Escultores e Imagineros de la Pasión gaditana

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Vida y Obra del Escultor

Jacinto Pimentel


 

        La figura de Jacinto Pimentel, imaginero andaluz (al menos por su arte) del siglo XVII, nos ofrece todavía hoy un gran cúmulo de interrogantes sin resolver. Yo mismo, cuando pensaba en el título del artículo, se me ocurrió en principio apellidarle como "el gran olvidado". Y es que, a la vista de la obra conocida de este autor, se me antoja increíble que no aparezca apenas mencionado en los principales tratados de imaginería. Al igual que ocurriera con el gran Juan de Mesa y Velasco, Pimentel ha sido un personaje totalmente olvidado hasta no hace mucho tiempo y del que todavía se conoce muy poco; es más, si salimos del ámbito geográfico de la Bahía de Cádiz, sigue siendo para casi todos un completo desconocido. Intentaremos en este artículo poner algo de luz sobre la figura de este artista, que tuvo gran prestigio en su época y que luego cayó en el mayor de los olvidos. Además, intentaremos añadir algunas obras a la nómina del autor de tallas tan sublimes con el Cristo de Humildad y Paciencia, el Señor de la Columna, el Cristo de la Expiración y la Virgen del Carmen en Cádiz o María Santísima de la Confortación en Jerez.

        No se sabe con exactitud ni el lugar ni la fecha de su nacimiento, en algunos tratados antiguos se hace referencia al año de 1605, pero no disponemos de documento alguno en la actualidad que confirme esa aseveración. Lo que sí es cierto es que, como veremos más adelante, esa fecha no ha de andar muy descaminada. En cuanto a su lugar de nacimiento, aquí si que hay toda una serie de conjeturas. Algunos tratadistas hablan de Sevilla, al fin y al cabo, sus primeros datos aparecen en esta localidad, sin embargo, el no haberse declarado nunca como "natural de Sevilla" sino como "residente en Sevilla", nos hace pensar que no era sevillano. Lo mismo se podría decir de una posible vinculación gaditana, nunca hizo referencia a Cádiz como su patria utilizando asimismo la fórmula del "residente en". Así, lo encontramos residiendo Cádiz en la calle Guanteros. Otros hablan de su procedencia extremeña, castellana e incluso en algunos lugares aparece el dato de haber nacido en Villarreal. En ninguno de los casos hemos podido obtener documento alguno que corrobore alguna de las teorías, así que debemos mantener la debida cautela al respecto. Si examinamos su estilo, especialmente el de sus primeras obras de la etapa sevillana, le podemos encontrar un cierto aire granadino en su estilo de tallado y, por extensión, ciertas analogías a la escultura practicada en las zonas murciana y levantina, las cuales durante las etapas iniciales del barroco copiaron dichos modelos granadinos (aunque esa influencia bien la pudo heredar de Martínez Montañés y Ocampo); además el apellido Pimentel tiene cierto aire mediterráneo, pero todo esto no dejan de ser conjeturas que deben ser confirmadas por la investigación documental.

         Podríamos dividir la producción imaginera de Pimentel en dos etapas en base más a la procedencia de sus imágenes que a las diferencias estilísticas de las mismas. En un análisis preliminar, podemos observar que la obra de Pimentel avanza suavemente desde el manierismo protobarroco hasta realizaciones que progresivamente se van contagiando de la plástica barroca imperante en la época, aunque es digno de mencionar que este escultor siempre mantuvo un estilo propio y personal, estilo que probablemente y como veremos más adelante, sirvió de inspiración a otros artistas de su época. Así, mucho se ha hablado de que la obra de Pimentel seguiría los modelos estéticos de José de Arce, pero a la vista de las obras que ahora pasamos a exponer, yo no tendría tan clara esa aseveración, es más, quizás lo que ocurrió fue justo lo contrario, ya que observamos la plástica de Pimentel en años anteriores a la presencia de Arce en su entorno, ya que Arce no aparece en Sevilla hasta 1636, no trasladándose a Cádiz hasta 1644. De todos modos, lo que se observa es una paulatina transición desde los modelos manieristas de Ocampo y Montañés y no una ruptura en la estética. Teniendo en cuenta los preceptos apuntados anteriormente, podríamos hablar en la producción de Pimentel de una etapa sevillana y una etapa gaditana, basadas primordialmente en la localización geográfica de las imágenes.

         Lo cierto que el primer dato biográfico que hemos podido constatar sobre Pimentel no lo tenemos hasta 1624, cuando aparece como oficial de Francisco de Ocampo, del cual Pimentel sí que tiene evidentes influencias en su obra postrera. Lo encontramos ya independiente poco después, ya que interviene junto a otros artistas en el coro de San Pedro en 1627, por aquel entonces vivía en la collación sevillana de San Miguel. Es este dato de 1627 el que nos hace pensar que Pimentel hubo de nacer entre 1600 y 1605. Luego Pimentel comienza a trabajar en diversos retablos tales como el del hospital de Nuestra Señora de la Paz (1631) o en la parroquia de San Lorenzo, donde parece que realiza la imagen de la Inmaculada Concepción en 1630. Además, ha quedado constancia de su enfrentamiento con el escultor Remesal y el pintor Pablo Legot por el retablo de Santa María la Mayor de Aracena, luego esos enfrentamientos se ve que quedaron resueltos, no en vano Legot aparece en el testamento de nuestro artista fechado en 1669.

        Pero lo cierto es que la primera obra de importancia de Jacinto Pimentel la constituye el retablo mayor del Convento de Madre de Dios de Carmona (Sevilla). El retablo fue concertado en 1630 por la orden dominica residente en dicho convento, que por aquel entonces era un convento de monjas de clausura. El retablo se terminó en 1632, hemos podido saber además que posteriormente fue dorado en 1700, tal y como consta en una inscripción en el mismo. Este retablo, por tanto, se nos ofrece como punto de partida para entender la obra de nuestro escultor.

        El retablo consta de sotabanco, banco, dos cuerpos y ático. El cuerpo está dividido en tres calles separadas por columnas de capitel corintio y fuste en espiral, siendo la calle central más ancha que las laterales. Todo el conjunto del retablo está envuelto por un guardapolvo con arco de medio punto. Tanto el banco como el sotabanco y la mesa del altar son obras modernas que han sustituido a las primitivas que estaban en muy mal estado; la parte central del banco está ocupada por el tabernáculo, que ocupa además todo el primer cuerpo en su calle central. El segundo cuerpo de la calle central está ocupado por la escena de la Anunciación, esta parte ha sufrido posteriores repintes que han desmejorado mucho su calidad aunque se puede ver todavía la mano del escultor en la imagen de la Virgen. El retablo está coronado en su ático por un relieve que representa la Santísima Trinidad, en la imagen del Dios Hijo podemos observar los caracteres propios que Pimentel imprimía a todas sus imágenes cristíferas. A ambos lados del ático podemos observar cartelas con el anagrama de la orden de predicadores dominicos que combina el blanco y el negro como símbolo del ideal dominicano de mortificación y alegría, con el lema "Alabar Bendecir Predicar". En la calle de la izquierda tenemos las imágenes de San Juan Bautista y Santo Domingo de Guzmán, asimismo en la calle de la derecha tenemos sendas tallas de San Juan Evangelista y Santo Tomás de Aquino; todas ellas imágenes exentas.

        Además, como ya hemos publicado anteriormente, hay una serie de imágenes en las capillas laterales y habitaciones anexas a la iglesia que pueden considerarse como obras de Pimentel basándonos en comparaciones con obras firmadas del artista, en algunos casos los parecidos son evidentes. Así, ya situábamos como obra del Pimentel una pequeña talla de San José con el niño situada en un altar lateral y que en posteriores investigaciones hemos descubierto que esta imagen procede de la parte desmontada del retablo, en el cual quedaba situada debajo del grupo central de la Anunciación. Asimismo, podemos asignar a Pimentel una talla de vestir de Santo Tomás de Aquino situada en una hornacina a la izquierda del altar mayor por su enorme parecido con la talla homónima del retablo mayor. Como curiosidad anotar que justo encima de esta hornacina se encuentra un cuadro atribuido con total fundamento a Francisco de Zurbarán (1598-1664). Según consta en los archivos del convento, en aquella época llegó al mismo una niña a la que se le conocía como "la zurbarana" y que sería una hija del artista. Es curioso anotar como los nombres de Pimentel y Zurbarán aparecen relacionados. Hay muchos más datos curiosos en torno a este convento que no son el objeto de este artículo y que quizás desarrollaremos más adelante.

        De mayor importancia es la imagen de vestir del santo dominicano San Vicente Ferrer situada en una hornacina en el lateral derecho del altar, de enorme parecido con la imagen del Santo Tomás del retablo mayor y se puede adjudicar sin problemas a Pimentel. La cabeza de esta imagen ofrece notables similitudes con la imagen de San Sebastián de la parroquia castrense del Angel Custodio de Cádiz. Caracteres como el giro y posición de la cabeza, la nariz recta, el entrecejo en forma de triángulo invertido, la boca entreabierta, los labios pequeños, o los ojos prominentes y de rasgos orientales; se nos presentan idénticos en ambas imágenes y característicos de la producción de Pimentel. En el caso del San Sebastián podemos observar otros detalles estilísticos habituales como son el gran modelado anatómico, los leves hilillos de sangre y el típico sudario trapezoidal que ya repitió en las imágenes del Señor de Columna y el Cristo de la Expiración. Podemos afirmar por tanto que la imagen del San Sebastián es obra de Jacinto Pimentel.

        En otra hornacina situada en el lateral izquierdo del templo podemos observar una imagen de vestir de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de predicadores y que, por su enorme parecido con la imagen homónima del altar mayor, podemos adjudicar también con seguridad a Pimentel.

        Situada enfrente de esta imagen se puede observar en otra hornacina una preciosa imagen de vestir de la Virgen de la Encarnación. Sobre esta imagen es muy difícil pronunciarse debido a la escasez de imágenes marianas del artista y a que, debido a que es una imagen de vestir, queda poco espacio disponible para analizar detalles anatómicos característicos. De todos modos, hay algunos detalles que nos permiten atribuir aunque con las debidas reservas esta imagen a Pimentel. Así, hay coincidencias con determinados detalles como son, por ejemplo, la forma de tallar las manos y la unión de los dedos anular y corazón. Además, en este caso particular podemos observar como la policromía es similar al resto de imágenes que hemos mencionado hasta ahora en este convento, asimismo el niño Jesús que tiene a sus pies se parece mucho al que porta la imagen de San José carpintero con el niño mencionada anteriormente. De todos modos, apuntamos esta imagen como atribución con cierto fundamento.

         En una habitación anexa a la iglesia hay una imagen de la Virgen del Rosario que también nos ha llamado la atención desde el principio por su parecido con otras imágenes marianas de Pimentel y, en particular, con la Virgen del Carmen gaditana. Aunque hay notables diferencias en la policromía (muy retocada en la de Cádiz) hay algunos detalles coincidentes tales como el entrecejo en forma de triángulo invertido, el suave arqueo de las cejas, la nariz recta, los labios, el largo y estilizado cuello, etc. Además la imagen de Virgen del Rosario tiene otras características propias de Pimentel como claramente se puede ver en los rasgos orientales de los ojos y en general con su enorme parecido con otras tallas mencionadas anteriormente como por ejemplo el San Vicente o aun más con la Virgen del grupo de la Anunciación que preside el retablo de Madre de Dios. La imagen del niño Jesús que acompaña a la Virgen del Rosario mantiene los parecidos estilísticos con la obra de Pimentel, con notable parecido al niño que acompaña al San José carpintero mencionado arriba y a las cabezas de ángeles que completan el grupo central de la Anunciación. Podemos por tanto, atribuir con cierta firmeza esta imagen de la Virgen del Rosario a la producción de Jacinto Pimentel.

 

Nazareno de la Campana (Sevilla)
(c) Foto: Jesús Sánchez Pavón

Confortación de Jerez (Cádiz)
(c) Foto: Jesús Sánchez Pavón

 

        Nada más se conocía hasta el momento de la etapa sevillana, quizás la ausencia de obras para hermandades es lo que lo hizo caer en el olvido. Sin embargo, hemos descubierto una imagen que puede abrir nuevos horizontes en la investigación de este artista, ampliando la nómina de sus tallas procesionales con un modelo del cual además hasta ahora no teníamos precedente. Nos referimos a la imagen de Jesús Nazareno de la localidad sevillana de La Campana. Esta imagen pertenece a la hermandad homónima radicada en la iglesia parroquial de Santa María la Blanca de dicha localidad y hasta ahora estaba datada como una imagen anónima de mediados del siglo XVII. Son fuertes los lazos de amistad que me unen con los cofrades de esta pequeña localidad de la campiña sevillana, los cuales desde el principio nos han ofrecido toda su ayuda en nuestras investigaciones.

        Existen datos sobre la existencia de la cofradía del Nazareno de La Campana desde principios del siglo XVIII. Luego hay pocos datos hasta el año 1842 en que el párroco Francisco González la menciona en el censo de hermandades de la parroquia, junto a las Hermandades de la Vera-Cruz (cuyo titular labró el escultor Juan Gómez, discípulo de Montañés) y del Santo Entierro, haciendo referencia a la inexistencia de reglas aprobadas en todas ellas. Es curioso anotar como a fecha de hoy estas hermandades siguen sin tener aprobados sus estatutos, los cuales se hayan en proceso de elaboración. En cuanto a la residencia canónica, siempre ha sido la parroquia de Santa María la Blanca, la cual podemos datar en su primera etapa a finales del siglo XVI, continuándose en el siglo XVII con el arquitecto Vermondo Resta. El edificio consta de tres naves, presbiterio y sacristía a las espaldas del presbiterio. La parte más antigua la ocupan la nave central, el presbiterio y el crucero, las naves laterales son adiciones posteriores del siglo XVIII. La imagen de Jesús Nazareno se encuentra en la actualidad ocupando la parte central del primer retablo por el lado del evangelio (justo el más alejado del presbiterio), aunque consta que anteriormente a las obras del siglo XVIII estuvo en otro lateral de la primitiva iglesia. El retablo fue realizado a mediados del siglo XVIII, constando de banco, tres calles y un ático con un relieve del Ecce-Homo.

        La imagen es de las llamadas de vestir, con cabeza, manos y pies tallados, el cuerpo primitivo era de listones forrados de tela. Los pies han sido sustituidos recientemente en una restauración realizada por el imaginero de Lora del Río Juan Ventura (1983-4) en la que también se le puso un nuevo cuerpo anatomizado en cedro (el mismo material en el cual está realizada la imagen). Desgraciadamente, durante dicha restauración se le cambió el giro de la cabeza, la imagen primitiva miraba más bien hacia la derecha, actualmente su mirada es casi frontal. La primera impresión cuando se observa esta imagen es impactante, su parecido con las obras procesionales de Pimentel, especialmente el Señor de la Columna de San Antonio o el Cristo de la Expiración de San Francisco es increíble. Asimismo, la imagen presenta los caracteres habituales de la producción de Pimentel tales como son la división en dos del cabello por medio de una raya central, el tallado menudo de los mechones de cabello, los ojos de rasgos orientales tan característicos de Pimentel (aunque yo personalmente pienso que lo que tienen sus imágenes es lo que vulgarmente llamamos ojos saltones), la barba abundante y dividida en dos mechones, pómulos marcados, la curvatura inversa en la posición de los ojos, nariz recta y pequeña, frente lisa, espacio entre las cejas en forma de triángulo invertido, etc. En definitiva, toda una serie de caracteres propios de Pimentel, aunque nada como la contemplación directa de la imagen y el comprobar su increíble parecido con las imágenes del Cristo de Humildad y Paciencia y, sobretodo, con el Señor de Columna o el Cristo de la Expiración gaditanos. Podemos, por tanto, situar esta imagen sin temor a equivocarnos como obra segura de Pimentel. En cuanto a la datación, teniendo en cuenta la cercanía geográfica de La Campana con Carmona y el hecho de que en 1637 Pimentel ya estaba en Cádiz, la podríamos situar aproximadamente sobre 1630-35, con lo cual tendríamos un excelente precedente de las obras gaditanas que demostraría una vez más la independencia de estilo de Pimentel con respecto a otros artistas con los que se le ha vinculado.

        Acompaña a Jesús Nazareno una talla de la Virgen de los Dolores de Juan Ventura (1984) que sustituye a otra anónima del siglo XVIII que actualmente ocupa un altar en el lado del presbiterio, dicha imagen ha sufrido desafortunados repintes que la desmerecen enormemente. En esta iglesia nos queda todavía un gran trabajo de investigación por realizar, ya que hay notables tallas de los siglos XVII y XVIII por desvelar.

        También existe una reciente atribución a Pimentel de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Mairena del Alcor formulada por parte de Elías García Rodríguez. Esta imagen procede de la Iglesia de San Francisco de Carmona y a su vez del desaparecido convento del Carmen de dicha ciudad. Con esta imagen hay que ser mucho más cautos, ya que nuestras investigaciones posteriores nos han demostrado que existe un documento encontrado por el investigador Fernando Quiles datado en 1678 en el cual un joven Francisco Ruiz Gijón se comprometía con la cofradía del Santo Cristo de la Amargura de Carmona a realizar una imagen del titular, un nazareno con la cruz invertida y de talla completa. Luego investigaciones posteriores de Federico García de la Concha han llegado a establecer que la imagen del Nazareno de Mairena se corresponde con la del Cristo de la Amargura carmonense, que luego pasó a llamarse Cristo de los Milagros. Por tanto, esta atribución a Pimentel no queda nada clara a pesar de tener ciertas similitudes estilísticas que sospechamos heredó el imaginero utrerano de la obra de Ocampo y de Alonso Martínez que fue su maestro.

        Tras varios años de estancia en Sevilla, nuestro escultor decide en 1637 de fijar su estancia en Cádiz. Aquí comienza una nueva etapa en la que ya sí que encontramos una abundante producción imaginera que va aumentando con el paso de los años. Consta además que por esta época el escultor Alfonso Martínez fue discípulo de nuestro artista, del cual parece que se independiza en este año de 1637.

        La primera obra documentada de Pimentel en Cádiz es la del Cristo de Humildad y Paciencia, el cual fue acabado en el año 1638 (aunque fue encargado en Sevilla un año antes) tal y como reza en una inscripción situada en un hueco en la base de la imagen: "acaboce anno 1638 Jacinto Pimentel faciebat", donde el faciebat (que no faciebad, palabra que no existe en el latín) indica claramente la hechura de la imagen por parte de Pimentel y era una expresión ampliamente utilizada en la época, así por ejemplo, Stradivarius firmaba sus famosos violines como "Antonius Stradivarius Cremonenfis Faciebat Anno 1714". El descubrimiento de la fecha de datación de la imagen se realizó durante la restauración llevada a cabo por el profesor Francisco Arquillo Torres en Febrero de 1983 y acabó con su atribución a Alonso Martínez, al cual se le atribuían erróneamente diversas obras del maestro. Mucho se ha hablado sobre esta magnífica imagen, probablemente la mejor de las descubiertas hasta ahora de Pimentel, la cual posee un excelente tratamiento del desnudo especialmente visible en la espalda de la misma donde demuestra sus profundos conocimientos de anatomía. Representa a Cristo meditando sentado encima de una peña y esperando el momento de la crucifixión, el modelo pudo tomarlo en parte al menos en cuanto a composición de la estatua de Lorenzo el magnífico de Miguel Angel de la Basílica de San Lorenzo de Florencia aunque en posición invertida. La imagen está realizada en madera de cedro, demostrando una excelente técnica en el manejo de gubias y aparejos. Recientemente se ha descubierto además la más que probable intervención del pintor extremeño afincado en Sevilla Francisco de Zurbarán (1598-1664) en la policromía de la imagen (amén de firmar en el contrato de realización de la obra), lo cual realza más si cabe el valor de esta imagen que se puede situar en la cumbre de la imaginería andaluza y que es sin lugar a dudas la mejor de las de su advocación y punto de partida de otras obras similares como el Cristo de Humildad y Paciencia de Chiclana, realizado por Tomás Vadillos en 1697 y tomando claramente como modelo el Cristo gaditano. Su paso procesional es obra de los talleres de Pérez Calvo (1953), con tallas de los evangelistas obra de Ortega Bru. El Cristo de Humildad y Paciencia revela por sí solo a Pimentel como uno de los grandes maestros del barroco andaluz debido a su excelente modelado y terminación, al magnífico estudio anatómico y a su cuidada policromía, estando a la altura de las grandes obras del siglo XVII.

 

 

        El mismo año de 1638 Pimentel realiza la talla de Nuestra Señora del Carmen, tal y como consta en el documento encontrado por el historiador Enrique Hormigo, en el cual Simón de Tolosa, mayordomo de dicha cofradía concierta con Pimentel la hechura de la imagen. Dicho documento está fechado a 26 de Mayo de 1638 y estimula el mes de Agosto del mismo año para la entrega de la imagen. El artista cumplió el encargo con presteza ya que luego, en el torso de la imagen, podemos ver la firma del artista y el año de 1638. La imagen, de bellísima factura, presenta analogías con otras obras presentes en el Convento de Madre de Dios de Carmona, aunque por desgracia ha sido muy retocada y desvirtuada especialmente en la policromía. La imagen es de las denominadas de candelero con cabeza y manos talladas, el niño que lleva en sus brazos es obra posterior atribuida a Domenico Giscardi.

 

 

        Sabemos que por aquellos años trabajó en el Convento de San Agustín junto a los retablistas Damián Machado y Alejandro de Saavedra además del escultor José de Arce y probablemente de Alonso Martínez. Durante su vida se dedicó al comercio de ultramar y a la especulación mercantil, llevando una vida muy desahogada económicamente al contrario de la mayoría de los artistas de su época. En el año 1639 y a pesar de haber estado casado, encontramos a nuestro artista tomando los hábitos de la Orden Tercera de San Francisco de la cual profesó en 1644, llegando a ocupar en ella cargos de responsabilidad como el de ministro de la Orden.

         Como ya hemos referido por estos años encontramos a Pimentel trabajando con José de Arce y Alejandro de Saavedra los cuales tienen encargos en la vecina localidad de Jerez, es muy probable que haya más de una obra de nuestro artista en la ciudad jerezana en la cual Arce termina, entre otros, el retablo de San Miguel que Montañés había dejado inconcluso. De la posible etapa jerezana de Pimentel lo único que encontramos hasta ahora es la atribución antiquísima que tiene la imagen de María Santísima de la Confortación, titular mariana de la Hermandad de la Oración en el Huerto de Jerez sita en la iglesia conventual de Santo Domingo. La imagen ofrece notables similitudes con las obras marianas de nuestro artista palpables en la forma de realizar ojos, nariz y boca; la podemos por tanto, incluir dentro de la producción de Pimentel, la fecha de su datación estaría en torno al año de 1640, habiendo sido restaurada por Guerra Carretero en 1979. La imagen es de bellísima factura, haciendo un gran conjunto con un Angel Confortador de tamaña académico atribuido a La Roldana con el cual dialoga.

        Consta que en 1644 Pimentel realiza unas tallas de San Bernardino y San Diego para los descalzos cuyo paradero actual se desconoce. La siguiente imagen que tenemos de Pimentel es la del San Juan Bautista que realizó Pimentel para la iglesia de San Agustín en 1651 (la referencia a este año la encontramos en el testamento de José Pinto) y que en la actualidad, tras pasar por desafortunadas vicisitudes, se encuentra en los padres Capuchinos de Granada.

        Nos consta también que Pimentel formó parte de la Junta de Gobierno de la Hermandad de San Antonio de Padua, radicada en la Iglesia del mismo nombre. En esa misma iglesia se funda la cofradía de la Expiración, el primitivo titular de la misma, actualmente situado en la capilla de los franceses de la Iglesia de San Francisco, fue realizado por Pimentel en 1655. Su autoría se descubre durante la restauración a que le sometió Fray Antonio Fernández Garrote en 1990, al serle desmontados los brazos e iluminar su interior ahuecado, se pudo leer en la zona interna de la espalda la frase "jacinto pimentel faciebat 1655". Este crucificado es espléndido y es el punto de partida de varios crucificados del mismo nombre como el de la Expiración de Écija de Pedro Roldán y que culminan con el sublime Cristo de la Expiración, el Cachorro, que tallara Ruiz Gijón en 1682. Hay que tener muy en cuenta que Alonso Martínez fue discípulo de Pimentel del que probablemente siguió su estilo, impronta que a su vez quedaría grabada en la obra de Gijón, que a su vez fue discípulo de Martínez. Vemos aquí la notable influencia que el arte de Pimentel tiene en la plástica de la segunda mitad del siglo de oro andaluz, actuando como nexo de unión entre los modelos manieristas y el barroco expresivo de finales de siglo. En cuanto a la imagen, está realizada como todas sus obras procesionales en madera de cedro, estando ahuecada en su interior con vistas a poder procesionar. Muestra el preciso momento de la expiración, con los músculos en tensión, el cuerpo alzado y los ojos cercanos a nublarse.

         La siguiente gran obra de nuestro artista es el Señor atado a la Columna de la Hermandad homónima de la Parroquia de San Antonio de Cádiz. Consta que esta Hermandad se funda en 1660 y encarga a Pimentel la hechura de su titular, realizándose la bendición de la misma en Febrero de 1661. Esta imagen, con notables parecidos con el Cristo de la Expiración de San Francisco (el sudario es idéntico pero invertido) y con el Nazareno de La Campana, había sido atribuida erróneamente a Martínez, hasta que en una reciente restauración realizada por Enrique Ortega en 1996 se encontró su firma en unos pergaminos situados en un hueco de su espalda amén de estar escrito su nombre y fecha de ejecución en el interior de la imagen. Es de nuevo una de las mejores tallas que podemos admirar de este género, mostrando con gran realismo los suplicios de la flagelación, su rostro es impresionante por el dramatismo que encierra, el sudario es idéntico al del Cristo de la Expiración sino que invertido. La columna es también una obra de gran valor realizada en plata en 1666 por el platero mejicano Francisco Suárez, regalada por los capitanes Sierra y Velázquez. Consta además que en una restauración llevada a cabo en el siglo XVIII se le ponen ojos de cristal. Los sayones que acompañan al señor son obra de Jácome Mayo (1783). Esta imagen es popularmente conocida en Cádiz como el Aguador por haber sido sacada varias veces durante períodos de sequía. A sendos lados del altar de esta Hermandad, podemos admirar dos tallas de San Pedro y San Juan que podemos atribuir a Pimentel. Aparte de todas estas obras, ya hemos hecho referencia a la talla del San Sebastián de la castrense, el cual hemos atribuido con seguridad a las gubias de Jacinto Pimentel; en cuanto a su datación, debido a que el paño de pureza es idéntico al del Señor atado a la Columna, podemos fechar esta imagen en torno a 1660.

 

 

        Como curiosidad anotar que hizo obras para el Carnaval de Cádiz en 1658. Hizo testamento en 1669, muriendo en Cádiz el 2 de Marzo de 1676. Queda todavía mucho por descubrir de la vida y obra de este insigne artista del barroco andaluz, que nos ha dejado algunas de las mejores tallas procesionales de la semana santa andaluza y que, sin embargo, sigue siendo para muchos un completo desconocido. Esperemos que estas líneas sirvan para darlo a conocer, borrando de una vez por todas la injusticia que el tiempo jugó él.

 

Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez

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