Una
Semana Santa diferente
Y me estoy refiriendo a la vivida por los gaditanos
en 1.937, distante tan sólo un año de los tristes
sucesos ocurridos en 1.936 que, aunque leves en
nuestra ciudad, no cabe duda causaron su impacto en
el mundo de las cofradías.
Una Semana Santa diferente en todo, incluso en las
estaciones de algunas hermandades en días muy
distintos a los que nos tienen acostumbrados desde
hace ya muchos años.
Así, vemos que el Domingo de Ramos, desfiló la
cofradía de los Afligidos y la del Cristo de la
Expiración, ambas desde la Parroquia de San
Lorenzo.
El Lunes Santo, desde el convento de San Agustín,
la Humildad y Paciencia. En una nota resumiendo la
historia larga y fecunda de la Hermandad de los
Vizcaínos, el cronista nos dice que ''la talla de
esta escultura, obra de la Roldana, fue hecha en un
tronco de árbol de sus mismas dimensiones...''
Desde San Antonio, el Cristo de la Columna y Azotes,
consignando el esforzado cronista ''el valioso
obsequio hecho por Don Ignacio de Cajigas,
consistente en un paso con varales de plata para la
Virgen de las Lágrimas...''
El Martes Santo, desfiló el Ecce-Homo desde su
Iglesia de San Pablo y el Cristo de la Piedad desde
su sede de Santiago. El cronista nos dice que ''esta
cofradía organizó en el año 1.892 una procesión
que con gran lucimiento y brillo hizo estación en
la Santa Iglesia Catedral, el Miércoles Santo por
la tarde...''Acompañando a la noticia vemos una
fotografía reproducida por el medio mecánico del
fotograbado en la que se ve la imagen del
crucificado de la Piedad luciendo un paño de pureza
o sudario -puesto sobre el de la talla- de tela de
tul con hilos de oro; se dice, como no, que la talla
del Cristo es muy antigua habiendo padecido mucho
durante el saqueo del inglés de 1.596 y
reconstruida por el escultor murciano Francisco
Salcillo...''
El Miércoles Santo desfiló la Ilustre Cofradía
del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y Ntra. Señora
de la Soledad, desde su sede del Convento de San
Francisco. Hay que consignar que tan sólo salió la
imagen del Cristo, ya que todos los titulares habían
sido destruidos cuándo el saqueo e incendio que
sufrió el Convento el día 11 de Mayo de 1.931.
El Jueves Santo debió ser especialmente triste pues
faltó a la cita, tanto en la calle como en su
templo, la imagen emblemática del Nazareno de Santa
María, que había resultado casi destruida en los
sucesos ocurridos en la Iglesia del monasterio y
capilla de la hermandad el 8 de marzo de 1.936. Esta
Inmemorial, Venerable y Pontificia Cofradía del
Nazareno fue muy dañada sufriendo las pérdidas
-irreparables- de la imagen de la Virgen de los
Dolores, obra de Benito de Hita y Castillo, y de María
Magdalena, obra de Luis Roldán.
El Viernes Santo, y desde nuestra querida y entrañable
Catedral Vieja de Santa Cruz, la procesión del
Santo Entierro de Ntro. Señor Jesucristo y Ntra.
Sra. de la Soledad. El Cristo Yacente en su urna de
plata cincelada, realizada a mediados del Siglo XIX,
en estilo isabelino, por el platero gaditano Manuel
Ramírez.
La imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, talla muy
antigua de autor desconocido, luciendo su famoso
manto de terciopelo negro bordado a base de perlas
que iban formando tupidas grecas, en su airoso paso
de templete que jamás debió perder por su
incuestionable sabor gaditano. Esta Cofradía sacó
también en su cortejo el paso de la Virgen de las
Angustias que se venera en su capilla del Caminito.
Y para cerrar la crónica de una Semana Santa atípica,
desfiló la cofradía de penitencia del Santísimo
Cristo de la Buena Muerte, que salió de su templo
de San Agustín. Dice el cronista refiriéndose a la
austeridad y compostura de esta cofradía del
Silencio, que ''a pesar de su severidad, el aspecto
de esta procesión es tan hermoso y artístico que,
en 1.928 cuándo el Ayuntamiento de Cádiz confió
en un jurado de artistas otorgar un premio a la
cofradía que presentase una procesión más bella,
esa recompensa fue otorgada a esta hermandad''
Haciendo un resumen, vemos que desfilaron nueve
cofradías además de las Angustias que sacó el
Santo Entierro, con un total de trece pasos, algo
muy distinto de lo que hoy es nuestra Semana Santa.
Debió ser ésta un triste calvario para las cofradías
que habían perdido importantes enseres en sucesos
pasados, como el Descendimiento, aniquilada en su
totalidad, y la de la Salud con el Cristo muy dañado,
ambas tenían su sede en el Convento de Santo
Domingo.
La Cofradía de la Piedad, en el incendio y saqueo
que sufrió el Seminario Conciliar de San Bartolomé,
en donde guardaba la Hermandad parte de sus enseres,
desapareció una importante candelería de cristal
muy antigua, un estandarte bordado en oro y una gran
cantidad de efectos del culto interno como del
externo. Días más tarde es asaltado el almacén
que la hermandad tenía en la calle Arbolí y son
robadas la totalidad de las túnicas y capirotes de
raso bordado en oro, cíngulos del mismo metal, unas
magníficas farolas, los paños bordados en oro para
los bancos de la nave de la Iglesia en rico
terciopelo antiguo, la totalidad de los cirios de
taza, etc, etc. Se daba una valoración de todo lo
perdido y se decía que la cifra era superior a las
quince mil pesetas...
En marzo de 1.936 la Iglesia de San Pablo tampoco se
libró del furor desatado y a punto estuvo la
hermosa imagen del Ecce-Homo de perecer en un
intencionado incendio del que iba a ser víctima la
Iglesia. La imagen del Señor no llegó a sufrir
ningún percance, siendo sacada del templo por su
mayordomo, el Sr. Navarro, y los cofrades, Sres.
Campe, Chacín, Almeida, Civeira, Martí y otros. La
imagen de la bellísima Virgen de las Angustias -
una de las más bellas dolorosas de Cádiz, a la que
no se le ha hecho justicia y no se le ha reconocido
todavía el lugar artístico que merece con más méritos
que otras que son continuamente piropeadas sin
tantos merecimientos artísticos- y otras imágenes
del hermoso templo, fueron puestas a buen recaudo y
así salvadas. San Juan Evangelista, por hallarse en
un retablo próximo a la puerta, sufrió
desperfectos en los brazos y en la indumentaria, así
como una pequeña y devota imagen del Ecce-Homo que
hay en la puerta sobre un cepillo limosnero que fue
robada, siendo entregada al capellán del templo por
una persona que la encontró. Se puede decir que
dentro del templo paulino se entabló una verdadera
batalla campal entre los hermanos de la cofradía y
los asaltantes, intentando aquellos disuadir a éstos
de la misión incendiaria que llevaban en sus
mentes. Con todo, lograron destruir algunos altares
próximos a la entrada del templo y ocasionaron
desperfectos en imágenes y bancos.
Queda sí la crónica de una Semana Santa diferente,
de una Semana Santa después del movimiento, de una
Semana Santa de hace ya setenta y dos años.
Ángel
Mozo Polo