Manuel
Sotelino
Cofrade
de la Hdad. de las Cinco Llagas y
María Stma. de la Esperanza de
Jerez.
Fotografías
de Jesús Manuel Sánchez Pavón
Escribir sobre la Semana Santa de
Jerez en unas breves líneas es como
querer introducir la inmensa agua
del mar en el boquete de la playa,
por usar una expresión jesuítica.
Son tantos los detalles, los
contenidos y las fuerzas
devocionales…, tanto el patrimonio
conjunto y tanta y fecunda la
historia de sus cofradías…, que
resumir aclarar o presentar todas
sus aristas es prácticamente una
misión imposible.
Sin embargo, un esbozo o la esquina
del maravilloso paño que conforma
la Semana Mayor de la Muy Noble y
Muy Leal Ciudad de Jerez de la
Frontera es una misión algo menos
dificultosa. Así que dispongámoslo
a realizar en breves líneas un
boceto de tanta carga artística y
tradicional religiosidad. Corramos,
por tanto, el telón de las cofradías
jerezanas y enseñemos sus
principales encantos como prolegómeno
a una de las fiestas más
importantes ya no sólo de la ciudad
sino también de la Iglesia en
general que celebra la Pasión,
Muerte y Resurrección de Jesucristo
que, fundamentalmente, es lo
esencial.
La estructuración de Semana Santa
de Jerez viene ya dada por la
tradición de muchos siglos de
cofradías en las calles. Sin orden
ni concierto, las hermandades salían
a la calle en el día estipulado y
acometían su estación de
penitencia por las calles de la
collación cercana, llegando, por
aquel entonces, a lo que era la
Colegiata –ahora, y desde que
Jerez pasó a ser Diócesis
independiente de la Archidiócesis
de Sevilla, Catedral de la ciudad-.
Fueron los primeros años cuarenta
cuando cofrades inquietos como
Manuel Martínez Arce o Juan de Mata
se recrean en dar una organización
a los desfiles procesionales e
incorporan a los días de Semana
Santa la Carrera Oficial.
Actualmente son treinta y cinco las
cofradías las que salen a la calle
y que en el año de 2007 harán en
su totalidad su estación de
penitencia a la Santa Iglesia
Catedral, pues tres de ellas de
reciente nombramiento salían por
las calles de sus respectivos
barrios en la jornada del Sábado de
Pasión. La incorporación de estas
tres cofradías, a saber: Consuelo,
Soberano Poder y Redención, hará
que suba la media de hermandades en
las calles en cada jornada y
pasaremos de una media de cuatro
cofradías a cinco en cada día de
la Semana Santa, lo que será todo
un logro en cuanto a aportación de
los distintos distritos de la ciudad
que prácticamente se sienten
representados con su hermandad, pero
que contribuirá, sin duda, al mayor
cansancio del “capillita” de
turno incapaz de satisfacer su
voracidad cofrade y que campea a sus
anchas por cada esquina con cierto
encanto a la hora de que llegue una
Cruz de Guía.
Tanto desde el punto de vista
patrimonial como devocional, la
citación aquí y ahora de un
rosario de riquezas dilataría hasta
el hartazgo los numerosos perfiles
“semanasanteros” de un Jerez que
se echa a la calle en sus días
mayores. Desde el encanto de una
cofradía como La Borriquita con su
valioso paso de misterio de José de
Ovando que tallara allá por los años
cincuenta hasta la meritísima urna
de plata que hiciera Juan Laureano
de Pina y que porta al Cristo
Yaciente de la cofradía de La
Piedad, todo un prodigio de
destellos artísticos y barrocos se
pasean cada día por las calles
jerezanas. El paso de palio de El
Desconsuelo, obra de Juan Manuel
Rodríguez Ojeda que marca un antes
y un después en la concepción de
este tipo de pasos y que bordara
para la sevillana cofradía de La
Amargura, la maravillosa imagen del
Santo Crucifijo de la Salud, obra de
Juan de Arce, la importantísima
imagen de la Virgen de los Remedios,
talla anónima del XVII, el
Prendimiento de Santiago que ruge
cada Miércoles Santo y sabe a
seguiriya gitana del barrio de
Santiago, el paso de palio de la Paz
en su Mayor Aflicción que
transcurre por el barrio de los
toreros, la majestuosidad y la
dimensionalidad del Descendimiento
con su bonita Virgen de la Soledad
bajo palio, Nuestro Padre Jesús
Nazareno por la Noche de Jesús
–en Jerez, la “madrugá” se le
denomina de esta forma-, los
encantos de hermandades como la
reciente de El Consuelo, Las Llagas,
la Vera Cruz o el siempre desafiante
y bello avanzar del paso de misterio
de la cofradía de la Cena,
quintaesencia del barroco que en su
día tallara Castillo Lastrucci, son
algunos de los detalles de una
Semana Santa con mayúsculas. Cada día
de la Semana Santa, una joya se
pasea por Jerez.
Sto.
Crucifijo de la Salud (San
Miguel) |
Virgen
de las Lágrimas (S. Juan de
los Caballeros) |
En cuanto al arrastre devocional,
debemos decir que Jerez es más
“cristifera” que mariana, aunque
también haya devociones marianas de
indudable valor como la Esperanza de
la Yedra que cada Noche de Jesús
sale de su barrio de La Plazuela.
Jerez, cada año, mira de frente al
Cristo –de la Expiración- cuando
se levantan los primeros vientos fríos
del Viernes Santo y que nos recuerda
que el velo del templo está a punto
de rasgarse. Y El Cristo asoma desde
su ermita de San Telmo y respira a
Jerez puro, a retama y a geranio, y
navega sobre los hombros de sus
cargadores que lucen ese día sus
negros bacalaos
en una tarde de tanto luto. El
barrio y Jerez entero se vuelca con
El Cristo y le jalean porque El
Cristo está vivo, y seguirá
viviendo resucitado sobre el patíbulo
de la Cruz. Y Jerez se identifica
con el Señor Caído de San Lucas.
Un Señor de las Tres Caídas que
lleva un mar de pueblo tras su paso
de caoba. Y Jerez se entrega entero
ante el Nazareno enhiesto de la Vía
Crucis cada madrugada santa. Un
nazareno elegante que avanza callado
llevando mansamente el peso de la
Cruz. Jerez, se ve reflejado en los
bellos perfiles de la Virgen del
Amor y Sacrificio, castellana y
sobria cofradía del Lunes Santo.
No
puedo más que dejar al lector con
tanta inmensidad, imposibles de
describir en estos torpes renglones.
Tan sólo invitar a todos aquellos
que sientan una mínima curiosidad,
a que visiten Jerez en sus días de
Semana Santa. Nuestra Semana Mayor,
afortunadamente y por el momento,
todavía se puede ver a pie de calle
con comodidad. Sus cortejos de
nazarenos no son exageradamente
largos y siempre se encuentran
calles bellas donde no hay
aglomeraciones de gente. Invito al
lector a acudir a Jerez y probar sus
“torrijas” o el arroz con leche,
y seguir la estela de un paso de
palio al son de Amarguras o de Los
Campanilleros. La de Jerez es una
Semana Santa hija de la de Sevilla,
vocación filial heredada de cuando
la ciudad perteneció a la Archidiócesis
Hispalense. Es una hija aventajada,
es una bella discípula de la Madre
y Maestra. Es una alumna
que ha tenido acceso a los más
íntimos secretos y que sabe
adornarlos con su propia identidad.
La personalidad de un pueblo como el
jerezano que, en materia de Semana
Santa y cofradías, también sabe un
rato.
Virgen
de la Esperanza (San
Francisco) |
El
Cristo de la Expiración (El
Valle) |
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