HISTORIA Y MEMORIA

 

 Nuevas noticias de la Cofradía de la Humildad y Paciencia y del Convento agustino de Cádiz.

   

Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez

13 de Julio de 2007

 

CÁDIZ EN EL SIGLO XVII

Cádiz vivía a finales del XVI el comienzo de un gran apogeo económico y social que se prolongará hasta comienzos del siglo XIX. Esta ciudad ha destacado a lo largo de su  prolongada historia como núcleo mercantil de primer orden debido a su situación privilegiada en las comunicaciones atlánticas y como puerta al mediterráneo. Tras la reconquista, Alfonso X el Sabio establece la sede del obispado en esta ciudad, hecho que, unido a las circunstancias favorables en el comercio trasatlántico derivadas del descubrimiento de América, hace que Cádiz vaya creciendo paulatinamente y asentándose como núcleo mercantil de primer orden para la corona española. Y así llegamos a una fecha clave para la historia del Cádiz moderno.  En 1596 y tras varios intentos fallidos, una armada anglo-holandesa saquea Cádiz arrasando prácticamente con la ciudad y dejándola completamente desolada. En ese momento el grado de devastación fue tan grande que se llega a plantear incluso el abandono del asentamiento para llevarlo hacia otro lugar más seguro en la bahía. Sin embargo, se apuesta de nuevo por Cádiz debido a su importante carácter estratégico y se comienza a protegerlo por medio de grandes murallas y los castillos de Puntales y Matagorda, proyectados por Juan de Oviedo. Todo este nuevo apogeo atrae a gran cantidad de operarios, ingenieros militares, comerciantes, etc. que ven en Cádiz un sitio donde hacer fortuna o establecer negocios. Así, el proceso de asentamiento de foráneos que ya se había vislumbrado años antes se catapulta con la llegada sobre todo de comerciantes genoveses, quienes desde los siglos anteriores habían escogido a esta ciudad como centro de sus actividades trasatlánticas y a los que durante los siglos XVII y XVIII se unirán ingleses, franceses, holandeses, alemanes, etc. También se experimenta la llegada de pobladores procedentes de los reinos peninsulares de los cuales las colonias vasca y cántabra fueron las más destacadas, creándose así una ciudad con unos caracteres muy especiales y singulares, integrada dentro de la corona española pero dotada de una gran riqueza a todos los niveles que fue lo que la catapultó en el siglo XVIII a conseguir ser el centro del rico comercio con Indias.

En lo que a religiosidad se refiere estamos también ante un período de evolución. Superada la Edad Media en la que se entendía la religión como un medio de represión por el miedo, a través del concilio de Trento se intenta un acercamiento de la fe hacia el pueblo, haciendo las imágenes más cercanas al espectador y viviéndose en el barroco un cierto sentimiento de júbilo. Esto hace que se pase de las oscuras celebraciones medievales a la conmemoración de la fe como algo festivo, algo de lo que se está orgulloso de mostrar. Esto no solo vale para las procesiones de las hermandades sino para todas las celebraciones religiosas. En los documentos que hemos podido localizar no solo se habla de las procesiones de las cofradías de penitencia sino de festejos en los que había corridas de toros, fuegos artificiales, grandes agasajos a los pobres. Valga por ejemplo este texto sacado de las fiestas con motivo del voto inmaculista de 1615: “… y con haber durado la fiesta hasta mas de las dos de la tarde, a esa ora volvió la procesión a la Iglesia mayor, con el mismo orden, numero de personas, festividad de danzas, y gentío por los calles por donde había venido, quedando otros muchos Caballeros en el convento dando una abundante comida a todos los pobres que allí acudieron, que fueron muchísimos, … enviaron luego su comida a los que por estar encarcelados no habían participado de ella, … y en la plaza se corrieron algunos Toros con cinteros, y grande numero de Caballeros, que con buenos lances, y concertadas escaramuzas regocijaron la ciudad. Continuase la claridad del día, que se iba acabando, con la claridad de las luces, luminarias, y fuegos, que en todas partes ardían, y la alegría del pueblo, con la salva que hizo la casa de armas con su artillería, con los cohetes, que de varias partes salían, y fueron despidiendo un árbol muy ingenioso, y costoso, y otras muchas ruedas que había en la plaza. Y después de esto, que duró por muchas oras, salió del compás de S. Francisco una muy alegre, y vistosa máscara de trece cuadrillas, con invenciones diferentes, y muy ingeniosa; repartiendo letras muy agudas”.

  A todo ello hemos de unir el celo de las distintas órdenes religiosas por establecer una importante base para el paso a Indias en Cádiz y sus alrededores para que dichos conventos les sirvieran de centro de operaciones o de lugar de espera para el embarque a ultramar, incluso en algunos casos como hospicio. Y esta es la situación que vive Cádiz en el momento de fundación del convento. Por tanto, nos situamos justo antes del saqueo, momento en que se produce el primer intento de fundación del convento agustino de Cádiz.

 

FUNDACIÓN DEL CONVENTO Y DE LA COFRADÍA

               La cofradía de Humildad y Paciencia se encuentra establecida desde su fundación en el convento de San Agustín, ligada a las gentes procedentes de las provincias vascongadas. Dicho convento fue fundado el 23 de Noviembre de 1617 según escritura ante el notario Martín de Robles, siendo nombrado como prior fray Jerónimo de Cabañas. Sin embargo y con anterioridad a esta fundación consta un intento anterior que no llegó a cuajar. En efecto, Felipe Boquin de Bocanegra hace donación en 1593 de unos terrenos para la fundación de dicho convento en la plaza de Candelaria, llegándose incluso a nombrar como prior a fray Antonio Enríquez. Al nuevo convento le bautizaron como de Nuestra Señora de las Nieves por ser una de las devociones de este noble. Sin embargo esta fundación fue efímera, habiendo incluso un relato de las circunstancias de la salida de los frailes los cuales fueron inmediatamente expulsados por los cabildos civil y eclesiástico de la ciudad. Efectivamente, tan solo unas horas después de la llegada de los frailes el 2 de Abril de 1593 se les notificó la expulsión de la ciudad. Se intentó apelar a la justicia pero nadie quiso oír a los dos frailes. Incluso cuando se fue a la puerta del convento de San Francisco a apelar les recibieron tirándole una vasija llena de desperdicios e inmundicias y se les amenazó con tirarles piedras y ladrillos si no se iban de la ciudad. Al final los frailes franciscanos fueron a la casa donde estaban los dos frailes agustinos y “con grande escándalo e indecencia los sacaron de las casas y los llevaron a la playa donde tenían preparado un barco y los embarcaron e hicieron que los dejaran en El Puerto de Santa María y dijeron que no se les ocurriese volver por la ciudad”. En el fondo de todo este asunto tan macabro lo que flotaba era el deseo de los franciscanos de tener la exclusividad sobre las limosnas y donativos de los feligreses, la cual veían en peligro con la llegada de una nueva orden a Cádiz, algo que tampoco hacía excesiva gracia al cabildo catedralicio.

 Esta iniciativa como vemos no cuajó hasta más de dos décadas después. La razón principal de este retraso y es la que aducen los frailes en su protocolo, es que las circunstancias económicas tras el saqueo no fueron favorables hasta unos años después del mismo que la ciudad empieza a recuperarse. La fundación definitiva no llegó hasta finales de 1617. Ese año los frailes agustinos se intentaron volver a establecer en la casa cedida por Felipe Voquin en la plazuela de Candelaria pero, ante la negativa del obispo, consiguieron que el capitán Lorenzo de Herrera Betancourt les vendiera tres casas que este tenía en la plazuela de Pedro Vidal (que luego pasó a llamarse de San Nicolás) por 6200 ducados, con la obligación de que una vez labrada la iglesia los frailes le deberían ceder una capilla en el sitio que ocupasen dos capillas todo ello a costa del convento (estas capillas fueron con el tiempo las de san Lorenzo y la de san Juan Bautista). El día 8 de Diciembre de 1617 tomaron pacífica posesión del convento los frailes Jerónimo de Cabañas como prior, Diego de Torres como superior, Nicolás de Santa María como  sacristán, Luis de Aguilar, Juan Enríquez y Agustín Guerrero, instalándose ese mismo día el Santísimo Sacramento esta vez con el beneplácito del obispo y el cabildo civil de la ciudad.

            Una vez establecidos definitivamente en Cádiz en 1617, los inicios de los agustinos no fueron fáciles, muestra de ello es que sólo ocho meses después de su llegada, entran en un pleito de nuevo con el convento de San Francisco que dura casi dos años, pleito debido básicamente a que los franciscanos denunciaban la cercanía entre ambos conventos, hecho que les impedía conseguir las limosnas necesarias para su sustento. Al final de un largo proceso la justicia dio la razón a los agustinos. A pesar de esto comienzan las obras de lo que será el futuro convento y su iglesia primitiva, que no es la actual, sí por situación pero no por conformación. Para dicha iglesia se compran en 1619 otras cuatro casas en la plazuela de Pedro Vidal a don Luis de la Puente. Y así, en 1621 y siendo prior fray Juan Bautista de Aguilar “se aumentó el convento en una capilla grande (que sería el germen de la primitiva iglesia), una celda, un tabernáculo dorado para el Altar Mayor, otro tabernáculo dorado para el Santo Cristo de la Paciencia, una imagen de Nuestra Señora con un niño Jesús en los brazos de talla estofado (se debe referir a Nuestra Señora de Gracia ya que luego menciona más adelante una corona grande de plata para la misma y otra pequeña para el niño Jesús), un santo Tomás de Villanueva de talla estofado, un cuadro grande del Santo Cristo de la Columna, otros dos medianos de santos de la orden y un aguamanil grande de mármol”. Vemos como ya en 1621 encontramos una referencia a la existencia de la imagen de Humildad y Paciencia que es hasta el momento el documento directo más antiguo sobre esta cofradía. Todo esto se corrobora porque mientras para el resto de las imágenes del templo se habla siempre de la compra de la imagen y fábrica de su capilla, en el caso del Cristo de la Humildad sólo se habla de la realización del tabernáculo para el Cristo. Todo esto concuerda además con el documento de 1622 que concierta el policromado del primitivo Cristo, obra de Francisco de Villegas, con el pintor Juan Rodríguez, imagen que como veremos más adelante tuvo una existencia corta en la cofradía.

 Referente a la antigüedad de la cofradía hemos localizado una carta datada en 1836 y enviada por el prioste de la cofradía, José San Román, al Gobernador Civil de Cádiz. Este relata que la hermandad de la Humildad “consta existía ya en el año 1617” ¿Se equivocó el prioste al poner la fecha y copió por error la de fundación del convento o se trata realmente de la fecha de fundación de la cofradía? Porque no creemos que este prioste actuara de mala fe ya que nada ganaba añadiendo 3-4 años a un documento que iba destinado a una autoridad civil a la que poco o nada le importaban estos datos. Este es uno de los interrogantes que nos queda por resolver. Eso sí, podemos acotar definitivamente la fecha de fundación de la cofradía entre 1617, fecha declarada por el prioste en 1836, y 1621, año en que se realizan el primitivo cristo y su altar en la iglesia primitiva.

 

LOS PRIMEROS BENEFACTORES

 La construcción del convento y la reforma de su iglesia se prolonga durante más de dos décadas hasta que siendo prior fray Miguel de León Garabito se celebró la dedicación de la nueva iglesia, más concretamente el 22 de Agosto de 1648. Y en este momento debemos hablar de la figura del vasco Manuel de Iriberri, personaje fundamental para la historia de la cofradía y del convento, el cual costea toda la sillería del coro, los balcones de las tribunas, el facistol, las puertas y ventanas, la torre rematada con 3 campanas las cuales costaron 1000 ducados de vellón y las dos portadas de jaspe de Génova salvo 1000 ducados que da Sancho de Urdanibia. Paga también Iriberri el solado de toda la capilla mayor de piedra de jaspe, la barandilla, el púlpito, etc. Incluso dona unas casas con las que se completó el claustro y la portería en 1648. Viendo la magnitud de estas donaciones se entiende fácilmente que los frailes le entreguen a Manuel de Iriberri, persona también vinculada a la hermandad de Humildad y gran impulsor de esta cofradía, el patronato de la Capilla Mayor y colateral del evangelio. Este patronato pasa en 1650 con la muerte de Manuel a su hermano Miguel de Iriberri quien muere en 1659 sin herederos por lo que el patronato vuelve al convento.

 El siguiente personaje en aparecer es Diego Centeno, caballero del hábito de Santiago, quien toma el patronato de la capilla mayor hasta su fallecimiento. Luego como ya es conocido el patronato pasa en 1694 a la cofradía de Humildad por 9000 pesos, cantidad que es satisfecha al año siguiente por la hermandad. Ese año se hace además el reparto de las tres bóvedas de la capilla mayor quedando las del presbiterio y colateral del evangelio para los hermanos de Humildad y la que caía debajo de la media naranja y que tenía la misma entrada que la del presbiterio para el enterramiento de los frailes.

 Antes hicimos mención a la existencia de una torre con tres campanas, hecho del que se dudaba modernamente pensándose que esta pudiera ser de moderna hechura. Más aún esta torre sufre una ampliación a finales del XVII. El hecho debió tener cierta trascendencia ya que en los documentos se relata la “Bendición y consagración que se hizo de las 4 campanas que están en los 4 arcos principales de la torre de este convento por el Ilustrísimo y Reverendísimo señor fray Juan Biettores de Velasco religioso del orden de San Benito y obispo de Santa Marta en el reino del Perú… y les puso por nombre a la mayor de ellas que cae hacia la plazuela haciendo frente a la de San Francisco “La Santísima Trinidad”, y a la que sigue y mira a la puerta de Sevilla “Nuestro Padre San Agustín”, a la que mira hacia el cuerpo de la iglesia “Santa María” y a la última que mira hacia la calle de los Guanteros “Santa Mónica”. Esta bendición se celebró con gran fiesta el 16 de junio de 1695.

 Otra persona muy importante para conocer los primeros años de la cofradía es el mercader Juan García Julián el cual era mayordomo de la cofradía en los tiempos en que se encarga el actual Cristo a Pimentel y que fallece en enero de 1638 dejando en su testamento toda una serie de datos referentes a la hermandad. A través del mismo sabemos que la cofradía debió sufrir unos años de decadencia y que toma nuevo impulso a mediados de los 30 del siglo XVII donde empieza a renovar todo su ajuar procesional incluyendo imágenes, pasos de plata, túnicas, escapularios y toda una serie de elementos para las salidas procesionales de la cofradía. Es este Juan García quien en 1634 dona los pasos de plata de la cofradía que debieron ser realizados por el prestigioso platero portugués Antonio Suárez el cual realiza durante esos años varios trabajos para la cofradía (este platero, famoso por ser el autor del paso de la custodia del Corpus de Cádiz también hemos encontrado que realiza en 1680 las andas de plata de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios por encargo del corrector del convento de San Francisco). Juan García aparece también en 1635 citado como mayordomo en el contrato de la imagen de la dolorosa de la cofradía con Francisco de Villegas. A este respecto conviene anotar que personalmente no tengo nada claro que esta imagen llegara a ejecutarse o fuera aceptada por la cofradía porque no se entiende como encargan a este escultor el Cristo primitivo en 1621, la dolorosa en 1635 y en 1637 cambian el Cristo por el de Pimentel. Algo debió suceder, un incumplimiento por parte de Villegas o el desagrado de los cofrades con la nueva dolorosa, que hiciera que se cambiara de escultor.

 

LA IMAGEN DEL CRISTO DE LA HUMILDAD

 Hablemos en este punto de la actual imagen titular de la cofradía. Como sabemos, antes de la dedicación de la nueva iglesia la cofradía de Humildad había ya encargado en 1637 a Jacinto Pimentel la soberbia imagen de su titular. Este dato se conoce desde la restauración que le hizo el profesor Francisco Arquillo en 1983 en la cual apareció el nombre del autor (Jacinto Pimentel) y la fecha de terminación (1638). No hace mucho José Luis Romero Torres encontró en los protocolos notariales sevillanos el contrato de la imagen, fechado en 8 de marzo de 1637, entre el escultor Jacinto Pimentel y como fiador el pintor Francisco de Zurbarán, y Salvador Trigo, vecino de Cádiz, por 3300 reales. Aunque no aparece mencionada la cofradía parece evidente que se trata de la misma imagen, siendo este Salvador de Trigo el pintor activo en Cádiz en esta época.

 Afortunadamente en el testamento del mayordomo Juan García encontramos una nota que nos aporta nuevos datos en cuanto a la autoría del cristo ya que este dice que: “por cuenta de la dicha cofradía de la humildad y paciencia de que soy tal mayordomo e con acuerdo de los germanos mayores de ella y demás bienhechores e mandado se haga una hechura del santo cristo de la humildad y para que salga en las procesiones que en todos los años y tenerlo en el dicho convento de san agustin donde esta fundada y a cuenta de la hechura e dado a Jacinto Pimentel escultor que lo esta haciendo mil y ciento y cincuenta y siete reales y de los mil y ciento tengo carta de pago y del resto que son cincuenta y siete en cuenta del valor de unas medias que le di, advirtiendo que el concierto de esta sancta hechura fue en tres mil reales dejándola acabada en toda perfección y porque deseo infinito el aumento y lucimiento de esta sancta cofradía pido y encargo a el dicho manuel de yriberri se ajuste con el dicho maestro jacinto pimentel y que se vea primero si esta en toda perfección y estándolo se mande se pague de los vienes de la dicha cofradía”. Más adelante dice “y la escritura del concierto del santo Cristo esta en poder de salvador de trigo”. Por medio de estas dos confesiones queda perfectamente conformada la autoría de la imagen del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia de la mano de Jacinto Pimentel, demostrándose además que la imagen se hizo con toda seguridad en Cádiz, ciudad en la que Pimentel residía desde Julio o Agosto de 1637  y descartándose por tanto la posibilidad de que la policromía de la imagen fuera de Zurbarán. A este respecto nos parece que el pintor de la imagen pudo ser el mismo Salvador de Trigo como persona allegada a la cofradía o quizás uno de los dos pintores, Sebastián de Arteaga o Leonardo de Acebedo, que aparecen mencionados en el expediente matrimonial de Jacinto Pimentel con Ana Núñez Sidrón datado en marzo de 1638. Esta Ana Núñez era natural de Jerez y viuda de Juan García Julián, la cual casa tres meses después de enviudar con Pimentel, viudo asimismo desde el verano del año anterior. Esto que hoy día nos puede parecer extraño era ciertamente común en aquella época debido a la situación de desamparo social en que se quedaban las mujeres viudas y sus hijos. Como dato curioso decir que Damasia Pimentel, una de las hijas de Jacinto, casa con otro Juan García, hijo del mayordomo antes mencionado y por tanto hermanastro suyo.

 En cuanto al escultor Jacinto Pimentel ya adelantamos en el artículo del boletín que este era de origen portugués, nacido el año 1600 en Vila Real, una ciudad del norte de Portugal cercana a la frontera con Galicia, aunque debió pasar muy joven a Sevilla donde aparece a principios de la década de los 20 como oficial de Francisco de Ocampo, y casándose en 1624 con Andrea de Morales la cual le da sus únicas tres hijas, María (nacida en 1630), Damasia (nacida en 1631) y Teresa (nacida en 1634), las tres se trasladan a Cádiz con su padre donde viven y casan, falleciendo antes de que lo hiciese su padre. Volviendo a la vida de Pimentel, tras varios años en Sevilla donde trabaja ya de modo independiente, en 1637 fallece su primera esposa. No sabemos si debido a la necesidad de cambio de aires o por el número de encargos recibidos desde Cádiz, pero lo cierto es que en el verano de 1637 Pimentel se traslada definitivamente a Cádiz donde permanece hasta su muerte en 1676, siendo enterrado en la bóveda de la capilla mayor de la iglesia de San Antonio como hermano fundador de la cofradía de este santo. Ya hemos comentado que Pimentel casa al año siguiente de llegar a Cádiz con Ana Núñez de la cual enviuda en 1654 sin darle más descendencia. Casa Pimentel por tercera y última vez en 1656 con María Guerrero, acaudalada viuda de un mercader genovés, quien tampoco le da hijos. Los últimos años del escultor no debieron ser fáciles ya que, aparte de su avanzada edad, Jacinto Pimentel tiene que sufrir la muerte de sus tres hijas y de alguno de sus nietos.

Artísticamente hablando Jacinto Pimentel es uno de los artistas más destacados del panorama gaditano, ciudad a la cual lega su obra maestra, el Santísimo Cristo de la Humildad, aparte de los destacables Cristos de Columna y Expiración y la muy retocada virgen del Carmen como imágenes más notables. Fuera de Cádiz sus trabajos más destacados son la Inmaculada de la iglesia sevillana de San Lorenzo, las distintas imágenes que realiza para el convento de Madre de Dios de Carmona y el Nazareno de La Campana que le atribuimos hace unos años. Bueno, y la imagen de San Juan Bautista que actualmente está en Granada y que perteneció al convento gaditano, más concretamente estaba situada en la capilla homónima que era la segunda por el lado del evangelio y era propiedad de los Herrera Betancourt, personajes curiosamente de origen portugués, siendo Juan Castellanos de Herrera quien costea la imagen.

Volviendo a la imagen del Cristo de la Humildad, hemos comentado antes que en 1621 se encarga la primitiva efigie a Francisco de Villegas ¿qué fue de esta imagen? Afortunadamente el testamento de Juan García nos aclara con exactitud su paradero. Esta imagen fue donada en 1635-36 por la cofradía a través del capitán Miguel de Arostegui al convento de la Santísima Trinidad de Jerez, afortunadamente se conserva en la actualidad y pertenece a la cofradía de la Humildad y Paciencia jerezana, datos todos que ya son conocidos y que publicamos el año pasado.

 

LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA AMARGURA

             Una vez hemos hablado del Cristo de Humildad hablaremos brevemente de la Virgen de la Amargura. Aunque hay constancia de que desde el siglo XVII la cofradía procesiona una imagen dolorosa advocada como Soledad esta nunca estuvo alojada dentro del templo y así lo prueban los distintos inventarios y noticias que hay al respecto de la iglesia. Ya a principios del siglo XIX parece que la cofradía no tenía más imagen que la del Cristo, llegando en esta situación hasta que en 1941 toma la imagen de la virgen de los Dolores que estaba primitivamente en el 2º altar del lado de la Epístola de la iglesia, aunque en el siglo XX pasó al antecoro de la misma. A esta imagen se le pone la advocación de Amargura que es la que tiene en la actualidad. La dolorosa procesionó durante unas décadas, hasta que se sustituyó por la actual obra de Sebastián Santos Rojas que procesiona por primera vez en 1968. El motivo de la sustitución fue al parecer que la imagen primitiva presentaba un ataque de insectos xilófagos que hacía imposible que continuara procesionando.

             Tras estar la primitiva imagen unos años guardada dentro de una caja en un almacén de la hermandad de Humildad y Paciencia, la imagen fue cedida en propiedad a la reorganizada cofradía de la Vera-Cruz de Puerto Real, volviendo a procesionar, ya en Puerto Real y manteniendo la advocación de Nuestra Señora de la Amargura –ya que esta fue una exigencia de la hermandad gaditana- en la Semana Santa de 1.972. Desde entonces no ha dejado de hacerlo, procesionando en su paso de palio la noche del Miércoles Santo tras el Cristo de la Vera-Cruz.

En cuanto a la autoría de la antigua dolorosa de la Amargura recientemente Lorenzo Alonso de la Sierra y el que suscribe hemos podido demostrar que sería obra del escultor dieciochesco Luis Salvador Carmona quien la realizó en 1761 junto al San Antonio de Padua que todavía se conserva en la iglesia y una santa Elena en paradero desconocido. Es por tanto una obra de primera fila y de uno de los mejores escultores españoles de todos los tiempos. Como nota curiosa relacionada con la cofradía decir que la imagen hace su entrada en el templo de san Agustín portada en las andas de plata de la imagen de la Soledad de la cofradía de Humildad la cual las cedió para tan importante evento.

 

SOBRE LA IMAGEN DEL CRISTO CRUCIFICADO

Siguiendo el relato de la fundación del convento, en 1649 este se aumentó con la “hechura de un Santo Cristo Crucificado que costó 300 ducados y que se puso en la colateral que costeó su gasto el padre fray Alonso Suárez y le hizo su sitial de brocado carmesí con flecos en que gastó otros 1073 reales de vellón”. Se trata por supuesto de la actual imagen del Cristo de la Buena Muerte, el cual pasa por ser una de las mejores creaciones de la escultura española de todos los tiempos. Es una imagen de autoría incierta y que ha sido relacionada con los mejores escultores del momento, desde Montañés hasta Cano pasando por Arce o Alonso Martínez. En nuestra opinión, en su concepción se observan dos factores de singular importancia, de una parte una concepción a la romana que dota a la imagen de gran belleza y agitación derivada de las producciones de Bernini y de la otra una enorme fuerza que evoca los modelos procedentes de Flandes y más concretamente del taller de Rubens, por lo que no nos decantamos por ninguno de los escultores mencionados puesto que aunque José de Arce sí que bebió de ambas fuentes adolece de la calidad necesaria para ejecutar una obra de esta envergadura.

En cuanto a la advocación del Cristo este aparece siempre nombrado en todos los documentos agustinos como Santo Cristo Crucificado y esto es así hasta principios del XIX. La primera mención como Cristo de la Buena Muerte no la vemos hasta 1850 en que se editan unos “Piadosos y devotos ejercicios de la buena muerte: dedicados al Santísimo Cristo que bajo la misma advocación se venera en su admirable efigie en la Iglesia de San Agustin de Cádiz”. Por tanto, el Cristo toma su actual advocación en algún instante de la primera mitad del siglo XIX.

 

LOS RETABLOS DE LA COFRADÍA DE HUMILDAD

 Hablemos en este momento de los distintos retablos que ha poseído la hermandad de Humildad. La primera capilla que se tiene constancia que ocupen es la última del lado del evangelio testera a la puerta de la calle. Dicha capilla es donada en 1643 por los frailes a la hermandad en remuneración de los beneficios que había recibido el convento de los dichos hermanos como ya se comenta en el libro de Hermano. A partir de ahí la cofradía la perfecciona a su costa haciéndole bóveda para el entierro, retablo de madera dorado, la enlosaron, pusieron lámpara y le hicieron otros aumentos. La escritura de cesión de la capilla se hizo ante Lucas de Molina en 20 de noviembre de 1677. Pero poco tiempo pasaron los cofrades en esta capilla ya que en 1694, como hemos relatado, el convento les dio el patronato de la capilla mayor y colateral del evangelio a donde se traslada la imagen del Cristo y cediendo la cofradía la primitiva capilla para que en ella se pusiera la imagen del Santo Cristo Crucificado que estaba allí en dicho colateral.

 

La actividad en el convento en las décadas de los 60 y 70 fue frenética ya que se terminan prácticamente todos los retablos y capillas de la misma. Ya hemos hablado del retablo mayor y del colateral del evangelio, hablemos ahora del colateral de la epístola, actualmente ocupado por la Virgen del Mayor Dolor de la cofradía de Buena Muerte pero que también perteneció su patronato en la antigüedad a la cofradía de Humildad. Esta capilla era propiedad del portugués José Pinto quien la dedica a la Asunción y Tránsito de nuestra señora. En la fábrica de este retablo actúan Alejandro de Saavedra como retablista y José de Arce y Jacinto Pimentel como escultores siendo el dorado realizado por Jerónimo de la Fuente en 1650. De Pimentel se desconoce la imagen que realizó, pero de Arce sabemos que al menos hace la Asunción y los dos pequeños ángeles que lo flanqueaban que bien se pueden corresponder con los que, ahora desprovistos de alas, flanquean el sagrario en el altar mayor. En el lateral de esta capilla se construye en 1700 un retablo de Nuestra Señora de Consolación y Correa cuya imagen junto a las de San Agustín y Santa Mónica son traídas de Nápoles en 1697. Tras varios avatares largos de contar esta capilla al completo pasa a propiedad de la cofradía de Humildad en 1804 siendo prioste Bartolomé Lopetedi aunque antes las imágenes del lateral habían pasado al colateral del Santo Cristo Crucificado. Esto nos da una idea del enorme poder económico de que gozó la cofradía en la antigüedad, teniendo el patronato de la Capilla Mayor y las dos Colaterales.

 

CAPILLAS, RETABLOS E IMÁGENES DE LA IGLESIA

              Una vez hemos hablado de los retablos de la cofradía de Humildad haremos ahora una breve pasada por el resto de retablos de la iglesia. El retablo mayor se empieza en 1655 y se prolonga hasta 1666. En dicho retablo la imaginería, que parcialmente se conserva aunque dorada, corrió a cargo de Alonso Martínez, mientras las labores de dorado fueron de Juan Gómez Couto, siendo la estructura del retablo obra probable de Damián Machado quien realiza diversos trabajos en esta época para el templo y que debió ser el autor de la mayoría de los retablos del mismo.

 A partir de aquí se hacen el resto de capillas: san Juan Bautista y san Lorenzo, santo Tomás de Villanueba, san Nicolás de Tolentino, santa Rita, Concepción, Calafates (Nuestra Señora de los Ángeles), Congregación del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de Regla, todas salvo la última propiedad de particulares o hermandades y con cuya venta se sufragaron las obras de la iglesia y en especial el altar mayor. Como dato curioso decir que el retablista Damián Machado perteneció a la Junta de Gobierno de la hermandad de san Nicolás mientras que el pintor Juan Gómez pertenecía a la esclavitud del Santísimo Sacramento. Todos estos retablos han desaparecido o han sido sustituidos en reformas posteriores menos el de Nuestra Señora de Regla el cual ocupa la última nave de la epístola debajo de la torre y tenía su retablo con una pintura de la Virgen de Regla. Pertenecía este altar al convento (quizás esto es lo que ha hecho que sea el único que se conserve) y fue presumiblemente realizado por Damián Machado ya que constan pagos del convento a este retablista en 1669, corriendo el estofado y dorado de nuevo a cargo de Juan Gómez Couto al costo de 100 pesos. Nada se sabe del autor del cuadro de la virgen de Regla aunque por aquella época realizaban cuadros para el convento el mismo Juan Gómez (que realiza uno de san Agustín), Diego Trujillo (que hizo unos cuadros de santo Tomás y san Guillermo) y Juan Fernández de Sosa (que hace varios cuadros de santo Tomás, uno de ellos desnudándose).

Como vemos algunos de los retablos mencionados ya no existen y no solo por su destrucción sino por cambios generados por las modas del momento. Así podemos ver por ejemplo un inventario de 1900, realizado por el capellán Cándido María de Picamil y que nos muestra al detalle la configuración de la iglesia en ese momento, como vamos a ver algunos de los elementos están desaparecidos o en otra localización dentro de la iglesia. Así, al respecto del altar del Cristo de la Humildad dice lo siguiente:

Colateral del Evangelio

En este colateral esta el retablo de mármol en cuya hornacina principal se da culto al Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, Titular de la Hermandad de su nombre, escultura de talla. En la parte alta de este retablo hay un lienzo (de tres metros cuadrados) al óleo representando la Purísima Concepción, más una ráfaga de madera con rayos dorados. Entre las columnas del nicho principal hay dos cuadros pequeños dorados y ovalados, el uno representa la Santa Cena y el otro la Magdalena arrepentida. En la parte baja de este retablo existe un cuadrito con marco dorado y en estampa la imagen del Niño Rey de los Corazones. Frontal de mármol, altar y un ángel lamparero de talla. Al lado izquierdo y fuera del retablo está colocada una repisa de madera que sustenta un cuadro con marco dorado y cristal con una imagen en litografía (de medio metro cuadrado) de San Agustín y delante una pequeña escultura de San Francisco de Paula. En el testero principal de este colateral y hacia el ángulo derecho sobre repisa de madera dorada se custodia un lienzo de 3,5 metros cuadrados con marco dorado que representa la Asunción de Nuestra Señora y a ambos lados dos cromos con marcos pintados y cuyos asuntos son la Coronación de la Virgen y Santa Ana. En el ángulo izquierdo del colateral hay un retablo con un solo nicho, el de Nuestra Señora del Mayor Dolor perteneciente todo el retablo a la Hermandad de la Buena Muerte, la escultura citada anteriormente es de cartón piedra, y sirve de remate al nicho una ráfaga de madera dorada que pertenece a la iglesia: altar de madera”.

Referente a al Virgen de la Amargura (todavía advocada como virgen de los Dolores) en 1900 dice lo siguiente:

2º Retablo del lado de la epístola (de madera) con un solo nicho con cristal que encierra a la Santísima Virgen de los Dolores, efigie de media talla. Termina el retablo con un lienzo de medio metro cuadrado representando a San Agustín al óleo y marco embutido en el retablo. Frontal de madera y altar”.

Este retablo era el primitivamente advocado como de la Concepción y era propiedad de Manuel de Barrios y sus descendientes los marqueses de Tabares.

Respecto al Cristo de la Buena Muerte este se hallaba en la capilla cerrada de la nave de la Epístola, diciendo lo siguiente:

En la única hornacina se da culto al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, titular de la Hermandad del mismo nombre (esta escultura de Montañés es propiedad de la iglesia) y una virgen de los dolores pequeña de media talla. Frontal de madera y altar. En el otro testero de la capilla y sobre un armazón de madera forrado de terciopelo hay un Nuestro Padre Jesús de las Caídas escultura pequeña de talla”.

La reja de hierro para la capilla del Santo Cristo Crucificado costó más de trescientos pesos y la dio de limosna Juan de Gastia en 1721.

 

RELIQUIAS PERTENECIENTES A LA HERMANDAD

             Era una costumbre habitual en toda iglesia que se preciara el obtener reliquias valiosas de santos o relativas a Cristo. Evidentemente la iglesia de san Agustín gaditana no iba a ser menos y constan varias de ellas algunas de gran valor. Quizás la más valiosa sería “la reliquia del Lignum Crucis colocada en un relicario de plata sobre dorada con vidrios cristalinos que hizo don Juan Francisco Eminente del Consejo de su Majestad… y que se la dio el serenísimo señor don Juan de Austria al tiempo de su fin y muerte la cual la envió el pontífice Clemente octavo al señor rey don Felipe III… como más largamente consta de la declaración que se hizo ante Juan Muñoz de Cobos escribano del rey en Madrid en 6 de noviembre de 1699”. También constan por supuesto reliquias de san Agustín o santo Tomás de Villanueva e incluso una firma de Santa Teresa de Jesús.

            Pero como curiosidad hemos encontrado una reliquia que perteneció a la cofradía de Humildad o que al menos estaba en su altar. Efectivamente la hermandad poseía “la reliquia y cuerpo de un San Martín que dio don Enrique Escón y Enríquez a fray Baltasar Manrique… como consta por la cesión hecha en Salamanca en 20 de Mayo de 1687 y el cuerpo de dicho santo está en el altar del Santo Cristo de la Humildad”.

 

DONACIONES A COFRADÍA Y CONVENTO

 Una vez configurada la iglesia y sus capillas, empiezan a aparecer innumerables donaciones de ajuar para la misma, sus imágenes y cofradías. Así ya en 1655 se estaba acabando el Monumento que había costado 2000 ducados. O en 1666 el platero Lope Díaz de Guzmán dona una custodia de plata dorada al convento valorada en 700 pesos y compuesta de dos cuerpos con 10 figuritas de plata escorzada. Y así muchas más donaciones y adquisiciones que debieron convertir el convento gaditano en un grandioso edificio. Para no extendernos demasiado hablaremos a partir de ahora de aquellas donaciones y trabajos relacionados con la hermandad de Humildad y Paciencia.

 Así, en 1673 el capitán César de Rioseco dona a la cofradía una “lámpara de Plata hechura de Méjico de seiscientos pesos que puso en la Capilla del Santo Cristo de la humildad” y el general José Centeno dona “una soga de Plata que a dicha imagen de la humildad dio de hechura curiosa que tuvo de costa más de quinientos pesos”. Ese mismo año el albañil Juan García cubre con losas de Génova blancas y negras las capillas de la Humildad y San Nicolás. Este mismo oficial se encargó además de alicatar de azulejos de Sevilla toda la iglesia.

 Ya en 1685 fray Baltasar Manrique, además de una reliquia de santo Tomás de Villanueva, dona al convento un reloj de Inglaterra con caja de madera que le costó 100 pesos y una imagen pequeña del Cristo de la Humildad que muy probablemente se debe corresponder con la que se conserva en la actualidad. En 1697 se reciben dos cenefas de plata, una para Nuestra Señora de Gracia y otra para el Santo Cristo de la Humildad.

 En 1721 se dona para el altar del Cristo una capa, paño de púlpito, frontal y velos de terciopelo color morado que costó cerca de 500 pesos a expensas de don Juan de Berroa y don Bernardo de Leyza. Ese mismo año se compran 9 láminas de cobre con efigies abiertas a buril del Santo Cristo Crucificado, Santo Cristo de la Humildad, Nuestra Señora de las Virtudes, Nuestra Señora de Europa y Santo Tomás de Villanueva y las cuatro restantes de santos de la orden, que tuvieron de coste más de 80 pesos. Esta lámina del Cristo de la Humildad es la que creemos aparece inventariada en los bienes de la cofradía el año 1836 y pudiera ser la que se conserva en la actualidad en las dependencias de la hermandad.

 Por último, en 1724, vemos que se dona un paño de terciopelo negro bordado de oro para el Santo Cristo de la Humildad. Como vemos el Cristo de la Humildad recibe un gran número de donaciones y eso que lo que hemos encontrado es lo que viene relacionado en los documentos propios del convento que seguro que no mencionarían buena parte del ajuar que recibía la hermandad.

 

INDULGENCIAS RELACIONADAS CON LA HERMANDAD

             Hablemos ahora en este punto de las gracias concedidas a la Hermandad. Hemos localizado un documento de enorme importancia para la historia de la cofradía y que se trata de la concesión de una indulgencia plenaria datada en 1703 y concedida por parte del papa Clemente XI para el Jubileo de la cofradía del Santo Cristo de la Humildad en que perpetuamente ganan la Indulgencia Plenaria y demás facultades y gracias pudiendo ganarlas 4 días señalados por los cofrades durante el año. Recordemos que las Indulgencias Plenarias son aquellas que borran todo resto de pecado dejando el alma dispuesta para entrar inmediatamente en el cielo. Paso a reproducir el documento textualmente:

Por el Doctor Don Franco Rodriguez de Mendarosqueta y Zárate Maestre Escuela Dignidad de la Santa iglesia de Toledo primada de las Españas del consejo de su majestad en el Real de Castilla Comisario Apostólico general de la santa cruzada y demás gracias en todos sus reinos y señoríos. Por la presente y por la autoridad Apostólica que para ello tenemos de que en esta parte abramos la suspensión que por la santa cruzada está puesta para que se puedan publicar y ganar ciertas gracias e indulgencias que nuestro santo Padre Clemente Undécimo ha concedido en favor de los cofrades de la Cofradía que su invocación es de nuestro señor Jesucristo de la humildad que está instituida en la iglesia y convento de Religiosos del orden de san Agustin de la Ciudad de Cádiz, que confesaren y comulgaren en el día de su entrada y en el Articulo de su muerte invocaren el nombre de Jesus con el corazón no pudiendo con la boca y a favor de dichos Cofrades que habiendo confesado y comulgado visitaren dicha iglesia su Capilla y oratorio en el día y fiesta Principal de dicha Cofradía que se eligiere por los cofrades de ella y aprobare por el ordinario, desde sus primeras vísperas hasta el mismo día puesto el sol y allí rogaren a Dios nuestro señor por la conservación de la Paz y unión entre los Príncipes Cristianos contra los infieles y victoria contra ellos extirpación de las herejías y exaltación de la Santa Madre iglesia, y a favor de dichos cofrades que hicieren las mismas Diligencias en otros cuatro días feriados o no feriados Domingos los cuales en el Discurso del año fueren elegidos por dichos cofrades y aprobado por el ordinario, según mas largamente se contiene en el trasunto del breve de su Condición que mando escrito y autorizado ante nos de presente su data a ocho de Junio pasado de este año = Y Damos licencia y facultad, para que se puedan Publicar y ganar dichas indulgencias, con tanto que su Publicación se haga sin solemnidad alguna de trompetas ni pregón mas de que se puedan decir en los púlpitos de las iglesias y poner para ello Cédulas de mano y no impresas en las cuales se declare que las Personas que hubieren de ganar dichas indulgencias tengan la Bula de la santa cruzada, de la predicación de la en que las hubieren de ganar porque de otra manera no las consiguen y así lo declaren pena de excomunión mayor y haciéndose así mandamos que no se impida; Dada en Madrid a nueve de Agosto de Mil Setecientos y tres años “.

 

 

            La Bula de la Santa Cruzada es un privilegio pontificio, que concede a los españoles gracias especiales, y les dispensa del ayuno y de la abstinencia en ciertos días, particularmente en Cuaresma. Gracias a la Bula de la Santa Cruzada los españoles podían consumir huevos y leche durante este periodo, extendiéndose este privilegio durante el siglo XVIII a comer carne durante cuatro días a la semana.

            Debió tener la cofradía mucho poderío en esos años ya que en 1705 se localiza un documento impreso de “Sermón que en la solemnísima fiesta, que celebra todos los años la Ilustre Hermandad del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, el día segundo de la Pascua de Resurrección, en el Convento del Gran Patriarca Señor San Agustín de la Ciudad de Cádiz predico fray Diego Jiménez, Religioso del Orden de San Agustín”. Este mismo fray Diego Jiménez compone en 1705 un sermón a la Inmaculada Concepción y en 1707 una oración para la octava de Nuestra Señora del Tránsito.

            Pocos años más tarde el convento solicita le sea otorgado un altar privilegiado, pidiendo que pudiera serlo uno de los dos colaterales, ya fuera el del Cristo de la Humildad o el de Nuestra Señora del Tránsito. El altar privilegiado o altar gregoriano tiene su origen en la iglesia aneja al monasterio de San Gregorio en el monte Celio de Roma, donde se venera y custodia celosamente el altar en que el Santo decía misa. Cuenta con el singular privilegio de librar súbitamente del purgatorio el alma del difunto por el cual se aplica una misa celebrada en aquel altar, que por este privilegio es llamado altar gregoriano, facultad que los pontífices extendieron a través de los llamados Altares Privilegiados. Una vez recibida esta bula en 1754, el obispo Tomás del Valle otorgó facultad a los frailes para que eligieran cual de esos dos altares pasaría a ser altar privilegiado. Al final fray Manuel Becerra, en virtud de la facultad que le concede el obispo, decide que “sea altar privilegiado el de Nuestra Madre y Señora María Santísima en el Misterio de su Glorioso Tránsito” firmando el documento en Cádiz el 22 de Abril de 1754.

 

EL CONVENTO DE SAN AGUSTÍN DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

            Aunque nos salimos un poco del tema creo interesante relatar ahora que se acerca el bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812 cómo fue la vida en el convento durante los años de la Guerra de la Independencia contra los franceses. Afortunadamente, dentro de los documentos de los frailes agustinos se conserva esta breve pero interesante noticia que nos da una idea de cómo debieron ser aquellos años de padecimiento y que nos acerca a la realidad de lo que fueron aquellos años: 

En esta época sufrió esta plaza males incalculables con las bombas que arrojó sobre ella el furor de los enemigos, convencidos de que este baluarte era el único estorbo a la consecución de las empresas del dicho emperador Napoleón. Y es necesario confesar que Cádiz dio la libertad a la España y aun a toda Europa.

Más para conseguirla tuvo que hacer su vecindario numerosos sacrificios. Este convento, después de haberse desprendido de su plata contribuyó con sumas muy cuantiosas para sostener al gobierno y a los ejércitos que en Cádiz y en toda la nación batallaban contra los franceses. Mil penalidades sufrieron nuestros religiosos en aquella época: en nuestro convento igualmente que en los demás de Cádiz se alojaban las tropas y se celebraban los divinos oficios, ofreciéndose la hostia pacífica entre el estrepitoso ruido de tambores y algarabía inevitable de soldados. Había escasez de agua y nuestros alojados se apoderaron de los aljibes hasta apurarlos. Los religiosos más ancianos eran los que asistían al coro en virtud de que los otros iban a trabajar cavando y conduciendo cal, arena y piedra a la cortadura que se hizo a media legua de esta población en el camino real. Y los coristas estaban aplicados al servicio de la artillería. No se cerraban las puertas del convento ni de día ni de noche, fueron tantos los huéspedes que se alojaron en esta casa que excedían el número de religiosos en un duplo, además de las tropas que ocupaban dormitorios y patios hasta impedir el paso especialmente en las noches en que los soldados dormían en el suelo mismo que era su única cama. Por esto y porque el gobierno se llevó las mesas del refectorio y este se llenó de colchones que el mismo gobierno envió para algunos alojados de distinción y para los oficiales fue necesario dispensar la reunión de la comunidad para comer y cenar según lo manda la ley. El alimento era bastante ordinario: bacalao y carnes saladas compradas a subidos precios pero siempre muy inferior al de 16 y 18 reales que valía la libra de carne fresca y para mantenerse con tanta escasez fue necesario vender muchas alhajas y quedar muy empeñado el convento después de sacar del Arca de Capitales en calidad de préstamo cuanto en ella existía y que ascendía a 50.000 reales… jamás se dispensaron pero con especialidad desde el día 25 de Junio de 1812 hasta el 25 de Agosto de dicho año los franceses bombeaban a Cádiz seis veces cada día. Baste decir que el cabildo eclesiástico abandonó su iglesia y fue a celebrar los divinos oficios a la iglesia de los padres Capuchinos y la comunidad de San Agustín estando al alcance de las bombas y habiendo caído muchas en varios puntos del convento no alteraron ni la hora ni el lugar de sus solemnidades. El 25 de Agosto de dicho año se fueron los franceses”.

            Con esta noticia curiosa sobre la Guerra de la Independencia termina nuestra disertación. Ha sido quizás un número elevado de datos pero creemos que son importantes y era necesario de darlos a conocer, ya que la mayor parte de ellos son completamente novedosos fruto de nuestras investigaciones. A través de ellos hemos podido ver el gran patrimonio de que dispusieron convento y cofradía en la antigüedad, parte de él afortunadamente se conserva hoy como un legado de generaciones pasadas, en nuestras manos está conservarlo y mantenerlo para las venideras.

 

ARCHIVOS CONSULTADOS

Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Secciones de Hacienda y Protocolos Notariales.

Archivo Histórico Diocesano de Cádiz. Secciones Secretaría y Cofradías.

Archivo Histórico Nacional. Sección Clero.

 

BIBLIOGRAFÍA

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ALONSO DE LA SIERRA FERNÁNDEZ, Lorenzo: El Retablo Neoclásico en Cádiz, Cádiz, 1989, pp. 104-105.

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VV. AA.: Libro de Hermano. Venerable, Inmemorial y Pontificia Cofradía del Stmo. Cristo de la Humildad y Paciencia y Nuestra Señora de la Amargura, Madrid, 2005.

 

 

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