que se conserva en la
actualidad en las dependencias de la hermandad.
Por último, en 1724, vemos que se dona un paño
de terciopelo negro bordado de oro para el Santo
Cristo de la Humildad. Como vemos el Cristo de la
Humildad recibe un gran número de donaciones y eso
que lo que hemos encontrado es lo que viene
relacionado en los documentos propios del convento
que seguro que no mencionarían buena parte del ajuar
que recibía la hermandad.
INDULGENCIAS RELACIONADAS CON LA HERMANDAD
Hablemos ahora en este punto de las gracias
concedidas a la Hermandad. Hemos localizado un
documento de enorme importancia para la historia de
la cofradía y que se trata de la concesión de una
indulgencia plenaria datada en 1703 y concedida por
parte del papa Clemente XI para el Jubileo de la
cofradía del Santo Cristo de la Humildad en que
perpetuamente ganan la Indulgencia Plenaria y demás
facultades y gracias pudiendo ganarlas 4 días
señalados por los cofrades durante el año.
Recordemos que las Indulgencias Plenarias son
aquellas que borran todo resto de pecado dejando el
alma dispuesta para entrar inmediatamente en el
cielo. Paso a reproducir el documento textualmente:
“Por el Doctor Don Franco Rodriguez de
Mendarosqueta y Zárate Maestre Escuela Dignidad de
la Santa iglesia de Toledo primada de las Españas
del consejo de su majestad en el Real de Castilla
Comisario Apostólico general de la santa cruzada y
demás gracias en todos sus reinos y señoríos. Por la
presente y por la autoridad Apostólica que para ello
tenemos de que en esta parte abramos la suspensión
que por la santa cruzada está puesta para que se
puedan publicar y ganar ciertas gracias e
indulgencias que nuestro santo Padre Clemente
Undécimo ha concedido en favor de los cofrades de la
Cofradía que su invocación es de nuestro señor
Jesucristo de la humildad que está instituida en la
iglesia y convento de Religiosos del orden de san
Agustin de la Ciudad de Cádiz, que confesaren y
comulgaren en el día de su entrada y en el Articulo
de su muerte invocaren el nombre de Jesus con el
corazón no pudiendo con la boca y a favor de dichos
Cofrades que habiendo confesado y comulgado
visitaren dicha iglesia su Capilla y oratorio en el
día y fiesta Principal de dicha Cofradía que se
eligiere por los cofrades de ella y aprobare por el
ordinario, desde sus primeras vísperas hasta el
mismo día puesto el sol y allí rogaren a Dios
nuestro señor por la conservación de la Paz y unión
entre los Príncipes Cristianos contra los infieles y
victoria contra ellos extirpación de las herejías y
exaltación de la Santa Madre iglesia, y a favor de
dichos cofrades que hicieren las mismas Diligencias
en otros cuatro días feriados o no feriados Domingos
los cuales en el Discurso del año fueren elegidos
por dichos cofrades y aprobado por el ordinario,
según mas largamente se contiene en el trasunto del
breve de su Condición que mando escrito y autorizado
ante nos de presente su data a ocho de Junio pasado
de este año = Y Damos licencia y facultad, para que
se puedan Publicar y ganar dichas indulgencias, con
tanto que su Publicación se haga sin solemnidad
alguna de trompetas ni pregón mas de que se puedan
decir en los púlpitos de las iglesias y poner para
ello Cédulas de mano y no impresas en las cuales se
declare que las Personas que hubieren de ganar
dichas indulgencias tengan la Bula de la santa
cruzada, de la predicación de la en que las hubieren
de ganar porque de otra manera no las consiguen y
así lo declaren pena de excomunión mayor y
haciéndose así mandamos que no se impida; Dada en
Madrid a nueve de Agosto de Mil Setecientos y tres
años “.
|
La Bula de la Santa Cruzada es un
privilegio pontificio, que concede a los españoles
gracias especiales, y les dispensa del ayuno y de la
abstinencia en ciertos días, particularmente en
Cuaresma. Gracias a la Bula de la Santa Cruzada los
españoles podían consumir huevos y leche durante
este periodo, extendiéndose este privilegio durante
el siglo XVIII a comer carne durante cuatro días a
la semana.
Debió tener la cofradía mucho poderío
en esos años ya que en 1705 se localiza un documento
impreso de “Sermón que en la solemnísima fiesta,
que celebra todos los años la Ilustre Hermandad del
Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, el día
segundo de la Pascua de Resurrección, en el Convento
del Gran Patriarca Señor San Agustín de la Ciudad de
Cádiz predico fray Diego Jiménez, Religioso del
Orden de San Agustín”. Este mismo fray Diego
Jiménez compone en 1705 un sermón a la Inmaculada
Concepción y en 1707 una oración para la octava de
Nuestra Señora del Tránsito.
Pocos años más tarde el convento
solicita le sea otorgado un altar privilegiado,
pidiendo que pudiera serlo uno de los dos
colaterales, ya fuera el del Cristo de la Humildad o
el de Nuestra Señora del Tránsito. El altar
privilegiado o altar gregoriano tiene su origen en
la iglesia aneja al monasterio de San Gregorio en el
monte Celio de Roma, donde se venera y custodia
celosamente el altar en que el Santo decía misa.
Cuenta con el singular privilegio de librar
súbitamente del purgatorio el alma del difunto por
el cual se aplica una misa celebrada en aquel altar,
que por este privilegio es llamado altar gregoriano,
facultad que los pontífices extendieron a través de
los llamados Altares Privilegiados. Una vez recibida
esta bula en 1754, el obispo Tomás del Valle otorgó
facultad a los frailes para que eligieran cual de
esos dos altares pasaría a ser altar privilegiado.
Al final fray Manuel Becerra, en virtud de la
facultad que le concede el obispo, decide que “sea
altar privilegiado el de Nuestra Madre y Señora
María Santísima en el Misterio de su Glorioso
Tránsito” firmando el documento en Cádiz el 22
de Abril de 1754.
EL CONVENTO DE SAN AGUSTÍN DURANTE LA GUERRA DE
LA INDEPENDENCIA
Aunque nos salimos un poco del tema
creo interesante relatar ahora que se acerca el
bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812
cómo fue la vida en el convento durante los años de
la Guerra de la Independencia contra los franceses.
Afortunadamente, dentro de los documentos de los
frailes agustinos se conserva esta breve pero
interesante noticia que nos da una idea de cómo
debieron ser aquellos años de padecimiento y que nos
acerca a la realidad de lo que fueron aquellos
años:
“En esta época sufrió esta plaza males
incalculables con las bombas que arrojó sobre ella
el furor de los enemigos, convencidos de que este
baluarte era el único estorbo a la consecución de
las empresas del dicho emperador Napoleón. Y es
necesario confesar que Cádiz dio la libertad a la
España y aun a toda Europa.
Más para conseguirla tuvo que hacer su
vecindario numerosos sacrificios. Este convento,
después de haberse desprendido de su plata
contribuyó con sumas muy cuantiosas para sostener al
gobierno y a los ejércitos que en Cádiz y en toda la
nación batallaban contra los franceses. Mil
penalidades sufrieron nuestros religiosos en aquella
época: en nuestro convento igualmente que en los
demás de Cádiz se alojaban las tropas y se
celebraban los divinos oficios, ofreciéndose la
hostia pacífica entre el estrepitoso ruido de
tambores y algarabía inevitable de soldados. Había
escasez de agua y nuestros alojados se apoderaron de
los aljibes hasta apurarlos. Los religiosos más
ancianos eran los que asistían al coro en virtud de
que los otros iban a trabajar cavando y conduciendo
cal, arena y piedra a la cortadura que se hizo a
media legua de esta población en el camino real. Y
los coristas estaban aplicados al servicio de la
artillería. No se cerraban las puertas del convento
ni de día ni de noche, fueron tantos los huéspedes
que se alojaron en esta casa que excedían el número
de religiosos en un duplo, además de las tropas que
ocupaban dormitorios y patios hasta impedir el paso
especialmente en las noches en que los soldados
dormían en el suelo mismo que era su única cama. Por
esto y porque el gobierno se llevó las mesas del
refectorio y este se llenó de colchones que el mismo
gobierno envió para algunos alojados de distinción y
para los oficiales fue necesario dispensar la
reunión de la comunidad para comer y cenar según lo
manda la ley. El alimento era bastante ordinario:
bacalao y carnes saladas compradas a subidos precios
pero siempre muy inferior al de 16 y 18 reales que
valía la libra de carne fresca y para mantenerse con
tanta escasez fue necesario vender muchas alhajas y
quedar muy empeñado el convento después de sacar del
Arca de Capitales en calidad de préstamo cuanto en
ella existía y que ascendía a 50.000 reales… jamás
se dispensaron pero con especialidad desde el día 25
de Junio de 1812 hasta el 25 de Agosto de dicho año
los franceses bombeaban a Cádiz seis veces cada día.
Baste decir que el cabildo eclesiástico abandonó su
iglesia y fue a celebrar los divinos oficios a la
iglesia de los padres Capuchinos y la comunidad de
San Agustín estando al alcance de las bombas y
habiendo caído muchas en varios puntos del convento
no alteraron ni la hora ni el lugar de sus
solemnidades. El 25 de Agosto de dicho año se fueron
los franceses”.
Con esta noticia curiosa sobre la
Guerra de la Independencia termina nuestra
disertación. Ha sido quizás un número elevado de
datos pero creemos que son importantes y era
necesario de darlos a conocer, ya que la mayor parte
de ellos son completamente novedosos fruto de
nuestras investigaciones. A través de ellos hemos
podido ver el gran patrimonio de que dispusieron
convento y cofradía en la antigüedad, parte de él
afortunadamente se conserva hoy como un legado de
generaciones pasadas, en nuestras manos está
conservarlo y mantenerlo para las venideras.
ARCHIVOS CONSULTADOS
Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Secciones de
Hacienda y Protocolos Notariales.
Archivo Histórico Diocesano de Cádiz. Secciones
Secretaría y Cofradías.
Archivo Histórico Nacional. Sección Clero.
BIBLIOGRAFÍA
ALONSO DE LA SIERRA FERNÁNDEZ, Lorenzo: “Patrimonio
Artístico de la cofradía de la Humildad y
Paciencia”, en Boletín del 375 Aniversario de
Humildad y Paciencia con vinculación agustina
(1620-1995), Cádiz, 1995, s/p.
ALONSO DE LA SIERRA FERNÁNDEZ, Lorenzo: El
Retablo Neoclásico en Cádiz, Cádiz, 1989, pp.
104-105.
ALONSO DE LA SIERRA FERNÁNDEZ, Lorenzo y ESPINOSA DE
LOS MONTEROS SÁNCHEZ, Francisco, “Sobre la obra de
Luisa Roldán en la iglesia de la Victoria de Puerto
Real”, en Soledad. Boletín Informativo de la
Venerable y Real Cofradía de Penitencia de Ntra.
Sra. de la Soledad y Santo Entierro de Ntro. Sr.
Jesucristo, Puerto Real, 2007. Asimismo para la
introducción del siglo XVII hemos utilizado de base
la de nuestro estudio sobre el entorno artístico en
la época de la Roldana.
ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, Inmaculada y
LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Miguel Luis: “Las cofradías y
su dimensión social en la España del antiguo
régimen”, en Cuadernos de Historia Moderna,
nº 25, 2000, pp. 189-232.
CONCEPCIÓN, fray Gerónimo de la: Emporio del
Orbe. Cádiz Ilustrada, Amsterdam, 1690.
DE LA PASCUA SÁNCHEZ, María José: Vivir la muerte
en el Cádiz del setecientos (1675-1801), Cádiz,
1990.
ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ, Francisco: “La
Cofradía de Humildad y Paciencia de Cádiz en el
siglo XVII. Nuevas aportaciones documentales”, en
Boletín de la Hermandad de Humildad y Paciencia,
Cádiz, 2006, s/p.
ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ, Francisco:
“Historia de los Rosarios Públicos en Cádiz” en
Actas del Congreso Internacional del Rosario,
Sevilla, 2004, pp. 419-424.
ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ, Francisco: “La
religiosidad popular gaditana a través de las
disposiciones testamentarias del siglo XVI”, en
Trocadero, nº 17, 2005.
GARCÍA GAINZA, María Concepción: El escultor Luis
Salvador Carmona, Navarra, 1990.
GARCÍA GAINZA, María Concepción y CHOCARRO BUJANDA,
Carlos: “Inventario de bienes del escultor Luis
Salvador Carmona”, en Academia, nº 86,
Madrid, 1998, p. 309.
HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique: Vida y obra de
Francisco de Villegas. Escultor, retablista y
ensamblador, Cádiz, 2002, p. 22.
HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique: “Semana Santa en Cádiz. La
Historia”, en Semana Santa en las diócesis de
Cádiz y Jerez, Cádiz, Tomos I y II, GEMISA,
1988.
HOROZCO, Agustín de: Historia de Cádiz,
Cádiz, Universidad, 2001.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Luis Salvador Carmona
Escultor y Académico, Madrid, 1990.
MORGADO GARCÍA, Arturo: El estamento eclesiástico
y la vida espiritual en la diócesis de Cádiz en el
siglo XVII, Cádiz, Universidad, 1996.
PINA CALLE, Agustín: Informe del estado de
conservación y propuesta de tratamiento de la imagen
de Nuestra Señora de la Amargura, Jerez de la
Frontera (Cádiz), 2006, inédito.
ROMERO MENSAQUE, Carlos: “Aproximación a la historia
de la Semana Santa en las diócesis de Cádiz y Jerez
en la época moderna y contemporánea”, en Revista
de Humanidades, nº 5-6, 1995, pp. 129-139.
SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: “La Imaginería”, en
Semana Santa en las Diócesis de Cádiz y Jerez. Cádiz,
Tomo I, Cádiz, 1987, p. 138.
VV. AA.: Libro de Hermano. Venerable, Inmemorial
y Pontificia Cofradía del Stmo. Cristo de la
Humildad y Paciencia y Nuestra Señora de la Amargura,
Madrid, 2005. |