La figura de Jacinto Pimentel, imaginero andaluz (al
menos por su arte) del siglo XVII, nos ofrece
todavía hoy un gran cúmulo de interrogantes sin
resolver. Yo mismo, cuando pensaba en el título del
artículo, se me ocurrió en principio apellidarle
como "el gran olvidado". Y es que, a la
vista de la obra conocida de este autor, se me
antoja increíble que no aparezca apenas mencionado
en los principales tratados de imaginería. Al igual
que ocurriera con el gran Juan de Mesa y Velasco,
Pimentel ha sido un personaje totalmente olvidado
hasta no hace mucho tiempo y del que todavía se
conoce muy poco; es más, si salimos del ámbito
geográfico de la Bahía de Cádiz, sigue siendo
para casi todos un completo desconocido.
Intentaremos en este artículo poner algo de luz
sobre la figura de este artista, que tuvo gran
prestigio en su época y que luego cayó en el mayor
de los olvidos. Además, intentaremos añadir
algunas obras a la nómina del autor de tallas tan
sublimes con el Cristo de Humildad y Paciencia, el
Señor de la Columna, el Cristo de la Expiración y
la Virgen del Carmen en Cádiz o María Santísima
de la Confortación en Jerez.
No se sabe con exactitud ni el lugar ni la fecha de
su nacimiento, en algunos tratados antiguos se hace
referencia al año de 1605, pero no disponemos de
documento alguno en la actualidad que confirme esa
aseveración. Lo que sí es cierto es que, como
veremos más adelante, esa fecha no ha de andar muy
descaminada. En cuanto a su lugar de nacimiento,
aquí si que hay toda una serie de conjeturas.
Algunos tratadistas hablan de Sevilla, al fin y al
cabo, sus primeros datos aparecen en esta localidad,
sin embargo, el no haberse declarado nunca como
"natural de Sevilla" sino como
"residente en Sevilla", nos hace pensar
que no era sevillano. Lo mismo se podría decir de
una posible vinculación gaditana, nunca hizo
referencia a Cádiz como su patria utilizando
asimismo la fórmula del "residente en".
Así, lo encontramos residiendo Cádiz en la calle
Guanteros. Otros hablan de su procedencia
extremeña, castellana e incluso en algunos lugares
aparece el dato de haber nacido en Villarreal. En
ninguno de los casos hemos podido obtener documento
alguno que corrobore alguna de las teorías, así
que debemos mantener la debida cautela al respecto.
Si examinamos su estilo, especialmente el de sus
primeras obras de la etapa sevillana, le podemos
encontrar un cierto aire granadino en su estilo de
tallado y, por extensión, ciertas analogías a la
escultura practicada en las zonas murciana y
levantina, las cuales durante las etapas iniciales
del barroco copiaron dichos modelos granadinos
(aunque esa influencia bien la pudo heredar de
Martínez Montañés y Ocampo); además el apellido
Pimentel tiene cierto aire mediterráneo, pero todo
esto no dejan de ser conjeturas que deben ser
confirmadas por la investigación documental.
Podríamos dividir la producción imaginera de
Pimentel en dos etapas en base más a la procedencia
de sus imágenes que a las diferencias estilísticas
de las mismas. En un análisis preliminar, podemos
observar que la obra de Pimentel avanza suavemente
desde el manierismo protobarroco hasta realizaciones
que progresivamente se van contagiando de la
plástica barroca imperante en la época, aunque es
digno de mencionar que este escultor siempre mantuvo
un estilo propio y personal, estilo que
probablemente y como veremos más adelante, sirvió
de inspiración a otros artistas de su época. Así,
mucho se ha hablado de que la obra de Pimentel
seguiría los modelos estéticos de José de Arce,
pero a la vista de las obras que ahora pasamos a
exponer, yo no tendría tan clara esa aseveración,
es más, quizás lo que ocurrió fue justo lo
contrario, ya que observamos la plástica de
Pimentel en años anteriores a la presencia de Arce
en su entorno, ya que Arce no aparece en Sevilla
hasta 1636, no trasladándose a Cádiz hasta 1644.
De todos modos, lo que se observa es una paulatina
transición desde los modelos manieristas de Ocampo
y Montañés y no una ruptura en la estética.
Teniendo en cuenta los preceptos apuntados
anteriormente, podríamos hablar en la producción
de Pimentel de una etapa sevillana y una etapa
gaditana, basadas primordialmente en la
localización geográfica de las imágenes.
Lo cierto que el primer dato biográfico que hemos
podido constatar sobre Pimentel no lo tenemos hasta
1624, cuando aparece como oficial de Francisco de
Ocampo, del cual Pimentel sí que tiene evidentes
influencias en su obra postrera. Lo encontramos ya
independiente poco después, ya que interviene junto
a otros artistas en el coro de San Pedro en 1627,
por aquel entonces vivía en la collación sevillana
de San Miguel. Es este dato de 1627 el que nos hace
pensar que Pimentel hubo de nacer entre 1600 y 1605.
Luego Pimentel comienza a trabajar en diversos
retablos tales como el del hospital de Nuestra
Señora de la Paz (1631) o en la parroquia de San
Lorenzo, donde parece que realiza la imagen de la
Inmaculada Concepción en 1630. Además, ha quedado
constancia de su enfrentamiento con el escultor
Remesal y el pintor Pablo Legot por el retablo de
Santa María la Mayor de Aracena, luego esos
enfrentamientos se ve que quedaron resueltos, no en
vano Legot aparece en el testamento de nuestro
artista fechado en 1669.
Pero lo cierto es que la primera obra de importancia
de Jacinto Pimentel la constituye el retablo mayor
del Convento de Madre de Dios de Carmona (Sevilla).
El retablo fue concertado en 1630 por la orden
dominica residente en dicho convento, que por aquel
entonces era un convento de monjas de clausura. El
retablo se terminó en 1632, hemos podido saber
además que posteriormente fue dorado en 1700, tal y
como consta en una inscripción en el mismo. Este
retablo, por tanto, se nos ofrece como punto de
partida para entender la obra de nuestro escultor.
El retablo consta de sotabanco, banco, dos cuerpos y
ático. El cuerpo está dividido en tres calles
separadas por columnas de capitel corintio y fuste
en espiral, siendo la calle central más ancha que
las laterales. Todo el conjunto del retablo está
envuelto por un guardapolvo con arco de medio punto.
Tanto el banco como el sotabanco y la mesa del altar
son obras modernas que han sustituido a las
primitivas que estaban en muy mal estado; la parte
central del banco está ocupada por el tabernáculo,
que ocupa además todo el primer cuerpo en su calle
central. El segundo cuerpo de la calle central está
ocupado por la escena de la Anunciación, esta parte
ha sufrido posteriores repintes que han desmejorado
mucho su calidad aunque se puede ver todavía la
mano del escultor en la imagen de la Virgen. El
retablo está coronado en su ático por un relieve
que representa la Santísima Trinidad, en la imagen
del Dios Hijo podemos observar los caracteres
propios que Pimentel imprimía a todas sus imágenes
cristíferas. A ambos lados del ático podemos
observar cartelas con el anagrama de la orden de
predicadores dominicos que combina el blanco y el
negro como símbolo del ideal dominicano de
mortificación y alegría, con el lema "Alabar
Bendecir Predicar". En la calle de la izquierda
tenemos las imágenes de San Juan Bautista y Santo
Domingo de Guzmán, asimismo en la calle de la
derecha tenemos sendas tallas de San Juan
Evangelista y Santo Tomás de Aquino; todas ellas
imágenes exentas.
Además, como ya hemos publicado anteriormente, hay
una serie de imágenes en las capillas laterales y
habitaciones anexas a la iglesia que pueden
considerarse como obras de Pimentel basándonos en
comparaciones con obras firmadas del artista, en
algunos casos los parecidos son evidentes. Así, ya
situábamos como obra del Pimentel una pequeña
talla de San José con el niño situada en un altar
lateral y que en posteriores investigaciones hemos
descubierto que esta imagen procede de la parte
desmontada del retablo, en el cual quedaba situada
debajo del grupo central de la Anunciación.
Asimismo, podemos asignar a Pimentel una talla de
vestir de Santo Tomás de Aquino situada en una
hornacina a la izquierda del altar mayor por su
enorme parecido con la talla homónima del retablo
mayor. Como curiosidad anotar que justo encima de
esta hornacina se encuentra un cuadro atribuido con
total fundamento a Francisco de Zurbarán
(1598-1664). Según consta en los archivos del
convento, en aquella época llegó al mismo una
niña a la que se le conocía como "la
zurbarana" y que sería una hija del artista.
Es curioso anotar como los nombres de Pimentel y
Zurbarán aparecen relacionados. Hay muchos más
datos curiosos en torno a este convento que no son
el objeto de este artículo y que quizás
desarrollaremos más adelante.
De mayor importancia es la imagen de vestir del
santo dominicano San Vicente Ferrer situada en una
hornacina en el lateral derecho del altar, de enorme
parecido con la imagen del Santo Tomás del retablo
mayor y se puede adjudicar sin problemas a Pimentel.
La cabeza de esta imagen ofrece notables similitudes
con la imagen de San Sebastián de la parroquia
castrense del Angel Custodio de Cádiz. Caracteres
como el giro y posición de la cabeza, la nariz
recta, el entrecejo en forma de triángulo
invertido, la boca entreabierta, los labios
pequeños, o los ojos prominentes y de rasgos
orientales; se nos presentan idénticos en ambas
imágenes y característicos de la producción de
Pimentel. En el caso del San Sebastián podemos
observar otros detalles estilísticos habituales
como son el gran modelado anatómico, los leves
hilillos de sangre y el típico sudario trapezoidal
que ya repitió en las imágenes del Señor de
Columna y el Cristo de la Expiración. Podemos
afirmar por tanto que la imagen del San Sebastián
es obra de Jacinto Pimentel.
En otra hornacina situada en el lateral izquierdo
del templo podemos observar una imagen de vestir de
Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de
predicadores y que, por su enorme parecido con la
imagen homónima del altar mayor, podemos adjudicar
también con seguridad a Pimentel.
Situada enfrente de esta imagen se puede observar en
otra hornacina una preciosa imagen de vestir de la
Virgen de la Encarnación. Sobre esta imagen es muy
difícil pronunciarse debido a la escasez de
imágenes marianas del artista y a que, debido a que
es una imagen de vestir, queda poco espacio
disponible para analizar detalles anatómicos
característicos. De todos modos, hay algunos
detalles que nos permiten atribuir aunque con las
debidas reservas esta imagen a Pimentel. Así, hay
coincidencias con determinados detalles como son,
por ejemplo, la forma de tallar las manos y la
unión de los dedos anular y corazón. Además, en
este caso particular podemos observar como la
policromía es similar al resto de imágenes que
hemos mencionado hasta ahora en este convento,
asimismo el niño Jesús que tiene a sus pies se
parece mucho al que porta la imagen de San José
carpintero con el niño mencionada anteriormente. De
todos modos, apuntamos esta imagen como atribución
con cierto fundamento.
En una habitación anexa a la iglesia hay una imagen
de la Virgen del Rosario que también nos ha llamado
la atención desde el principio por su parecido con
otras imágenes marianas de Pimentel y, en
particular, con la Virgen del Carmen gaditana.
Aunque hay notables diferencias en la policromía
(muy retocada en la de Cádiz) hay algunos detalles
coincidentes tales como el entrecejo en forma de
triángulo invertido, el suave arqueo de las cejas,
la nariz recta, los labios, el largo y estilizado
cuello, etc. Además la imagen de Virgen del Rosario
tiene otras características propias de Pimentel
como claramente se puede ver en los rasgos
orientales de los ojos y en general con su enorme
parecido con otras tallas mencionadas anteriormente
como por ejemplo el San Vicente o aun más con la
Virgen del grupo de la Anunciación que preside el
retablo de Madre de Dios. La imagen del niño Jesús
que acompaña a la Virgen del Rosario mantiene los
parecidos estilísticos con la obra de Pimentel, con
notable parecido al niño que acompaña al San José
carpintero mencionado arriba y a las cabezas de
ángeles que completan el grupo central de la
Anunciación. Podemos por tanto, atribuir con cierta
firmeza esta imagen de la Virgen del Rosario a la
producción de Jacinto Pimentel.
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Nazareno
de la Campana (Sevilla) (c)
Foto: Jesús Sánchez Pavón |
Confortación de Jerez (Cádiz) (c)
Foto: Jesús Sánchez Pavón |
Nada más se conocía hasta el momento de la etapa
sevillana, quizás la ausencia de obras para
hermandades es lo que lo hizo caer en el olvido. Sin
embargo, hemos descubierto una imagen que puede
abrir nuevos horizontes en la investigación de este
artista, ampliando la nómina de sus tallas
procesionales con un modelo del cual además hasta
ahora no teníamos precedente. Nos referimos a la
imagen de Jesús Nazareno de la localidad sevillana
de La Campana. Esta imagen pertenece a la hermandad
homónima radicada en la iglesia parroquial de Santa
María la Blanca de dicha localidad y hasta ahora
estaba datada como una imagen anónima de mediados
del siglo XVII. Son fuertes los lazos de amistad que
me unen con los cofrades de esta pequeña localidad
de la campiña sevillana, los cuales desde el
principio nos han ofrecido toda su ayuda en nuestras
investigaciones.
Existen datos sobre la existencia de la cofradía
del Nazareno de La Campana desde principios del
siglo XVIII. Luego hay pocos datos hasta el año
1842 en que el párroco Francisco González la
menciona en el censo de hermandades de la parroquia,
junto a las Hermandades de la Vera-Cruz (cuyo
titular labró el escultor Juan Gómez, discípulo
de Montañés) y del Santo Entierro, haciendo
referencia a la inexistencia de reglas aprobadas en
todas ellas. Es curioso anotar como a fecha de hoy
estas hermandades siguen sin tener aprobados sus
estatutos, los cuales se hayan en proceso de
elaboración. En cuanto a la residencia canónica,
siempre ha sido la parroquia de Santa María la
Blanca, la cual podemos datar en su primera etapa a
finales del siglo XVI, continuándose en el siglo
XVII con el arquitecto Vermondo Resta. El edificio
consta de tres naves, presbiterio y sacristía a las
espaldas del presbiterio. La parte más antigua la
ocupan la nave central, el presbiterio y el crucero,
las naves laterales son adiciones posteriores del
siglo XVIII. La imagen de Jesús Nazareno se
encuentra en la actualidad ocupando la parte central
del primer retablo por el lado del evangelio (justo
el más alejado del presbiterio), aunque consta que
anteriormente a las obras del siglo XVIII estuvo en
otro lateral de la primitiva iglesia. El retablo fue
realizado a mediados del siglo XVIII, constando de
banco, tres calles y un ático con un relieve del
Ecce-Homo.
La imagen es de las llamadas de vestir, con cabeza,
manos y pies tallados, el cuerpo primitivo era de
listones forrados de tela. Los pies han sido
sustituidos recientemente en una restauración
realizada por el imaginero de Lora del Río Juan
Ventura (1983-4) en la que también se le puso un
nuevo cuerpo anatomizado en cedro (el mismo material
en el cual está realizada la imagen).
Desgraciadamente, durante dicha restauración se le
cambió el giro de la cabeza, la imagen primitiva
miraba más bien hacia la derecha, actualmente su
mirada es casi frontal. La primera impresión cuando
se observa esta imagen es impactante, su parecido
con las obras procesionales de Pimentel,
especialmente el Señor de la Columna de San Antonio
o el Cristo de la Expiración de San Francisco es
increíble. Asimismo, la imagen presenta los
caracteres habituales de la producción de Pimentel
tales como son la división en dos del cabello por
medio de una raya central, el tallado menudo de los
mechones de cabello, los ojos de rasgos orientales
tan característicos de Pimentel (aunque yo
personalmente pienso que lo que tienen sus imágenes
es lo que vulgarmente llamamos ojos saltones), la
barba abundante y dividida en dos mechones, pómulos
marcados, la curvatura inversa en la posición de
los ojos, nariz recta y pequeña, frente lisa,
espacio entre las cejas en forma de triángulo
invertido, etc. En definitiva, toda una serie de
caracteres propios de Pimentel, aunque nada como la
contemplación directa de la imagen y el comprobar
su increíble parecido con las imágenes del Cristo
de Humildad y Paciencia y, sobretodo, con el Señor
de Columna o el Cristo de la Expiración gaditanos.
Podemos, por tanto, situar esta imagen sin temor a
equivocarnos como obra segura de Pimentel. En cuanto
a la datación, teniendo en cuenta la cercanía
geográfica de La Campana con Carmona y el hecho de
que en 1637 Pimentel ya estaba en Cádiz, la
podríamos situar aproximadamente sobre 1630-35, con
lo cual tendríamos un excelente precedente de las
obras gaditanas que demostraría una vez más la
independencia de estilo de Pimentel con respecto a
otros artistas con los que se le ha vinculado.
Acompaña a Jesús Nazareno una talla de la Virgen
de los Dolores de Juan Ventura (1984) que sustituye
a otra anónima del siglo XVIII que actualmente
ocupa un altar en el lado del presbiterio, dicha
imagen ha sufrido desafortunados repintes que la
desmerecen enormemente. En esta iglesia nos queda
todavía un gran trabajo de investigación por
realizar, ya que hay notables tallas de los siglos
XVII y XVIII por desvelar.
También existe una reciente atribución a Pimentel
de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de
Mairena del Alcor formulada por parte de Elías
García Rodríguez. Esta imagen procede de la
Iglesia de San Francisco de Carmona y a su vez del
desaparecido convento del Carmen de dicha ciudad.
Con esta imagen hay que ser mucho más cautos, ya
que nuestras investigaciones posteriores nos han
demostrado que existe un documento encontrado por el
investigador Fernando Quiles datado en 1678 en el
cual un joven Francisco Ruiz Gijón se comprometía
con la cofradía del Santo Cristo de la Amargura de
Carmona a realizar una imagen del titular, un
nazareno con la cruz invertida y de talla completa.
Luego investigaciones posteriores de Federico
García de la Concha han llegado a establecer que la
imagen del Nazareno de Mairena se corresponde con la
del Cristo de la Amargura carmonense, que luego
pasó a llamarse Cristo de los Milagros. Por tanto,
esta atribución a Pimentel no queda nada clara a
pesar de tener ciertas similitudes estilísticas que
sospechamos heredó el imaginero utrerano de la obra
de Ocampo y de Alonso Martínez que fue su maestro.
Tras varios años de estancia en Sevilla, nuestro
escultor decide en 1637 de fijar su estancia en
Cádiz. Aquí comienza una nueva etapa en la que ya
sí que encontramos una abundante producción
imaginera que va aumentando con el paso de los
años. Consta además que por esta época el
escultor Alfonso Martínez fue discípulo de nuestro
artista, del cual parece que se independiza en este
año de 1637.
La primera obra documentada de Pimentel en Cádiz es
la del Cristo de Humildad y Paciencia, el cual fue
acabado en el año 1638 (aunque fue encargado en
Sevilla un año antes) tal y como reza en una
inscripción situada en un hueco en la base de la
imagen: "acaboce anno 1638 Jacinto Pimentel
faciebat", donde el faciebat (que no faciebad,
palabra que no existe en el latín) indica
claramente la hechura de la imagen por parte de
Pimentel y era una expresión ampliamente utilizada
en la época, así por ejemplo, Stradivarius firmaba
sus famosos violines como "Antonius
Stradivarius Cremonenfis Faciebat Anno 1714".
El descubrimiento de la fecha de datación de la
imagen se realizó durante la restauración llevada
a cabo por el profesor Francisco Arquillo Torres en
Febrero de 1983 y acabó con su atribución a Alonso
Martínez, al cual se le atribuían erróneamente
diversas obras del maestro. Mucho se ha hablado
sobre esta magnífica imagen, probablemente la mejor
de las descubiertas hasta ahora de Pimentel, la cual
posee un excelente tratamiento del desnudo
especialmente visible en la espalda de la misma
donde demuestra sus profundos conocimientos de
anatomía. Representa a Cristo meditando sentado
encima de una peña y esperando el momento de la
crucifixión, el modelo pudo tomarlo en parte al
menos en cuanto a composición de la estatua de
Lorenzo el magnífico de Miguel Angel de la
Basílica de San Lorenzo de Florencia aunque en
posición invertida. La imagen está realizada en
madera de cedro, demostrando una excelente técnica
en el manejo de gubias y aparejos. Recientemente se
ha descubierto además la más que probable
intervención del pintor extremeño afincado en
Sevilla Francisco de Zurbarán (1598-1664) en la
policromía de la imagen (amén de firmar en el
contrato de realización de la obra), lo cual realza
más si cabe el valor de esta imagen que se puede
situar en la cumbre de la imaginería andaluza y que
es sin lugar a dudas la mejor de las de su
advocación y punto de partida de otras obras
similares como el Cristo de Humildad y Paciencia de
Chiclana, realizado por Tomás Vadillos en 1697 y
tomando claramente como modelo el Cristo gaditano.
Su paso procesional es obra de los talleres de
Pérez Calvo (1953), con tallas de los evangelistas
obra de Ortega Bru. El Cristo de Humildad y
Paciencia revela por sí solo a Pimentel como uno de
los grandes maestros del barroco andaluz debido a su
excelente modelado y terminación, al magnífico
estudio anatómico y a su cuidada policromía,
estando a la altura de las grandes obras del siglo
XVII.
El mismo año de 1638 Pimentel realiza la talla de
Nuestra Señora del Carmen, tal y como consta en el
documento encontrado por el historiador Enrique
Hormigo, en el cual Simón de Tolosa, mayordomo de
dicha cofradía concierta con Pimentel la hechura de
la imagen. Dicho documento está fechado a 26 de
Mayo de 1638 y estimula el mes de Agosto del mismo
año para la entrega de la imagen. El artista
cumplió el encargo con presteza ya que luego, en el
torso de la imagen, podemos ver la firma del artista
y el año de 1638. La imagen, de bellísima factura,
presenta analogías con otras obras presentes en el
Convento de Madre de Dios de Carmona, aunque por
desgracia ha sido muy retocada y desvirtuada
especialmente en la policromía. La imagen es de las
denominadas de candelero con cabeza y manos
talladas, el niño que lleva en sus brazos es obra
posterior atribuida a Domenico Giscardi.
Sabemos que por aquellos años trabajó en el
Convento de San Agustín junto a los retablistas
Damián Machado y Alejandro de Saavedra además del
escultor José de Arce y probablemente de Alonso
Martínez. Durante su vida se dedicó al comercio de
ultramar y a la especulación mercantil, llevando
una vida muy desahogada económicamente al contrario
de la mayoría de los artistas de su época. En el
año 1639 y a pesar de haber estado casado,
encontramos a nuestro artista tomando los hábitos
de la Orden Tercera de San Francisco de la cual
profesó en 1644, llegando a ocupar en ella cargos
de responsabilidad como el de ministro de la Orden.
Como ya hemos referido por estos años encontramos a
Pimentel trabajando con José de Arce y Alejandro de
Saavedra los cuales tienen encargos en la vecina
localidad de Jerez, es muy probable que haya más de
una obra de nuestro artista en la ciudad jerezana en
la cual Arce termina, entre otros, el retablo de San
Miguel que Montañés había dejado inconcluso. De
la posible etapa jerezana de Pimentel lo único que
encontramos hasta ahora es la atribución
antiquísima que tiene la imagen de María
Santísima de la Confortación, titular mariana de
la Hermandad de la Oración en el Huerto de Jerez
sita en la iglesia conventual de Santo Domingo. La
imagen ofrece notables similitudes con las obras
marianas de nuestro artista palpables en la forma de
realizar ojos, nariz y boca; la podemos por tanto,
incluir dentro de la producción de Pimentel, la
fecha de su datación estaría en torno al año de
1640, habiendo sido restaurada por Guerra Carretero
en 1979. La imagen es de bellísima factura,
haciendo un gran conjunto con un Angel Confortador
de tamaña académico atribuido a La Roldana con el
cual dialoga.
Consta que en 1644 Pimentel realiza unas tallas de
San Bernardino y San Diego para los descalzos cuyo
paradero actual se desconoce. La siguiente imagen
que tenemos de Pimentel es la del San Juan Bautista
que realizó Pimentel para la iglesia de San
Agustín en 1651 (la referencia a este año la
encontramos en el testamento de José Pinto) y que
en la actualidad, tras pasar por desafortunadas
vicisitudes, se encuentra en los padres Capuchinos
de Granada.
Nos consta también que Pimentel formó parte de la
Junta de Gobierno de la Hermandad de San Antonio de
Padua, radicada en la Iglesia del mismo nombre. En
esa misma iglesia se funda la cofradía de la
Expiración, el primitivo titular de la misma,
actualmente situado en la capilla de los franceses
de la Iglesia de San Francisco, fue realizado por
Pimentel en 1655. Su autoría se descubre durante la
restauración a que le sometió Fray Antonio
Fernández Garrote en 1990, al serle desmontados los
brazos e iluminar su interior ahuecado, se pudo leer
en la zona interna de la espalda la frase
"jacinto pimentel faciebat 1655". Este
crucificado es espléndido y es el punto de partida
de varios crucificados del mismo nombre como el de
la Expiración de Écija de Pedro Roldán y que
culminan con el sublime Cristo de la Expiración, el
Cachorro, que tallara Ruiz Gijón en 1682. Hay que
tener muy en cuenta que Alonso Martínez fue
discípulo de Pimentel del que probablemente siguió
su estilo, impronta que a su vez quedaría grabada
en la obra de Gijón, que a su vez fue discípulo de
Martínez. Vemos aquí la notable influencia que el
arte de Pimentel tiene en la plástica de la segunda
mitad del siglo de oro andaluz, actuando como nexo
de unión entre los modelos manieristas y el barroco
expresivo de finales de siglo. En cuanto a la
imagen, está realizada como todas sus obras
procesionales en madera de cedro, estando ahuecada
en su interior con vistas a poder procesionar.
Muestra el preciso momento de la expiración, con
los músculos en tensión, el cuerpo alzado y los
ojos cercanos a nublarse.
La siguiente gran obra de nuestro artista es el
Señor atado a la Columna de la Hermandad homónima
de la Parroquia de San Antonio de Cádiz. Consta que
esta Hermandad se funda en 1660 y encarga a Pimentel
la hechura de su titular, realizándose la
bendición de la misma en Febrero de 1661. Esta
imagen, con notables parecidos con el Cristo de la
Expiración de San Francisco (el sudario es
idéntico pero invertido) y con el Nazareno de La
Campana, había sido atribuida erróneamente a
Martínez, hasta que en una reciente restauración
realizada por Enrique Ortega en 1996 se encontró su
firma en unos pergaminos situados en un hueco de su
espalda amén de estar escrito su nombre y fecha de
ejecución en el interior de la imagen. Es de nuevo
una de las mejores tallas que podemos admirar de
este género, mostrando con gran realismo los
suplicios de la flagelación, su rostro es
impresionante por el dramatismo que encierra, el
sudario es idéntico al del Cristo de la Expiración
sino que invertido. La columna es también una obra
de gran valor realizada en plata en 1666 por el
platero mejicano Francisco Suárez, regalada por los
capitanes Sierra y Velázquez. Consta además que en
una restauración llevada a cabo en el siglo XVIII
se le ponen ojos de cristal. Los sayones que
acompañan al señor son obra de Jácome Mayo
(1783). Esta imagen es popularmente conocida en
Cádiz como el Aguador por haber sido sacada varias
veces durante períodos de sequía. A sendos lados
del altar de esta Hermandad, podemos admirar dos
tallas de San Pedro y San Juan que podemos atribuir
a Pimentel. Aparte de todas estas obras, ya hemos
hecho referencia a la talla del San Sebastián de la
castrense, el cual hemos atribuido con seguridad a
las gubias de Jacinto Pimentel; en cuanto a su
datación, debido a que el paño de pureza es
idéntico al del Señor atado a la Columna, podemos
fechar esta imagen en torno a 1660.
Como curiosidad anotar que hizo obras para el
Carnaval de Cádiz en 1658. Hizo testamento en 1669,
muriendo en Cádiz el 2 de Marzo de 1676. Queda
todavía mucho por descubrir de la vida y obra de
este insigne artista del barroco andaluz, que nos ha
dejado algunas de las mejores tallas procesionales
de la semana santa andaluza y que, sin embargo,
sigue siendo para muchos un completo desconocido.
Esperemos que estas líneas sirvan para darlo a
conocer, borrando de una vez por todas la injusticia
que el tiempo jugó él.
Francisco
Espinosa de los Monteros Sánchez